Sentirnos tristes forma parte de
nuestra naturaleza y hasta puede ser el camino correcto hacia el estado de
bienestar. ¿Cómo darnos cuenta si esa tristeza puede convertirse en depresión?
Para alcanzar el bienestar no hace
falta estar todo el tiempo bien, señalan los especialistas
«¡No podés estar así! Tenés todo para
estar bien. Pensá que esto también va a pasar». ¿Cuántas veces le dijimos esta
frase a alguien querido que se encuentra atravesando un momento de tristeza o
un bajón anímico? Estos dichos, algo imperativos pero instalados socialmente,
parecen indicar que no se debe sentir tristeza después de una pérdida, traición
o enojo. Es que estar mal tiene mala prensa y por eso sentimos que no tenemos
derecho a transitar la angustia en profundidad. Para Mariano Qualeta, psicólogo
clínico y organizacional, “en nuestra cultura, estar mal se considera una mala
energía que ahuyenta a los demás. Por lo tanto, disponemos de pocas
oportunidades para experimentar tal estado. Sobre todo cuando no se desea
preocupar a quienes, en realidad, podrían ayudarnos. Y menos a quienes,
sabemos, van a compadecernos. Sin embargo, estar mal es el preludio de una
excelente relación con uno mismo: es un momento de registro y conexión de
nuestro saber consciente con el inconsciente. Es una conversación entre el Yo y
el Mi. Implica la formidable interdependencia entre las señales sensoriales y
emocionales de nuestro cuerpo con nuestra corteza cerebral».
Existen discretos procesos de
descubrimiento de los constantes momentos de transición y transformación que
nos atraviesan durante toda la vida, y esos momentos cobran significado cuando
mantenemos una buena relación entre nuestras capacidades sensoriales y las
capacidades racionales. Por eso, es importante aprender a identificarlos y a
respetarlos.
“No cometas el mismo error que yo,
que traté de correr cuando ni siquiera podía caminar. Cuando estés cansado,
descansa un poco. Cuando estés triste, adelante, llora. Está bien tomarse un
descanso. Entonces un día, seguramente, podrás volver a correr», de la serie
surcoreana Está bien no estar bien.
Hay una tendencia generalizada a
sobreestimular el estar bien como un exceso de positividad. «Donde no hay
espacio para estar mal –reflexiona Andrea Saporitti, psicóloga y máster en
Matrimonio y Familia– no hay espacio para la pregunta, para la introspección
profunda y entonces parecería que estar mal no está bien. Pero debemos entender
que atravesar las situaciones de dolor implica tiempo para encontrar, de alguna
manera, la respuesta. Debemos entender que para estar bien hay que permitirse
estar mal, y así evitar somatizaciones en el futuro».
Tristeza o depresión
La tristeza, al igual que la ira, el
miedo o la felicidad, es una emoción básica del ser humano. Es una respuesta
natural de nuestro cerebro, pero si esa tristeza perdura en el tiempo puede
convertirse en una depresión. “El sentirte mal es el motor para salir de ese
lugar», explica la psicóloga transpersonal Patricia Feldman y agrega: «Porque
ese ejercicio te hace pensar qué te pasa. Podríamos decir de que la persona
hace el clic en el momento que siente que el zapato que lleva puesto le
aprieta. O sea, que ya no está cómodo en ese rol».
¿Pero cuánto tiempo es normal
sentirse triste?
Para la licenciada Saporitti, “si ese
estado emocional se mantiene sostenido en el tiempo o la persona no puede
compartir el dolor o no encuentra nada que la motive demasiado, debería
consultar con un especialista, porque no está encontrando recursos internos
para salir». Paradójicamente, dice, cuesta mucho estar bien. «A muchas personas
les asusta, porque tienen miedo de que aquellos que estaban a su alrededor ya
no estén pendientes de sostenerlas y se queden solas”.
Los especialistas coinciden en que
cuando ese «estar mal» se convierte en identidad y se transforma en el único
protagonista de la vida de esa persona, debemos encender la luz de emergencia.
¿Cuándo? Cuando el sufrimiento y el pesar se convierten en una forma de ser y
no en una forma de estar.
