A lo largo de millones de años de
evolución conquistamos una dinámica maravillosa de la conciencia. Esa dinámica
es la de la conciencia de sí mismo, es la conciencia de la conciencia. Esto
significa, y es extraordinario en la evolución, un cambio cualitativo, una gran
transformación. La aparición ya no de un animalito que va ascendiendo, no la
aparición de un homínido, sino la maravillosa aparición de un ser humano cuya
característica esencial es de una humanidad, cuya característica esencial es la
conciencia de la consciencia, la conciencia de sí mismo, la conciencia
reflexiva. La luz regresa al interior y el hombre no sólo conoce sino que el
ser humano reconoce, se reconoce, reconoce el universo interiormente,
reflexiona sobre el universo y lo comprende. Ya no sólo lo conoce sino que lo
comprende. Al comprenderlo lo interioriza,
y al interiorizarlo lo concibe; lo concibe en sus sentimientos, lo
concibe en su corazón, lo concibe en su cerebro, en su sistema nervioso central.
Y de esa concepción nace aquel que está concibiendo el Universo en el interior,
de aquel que recrea el Universo en el interior, de aquel o aquella que puede
convertirse en Universo y obviamente esto tiene condiciones.
La primera condición es la siguiente.
Nosotros no venimos a reaccionar. A veces somos reactivos, y buena parte de la
guerra, de la violencia, el separatismo y la incomprensión y lo que le hacemos
a la vida es porque simplemente nos comportamos como mineral. Somos reactivos,
a veces somos sensibles, es decir, que reaccionamos con una sensibilidad
emocional frente al mundo exterior. Y en ocasiones somos tan sensibles, que
hasta nos convertimos en víctimas y nos quedamos como víctimas. Y perdemos
nuestro poder, nuestra capacidad de responder con libertad, con autogestión y
con autonomía frente al mundo. Entonces surge la posibilidad de proyectarnos de
una manera creativa al mundo, de ser responsables de nosotros, de incluirnos en
el mundo, de incluir el mundo en nuestro interior, de participar
conscientemente del proceso de creación a través de la tecnología, a través de
la ciencia, a través de la poesía, a través del arte, a través de la
investigación. Y en este punto la propuesta es:
¿Y si nosotros podemos contribuir
conscientemente en ese gran proceso de interiorización, de complejificación del
Universo adentro, regresando a nosotros?
¿Y si pudiéramos acallar el ruido de
nuestras emociones, el ruido de nuestra mente, respirar profundamente,
reconocer la pausa inspiratoria, mirar el pasado en presente y mirar el futuro
en presente y en medio de esa presencia experimentar la paz de la pausa y la
paz de la presencia?
Si nosotros pudiéramos entrar en esa
ciencia sublime de la vida que es la ciencia del ritmo y comprender que este
Universo es pura ritmicidad cíclica, ritmos de ritmos, euritmia… Que este
universo son ondas, ondas de ondas, una onda ondeante… Que en nosotros hay
muchos ritmos, hay muchas ondas que pueden estar acompasadas, ondas que se
expresan en nuestro corazón, ondas que se expresan en nuestros ciclos hormonales,
ondas que se expresan en las distintas fases de nuestra actividad eléctrica
cortical… Si nosotros pudiéramos comprender que todos los ritmos están hechos
de una sustancia esencial que es la pausa, que es la interioridad, que es el
punto cero, el punto de partida, el silencio…
Si un día nosotros pudiéramos
comprender que todo este portentoso Universo partió de una singularidad, de un
punto cero, de un punto total de vacío y de silencio… Que todo cuanto conocemos
emergió de allí de la nada, pero que esa nada, el vacío y el silencio
representaban la plenitud…
Y si nosotros pudiéramos regresar al
vacío, al silencio, a la pausa, a la plenitud… Si pudiéramos experimentar el
genuino potencial de ser el ser que realmente somos, desde ese punto de partida
en el que instante a instante estamos naciendo…
Somos como el Big Bang. Si pudiéramos
reconocer un día que en el latido del corazón segundo a segundo nosotros
tenemos un bello ejemplo del Big Bang… Y que el nacimiento del Universo está
ocurriendo permanentemente en nosotros cuando llevamos la conciencia al
interior y cuando podemos ser realmente conscientes en el mundo de nosotros
mismos. Eso implica una antigua ciencia y una antigua propuesta, para conservar
la euritmia. Para conservar la salud que es armonía rítmica. Para salir del
ruido y la cacofonía de la disritmia y poder fluir armónicamente y encontrar
desde adentro la belleza de la vida y poder proyectar esa belleza armónica al
exterior y empezar a generar un mundo mejor desde donde realmente se puede: desde
adentro, desde la propia conciencia y desde el propio corazón.
