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Hay otra Navidad que pocos conocen en
la vida. Navidad de un Dios de Luz que no podrás encontrar en el ambiente
festivo que nos rodea en estos días.
Tal vez puedas encontrarla si eres capaz
de ver la luz en la mirada de los seres humanos. Una luz que nace en su
interior porque Dios reside personalmente, humilde y silencioso, en cada
espíritu. Somos seres extraordinarios. Somos hijos de Dios y hemos recibido el
inviolable patrimonio de la inmortalidad. Este es el mensaje que Jesús vino a
traernos. Esta es la otra Navidad.
Dios es un Padre amoroso que no
necesita leyes escritas, ni prohibiciones, ni castigos; que no lleva la cuenta
de tus obras y al que puedes hablar de tú a tú. Nadie escapa al amor de Dios.
Nadie puede ofender a Dios. Somos los humanos los que nos empeñamos en salvar y
condenar.
Él vive contigo tus soledades, tus
errores, tus alegrías, tus dudas, tus odios, tus humillaciones, tus riquezas y
tus pobrezas, tus ansiedades, tus enfermedades, tu ignorancia, tu cobardía o tu
valor, tu generosidad, tu servicio a los demás...
Él suscita la necesidad de saber
quién eres, por qué estás en la vida, qué te espera después de la muerte, la
necesidad de hallarle... Lo hallarás si lo deseas. Solo si lo deseas.
Búscalo. Ponte en sus manos. Deja que
se haga su voluntad. Dios responde y una fuerza arrolladora se pondrá a tu
servicio. Hacer la voluntad de Dios es confiar en Él. No hay que renunciar a
nada. Tus ideas, tus iniciativas, tus decisiones... son tuyas.
Algún día sabremos. Algún día
conoceremos... Las dudas son inevitables. Las empuja la propia vida. El método
científico nunca te servirá para llegar a Dios, de la misma manera que nunca
servirá para medir la belleza, la poesía, la ternura... Pero lo que no vemos,
también existe.
No trato de convencerte. Encontrar
esta Navidad es siempre un hallazgo individual, una experiencia personal y
espiritual. Si Dios te toca, el alma se pone en pie y ya nada será igual.
La vida, mientras permanezcamos en
ella, es lo más valioso que nos ha sido confiado. Vive lo bueno y lo malo. De
eso se trata. Esta experiencia en la carne es única.
NACE LA LUZ EN TI
Cuando la indiferencia y la
desilusión aprisionan tu corazón...
A veces parece que todos los caminos
se cierran, que la noche es eterna, que el invierno ha congelado los corazones,
que no existen más rosas, que tu destino son lágrimas, que no hay sino soledad
para ti, que han desaparecido las estrellas, que la sonrisa se apagó sobre la
tierra, que los días son cortos y lluviosos, que las noches son interminables y
sin luna, que no hay espacio alguno para tus pies, que no hay salida en la
calle de tu vida, que la indiferencia y la desilusión aprisionan tu corazón...
Pero aún entonces puedes confiar que
tú eres un camino eterno y abierto, que tú eres un día luminoso, que en tu alma
no hay estaciones, solo las hay en tu mente, que hasta en el desierto más árido
y seco hay una flor, que las lágrimas como el agua, dan vida y fecundidad, que
tú eres el mejor amigo de ti mismo, que tu alma es un cielo lleno de luz y de
estrellas, que dentro de ti el rostro de la vida sonríe, que en ti está el sol
radiante, solo es noche si le das la espalda, que el mundo es ancho y no ajeno,
sino tuyo porque tú eres el mundo, que norte, sur, este y oeste son puntos para
tu elección, que tú eres amor pleno.
Estás destinado a dar, más que a
recibir. Ten confianza porque, aunque tu mente te hable de puertas cerradas y
de soledad, ese es un engaño temporal y pasajero. Tú estás destinado a ser luz
para muchos que necesitan de tu luz y de tu amor. No te quedes encerrado en tu
rincón. Haz que hoy sucedan cosas buenas.
ESPARCE TU LUZ
¿Qué mundo estamos haciendo? ¿En qué
sociedad vivimos?
Tenemos más tecnología y menos
humanidad que nunca. Vivimos demasiado encerrados en nosotros mismos, centrados
en nuestras cosas, en nuestro yo, yo, yo. Hemos creado una sociedad en la que
tratamos a los demás como “BULTOS”. Hay muchas personas que respecto al cariño,
al respeto y al afecto, están viviendo una época de escasez, están viviendo en
el umbral de la pobreza.
Ninguno de nosotros va a cambiar la
sociedad en que vivimos. Los discursos grandilocuentes son bonitos, pero poco
efectivos. Nos encanta solucionar el mundo, proponer ideas para que otros las
lleven a cabo, quejarnos de quién hace qué o deja de hacer qué, pero al final,
lo único que cuenta es lo que cada uno de nosotros puede hacer modestamente
para ayudar.
En vez de quejarnos de lo inhumanos
que somos, de cómo se ha vuelto el mundo, podemos decidir cómo tratamos a las
personas con las que interactuamos cada día. Eso sí depende de nosotros, eso sí
que está en nuestras manos. Lo que decimos, lo que hacemos, eso sí depende de
nosotros, ahí sí que podemos influir y no en lo que hacen los demás. Como decía
la Madre Teresa de Calcuta, “Toda la calle estaría más limpia si cada uno se
encargara de limpiar el espacio delante de su puerta”.
Estamos en este mundo para ayudarnos,
para hacernos la vida más agradable unos a otros. La vida cobra todo su sentido
cuando la enfocamos a ayudar a los demás. Estamos programados así, nos guste o
no.
Tu bienestar y el de los demás se
encuentran inevitablemente unidos. Cuanto más contribuyes a hacer felices a los
demás, a que se sientan bien, a su bienestar, más feliz te sientes tú y cuanto
más feliz te sientes tú, más te apetece ayudar a los demás. Hay pocas cosas que
proporcionen al ser humano, salvo que tenga una patología, tanta satisfacción
como ayudar a otra persona, compartir algo, sentir que ha contribuido a hacer
un poco más felices a los demás.
Si no cuidamos de los pequeños detalles,
hacemos de esta vida una cosa áspera y desagradable. Una palabra amable, un
elogio, un beso, un abrazo pueden, en un segundo, superar un dolor enquistado
desde hace semanas meses o años. Así de fuerte es el sentimiento del amor, del
aprecio, del reconocimiento.
Decide ser amable, decide ser
cordial, decide ser educado. Usa las palabras por favor y gracias. Trata a los
demás como te gustaría que te trataran a ti.
Si queremos un mundo mejor, tenemos
que empezar por provocarlo nosotros. Ayudar al que más lo necesita es lo más
grande que un ser humano puede hacer por otro. Por justicia. Por amor. Este es
el gran secreto de la vida. Hay personas que lo han descubierto y otras que
siguen sufriendo porque lo siguen buscando.
La madre Teresa de Calcuta tiene otra
frase genial: “Que nadie llegue jamás a ti sin que al irse se sienta un poco
mejor y más feliz”. Si te puedes aplicar esta frase, eres una persona muy
grande, tú ya has triunfado en la vida. Tal vez no tengas casa ni coche, pero
seguro que saldrás de esta vida por la puerta grande.
FELIZ NAVIDAD
Fuente: La Iluminacion Espiritual
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