“O sea, cuando el suceso de estar mal
ya no existe como espacio de transformación (autocomprensión, y construcción de
una nueva narrativa de sí mismo), sino como forma de mantener el status quo, de
hacer ruido de cambio para no cambiar nada, con una queja descargada e
indiscriminada del circuito emocional», profundiza Qualetta y destaca que
«también es importante establecer cuándo ese estar mal nos afecta directamente
a nosotros y cuándo hay una intención dirigida a otro. Si está vinculado a uno
mismo, hay más posibilidades de pasar a una fase exploratoria, pero cuando está
al servicio de lograr la atención de afuera, es más difícil romper el hábito y
salir de la identidad de estar mal». En base a este último punto, el terapeuta
asegura que se debe distinguir el «estar mal» del «sentirse mal»: «Muchas veces
nos encontramos con personalidades nostálgicas o sobreadaptadas que navegan
hábilmente por el sufrimiento y la autoexigencia, respondiendo al contexto con
síntomas emocionales y somáticos, sin que surja ninguna crítica interna sobre
estas circunstancias que atraviesan, porque forman parte de su paisaje».
«Existen tantas noches como días, y
cada una dura lo mismo que el día que viene después. Hasta la vida más feliz no
se puede medir sin unos momentos de oscuridad, y la palabra feliz perdería todo
sentido si no estuviese equilibrada por la tristeza».
Carl Jung
¿Cómo se destraba ese mecanismo? El
licenciado Qualetta explica: «Sólo con la aparición del otro como testigo, o
cuando estos fenómenos sobrepasan el umbral anti estímulo que la persona
desarrolla, aparece el dolor orgánico. Hay un factor extremo que le marca la
anormalidad de lo que antes no veía. Esto abre, entonces, la paradoja de poder
sentirse bien y estar mal, y viceversa. Si bien no hay un bienestar o un
malestar universales, vivimos en un contexto que nos brinda señales que nos van
educando desde la crianza a adoptar y rechazar hábitos que, aun siendo
perjudiciales para nuestra salud, son incorporados porque nos integran al
contexto: nos dan pertenencia».
Está bien no estar bien, la serie
surcoreana que se emite por la plataforma Netflix.
El tema aparece con crudeza en la
serie surcoreana Está bien no estar bien (It’s okay to not be okay), el éxito
de Netflix donde la trama de los cuentos de hadas sirven, capítulo a capítulo,
para integrar la historia de una escritora que tiene una actitud negativa ante
la vida y de un enfermero especializado en cuidados mentales, quienes deben
emprender un viaje de autoconocimiento para escucharse, abrazar el malestar y
sanar así viejos dolores. “No cometas el mismo error que yo, que traté de
correr cuando ni siquiera podía caminar. Cuando estés cansada, descansa un
poco. Cuando estés triste, adelante, llora. Está bien tomarse un descanso.
Entonces, seguramente llegará el día en que podrás volver a correr», en la voz
de uno de los personajes.
Por eso, como sostiene Qualetta, es
tan importante saber qué tan buena es la conexión receptiva de nuestros
sentidos, ya que ellos nos guían, al permitirnos ser y estar en forma diferente
a lo que nos pide el contexto, respetando nuestro ritmo y la salud de nuestro
ser en el mundo. «Al inicio de nuestra existencia, cuando apenas reptamos, es
cuando nuestros sentidos están potencialmente más activos. Luego, al alzarnos,
con la entrada de lo simbólico, comienza a desarrollarse una red de conexiones
corticales (desarrollo de imágenes y pensamientos) que, si bien nos abren
nuevos caminos, pueden disminuir otros. Por esa razón, resulta muy importante
desarrollar una buena conexión entre esas zonas sensoriales y las corticales,
para que logremos hacer un buen balance entre lo que la cultura nos ofrece y lo
que nuestro organismo precisa. De esta relación logramos identificar qué
necesita o qué desea nuestro ser no solo para estar o no mal, sino para
comprenderlo y darle lugar al sentirse bien. Así, decir que estamos mal puede
ser el primer paso hacia nuestro bienestar», concluye el especialista.
Y vos, ¿cómo vivís vos ese «estar
mal» para lograr «estar mejor»? ¿Sos de reconocer y abrazar el malestar en la
búsqueda de un cambio positivo en tu vida o te resulta demasiado costoso? ¡Te
leemos!
Karina Bianco
Fuente: Revista Sophia
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