En la naturaleza existen ritmos: hay
un amanecer, hay la plenitud de la luz al mediodía y hay un anochecer. Hay
transiciones. Entre el comienzo de la actividad y la siguiente pausa nosotros
tenemos esa transición que está representada en el amanecer, en la aurora, y
que está representada en el crepúsculo. Pero el crepúsculo y la aurora son
precisamente los límites de una transición que viene de la sombra, de la nada
del mundo profundo de los sueños, del mundo profundo de la oscuridad, de ese
mundo maravilloso de la pausa que es el que da lugar a la actividad rítmica.
Nosotros lo miramos por ejemplo en nuestro calendario, porque los sábados o los
domingos descansamos, porque después de determinado número de horas de trabajo
reposamos, por qué sabemos también que podemos sostener la tensión durante unos
minutos, y a partir de esos minutos automáticamente el cerebro se desconecta.
Conocemos también en relación a ese tipo de actividades que hay festivales, que
hay períodos sagrados, que hay semanas santas, que hay momentos para celebrar
la nacencia, la Navidad, que hay momentos para nacer, que cada cultura tiene
sus fiestas, sus celebraciones. Esas celebraciones normalmente implican salirse
de la actividad de la rutina y entrar en ese mundo de una nueva actividad que
es profundamente creativa, en ese mundo de la pausa creativa.
Si nosotros pudiéramos comprender,
por ejemplo, el tiempo libre… ¿Qué hacemos durante el tiempo libre? Es el
tiempo de la libertad, no es el tiempo de la rutina, no es el tiempo para
trabajar más. Obviamente es tiempo también para trabajar. Pero es un nuevo
trabajo, es un trabajo liberador, el tiempo de la jubilación. Es el tiempo de
una pausa mucho más prolongada en el que no es cierto que no hagamos nada
porque nos vamos a morir, sino que es el tiempo del júbilo. Jubilación viene de
júbilo y júbilo es disfrutar del fruto maduro de la vida. Y si nosotros
disfrutamos del fruto de estas horas, del fruto de este día, y si simplemente
en lugar de consumir y consumir y consumir, anabolizamos, metabolizamos,
comprendemos; y en lugar de leer y leer y leer, podemos reflexionar, llevar la
conciencia al interior, nos encontramos también dentro de este tipo de procesos
una antigua ciencia que es la ciencia del retiro.
La propuesta no es que ahora nos
volvamos todos medio cavernícolas o que nos vayamos a una cueva por allá y
vivamos como el anacoreta. No hay que ir a los Himalayas ni a ninguna parte.
Porque realmente la cueva está en el interior. El símbolo de la cueva es el
corazón, es Anahata, es el lugar donde resuena el sonido del silencio. ¿Y si
nosotros pudiéramos regresar al corazón y volver al código del sentir, y además
de pensar proyectar nuestro pensamiento al corazón, sentirlo, encarnarlo,
recrearlo, darle energía y fuerza en el corazón, interiorizarlo para que ese
pensamiento tenga sus raíces en ese universo de la emoción y el sentimiento que
lo va a cargar de energía y lo va a hacer profundamente efectivo?
¿Y si nosotros pudiéramos además de
formularnos nuestros planes y nuestros propósitos, encarnar esos planes,
imaginarlos vívidamente, soñarlos sin soñarlo, visualizándolos interiormente?
Ya estaríamos a las puertas de la realización, pero obviamente todo este
proceso de interiorización pasa por el proceso del retiro. ¿Y si te retiras? ¿Y
si te retiras del ruido? ¿Y si te retiras de la rutina? No es que simplemente
tengas más vacaciones. Lo puedes hacer minuto a minuto, respiración a
respiración, día a día, noche a noche. Puedes encontrar tus pausas, y en esas
pausas vivir un milagro, encontrarte contigo y reconocer que lo que tú buscabas
estaba dentro, está dentro de ti.
Dr. Jorge Carvajal
Creador de la Sintergética y de Manos
para Sanar
DR. JORGE CARVAJAL
El Dr. Jorge Carvajal es médico
cirujano de la Universidad de Antioquia (Colombia). Escritor, docente,
investigador, con cuarenta años de práctica clínica dirigidas a la integración
de diferentes sistemas médicos. Creador de la Sintergética y Manos para sanar.
Es presidente honorífico de la Asociación Internacional de Sintergética
(A.I.S.).
Fuente: Asociacion Internacional Sintergetica
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