Slow Food presenta su
nuevo documento: la solución es la agroecología
“Deberíamos celebrar la biodiversidad
cada día, no solo el 22 de mayo”, comenta Edie Mukiibi, vicepresidente de Slow
Food, red mundial de comunidades locales fundada en 1989 con el fin de
contrarrestar la desaparición de las tradiciones alimentarias locales y la
difusión de la cultura del fast food. El dirigente señala que “la biodiversidad
es lo que permite a los sistemas agrícolas resistir y superar los problemas
medioambientales, las pandemias y las crisis climáticas”, como también “ofrece
servicios esenciales para el ecosistema, como la polinización y la fertilidad
del suelo”. Y no solo eso, porque además “permite producir alimentos con menos
impacto sobre los recursos no renovables y menos influencias externas, como los
pesticidas”. Por todo ello, destaca, la biodiversidad “es esencial para nuestra
supervivencia”.
Hace más de 20 años que Slow Food
trabaja en la biodiversidad que sustenta la agricultura y la producción
alimentaria: especies y variedades de plantas, razas animales, insectos
beneficiosos, microorganismos, ecosistemas, conocimientos y cultura.
Fue una de las primeras
organizaciones que centró la atención sobre la diversidad doméstica (variedades
y especies cultivadas) y fue la pionera en todo el mundo en considerar las
técnicas de elaboración y los productos elaborados (como panes y quesos) como
parte integral del patrimonio de nuestra biodiversidad.
“Ahora más que nunca, si queremos
garantizar una comida buena, limpia y justa para todos, tenemos que empezar por
la biodiversidad e invertir un modelo de producción que sigue generando
desastres medioambientales y sociales, y socavando los cimientos de la
seguridad alimentaria, tanto para las generaciones actuales como para las del
futuro”, advierte Mukiibi.
Abejas y agricultores
Con ocasión del Día Internacional a
Diversidad Biológica, Slow Food presenta su documento de posición “If
biodiversity is alive, so is the planet” (“Si la biodiversidad está viva, el
planeta también”), en el que destaca los principales desafíos a los que se enfrenta
nuestro planeta y presenta posibles soluciones, comenzando por las prácticas
agroecológicas.
La agroecología permite preservar y
regenerar la fertilidad del suelo y reducir considerablemente el uso de
productos químicos sintéticos en la agricultura. Esto es especialmente
relevante hoy, cuando también se celebra el Día Mundial de las abejas. El 40%
de la producción agrícola depende de las polinizadoras y una gran parte de este
trabajo lo llevan a cabo los insectos: abejas, avispas, mariposas, polillas,
escarabajos, hormigas, etcétera.
Europa está perdiendo una tercera
parte de sus poblaciones de abejas y mariposas por los pesticidas, los
monocultivos, el exceso de construcción, el cambio climático y el transporte de
especies exóticas.
Al respecto, la directora de Sloww
Food Europe, Marta Messa, afirma que “tal y como exigimos en la Iniciativa
Ciudadana Europea ‘Salvemos a las abejas y a los agricultores’, es necesario
restablecer los hábitats y las zonas agrícolas deben convertirse en un vector
de recuperación de la biodiversidad. Debemos apoyar a los productores en la
transición necesaria del uso elevado de los pesticidas hacia la agroecología,
basada en la biodiversidad local.
Organismos microscópicos,
base de la biodiversidad
En lo que respecta a nuestra comida,
estamos rodeados de biodiversidad, aunque no la veamos: los microorganismos del
suelo garantizan su fertilidad, mientras que los alimentos fermentados, como el
pan, el chocolate, el queso, el vino y la cerveza son producto de la
biodiversidad microbiana.
La fermentación se lleva a cabo
gracias a la levadura, a hongos y bacterias que se encuentran en el suelo, en
los pastos y en los entornos de producción.
La levadura aumenta el contenido de
nutrientes de los alimentos, los enriquece con flora microbiana probiótica y
les proporciona unas características sensoriales únicas.
Para proteger la biodiversidad
microbiana, Slow Food promueve los productos naturales: quesos sin encimas
industriales, pan leudado de forma natural, charcutería sin aditivos ni
conservantes y vinos con levaduras autóctonas.
“Nos enfrentamos a una pandemia
provocada por un virus que ha desarraigado nuestras vidas. Esto debería hacer
que nos detengamos a pensar sobre la importancia de los organismos
microscópicos como base de la biodiversidad”, explica Serena Milano, secretaria
general de la Fundación de Slow Food para la Biodiversidad.
La destrucción de los hábitats
naturales y la consecuente pérdida de biodiversidad crean unas condiciones
propicias para la difusión de enfermedades zoonóticas y elevan el riesgo de
epidemias como resultado del contagio (la transmisión de virus de animales
salvajes a especies domesticadas y seres humanos).
Y esto no acaba aquí: la
biodiversidad contribuye a una dieta saludable y diversificada de distintas
maneras. Las variedades vegetales y razas animales autóctonas —así como las
especies salvajes— suelen tener un mayor contenido de nutrientes que las versiones
comerciales y cultivadas correspondientes.
Los alimentos y hábitos alimenticios
que son buenos para la salud son también los que menos impacto tienen sobre el
medioambiente del planeta.
El mercado dominado por
pocas variedades
“Tenemos que apoyar a las comunidades
locales que han seleccionado, conservado y reproducido las semillas, mejorando
el rendimiento, el sabor y el valor nutricional de una gran cantidad de
vegetales, legumbres y cereales”, añade Milano.
Desafortunadamente, el 75% de las variedades
de cultivo que existían a principios del siglo XX se han perdido y tres
especies —el maíz, el arroz y el trigo— suministran el 60% de la energía
alimentaria de todo el mundo. Dos ejemplos: existen 5.000 variedades de patata
autóctonas en el mundo, pero el mercado mundial está dominado por 4 variedades
comerciales; lo mismo sucede con los plátanos, de los que solo una variedad
domina el mercado mundial pese a que existen más de 500.
Lo mismo sucede con las razas
animales: un 26% de las 8.803 razas catalogadas en todo el mundo está en
peligro de extinción y se desconoce el estado del 67 % de ellas. La industria
se basa en muy pocas razas comerciales, seleccionadas por su rendimiento lácteo
y/o cárnico y criadas de forma intensiva sin acceso a espacios abiertos,
tratadas con antibióticos, alimentadas con forraje industrial y transportadas a
grandes distancias.
Como resultado de este modelo, el
sector de la zootecnia es responsable del 14,5% de los gases de efecto
invernadero. Para remediar la pérdida de biodiversidad animal es necesario un
modelo de ganadería basado en la diversidad y que valore la adaptabilidad de
las razas locales y sus vínculos con las zonas y los pastos locales.
Vulnerabilidad de los
pueblos indígenas
“Estamos pasando por un momento
difícil a nivel mundial y los pueblos indígenas son más vulnerables que nunca”,
comenta Dali Nolasco Cruz, indígena nahua y coordinadora de la red indígena
Terra Madre para América Latina y el Caribe. “Existe una deuda histórica con
nuestros pueblos. Somos los guardianes del 80% de la biodiversidad mundial.
Nosotros, los pueblos indígenas del mundo, reafirmamos nuestro compromiso con
la lucha por nuestros derechos, por la defensa de nuestras tierras y por
nuestra soberanía alimentaria. Hacemos una llamada a la acción a todos los
pueblos indígenas del mundo —jóvenes, mujeres, niños y hombres—, a las
instituciones nacionales e internacionales, para que juntos podamos escribir el
futuro de la comida y construir el mundo que queremos”.
Serena Milano concluye: “La
biodiversidad está por todas partes, y protegerla con la agroecología es la
única solución que tenemos para preservar las comunidades locales, la comida
local y el planeta. Este es el mensaje que Slow Food llevará a la decimoquinta
reunión de la Conferencia de las Partes del Convenio sobre Diversidad Biológica
(COP 15) que se llevará a cabo en octubre y donde se adoptará el nuevo marco
mundial de la diversidad biológica posterior a 2020”.
Fuente: Tu Mismo
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