Que
toda cosa está entretejida con todas las otras es una evidencia que cada vez
más rotundamente nos confirma la ciencia, como si hiciera eco de antiguas
tradiciones espirituales. Puntos nodales que son cruce de los mismos hilos,
habitantes de un solo tejido que integra todas las dimensiones, notas distintas
de la misma sinfonía, en el lienzo multicolor de la gran cadena de la vida, se
revela el paisaje inagotable de una indivisible integridad. La luz, la sombra,
el vacío y la materia, la gravedad, la levedad, la religión, la ciencia, son
aspectos complementarios de la misma integridad, que se contrae en la unidad y
se expande en la diversidad. La unidad es un proceso continuo de conectividad
que integra por resonancia armónica las distintas dimensiones de los seres y
las cosas.
Esa
unidad, que no es homogénea pues revela siempre la belleza de lo que es
diverso, no es sin embargo nuestra vivencia cotidiana.
Podríamos
preguntarnos ¿porqué tantas veces nosotros nos desconectamos de nosotros, de
los otros y de todo lo otro ? A nivel humano la opción de separarse es posible,
aunque ello implique la negación de nuestra misma esencia. La unidad no es algo
que se consigue. Es lo que se es. Tratar de conquistarla afuera no tiene
sentido, si ya la hemos negado adentro. Tratar de buscarla por imposición o por
decreto es condenar la unidad de lo diverso a la totalidad sin alma. El
totalitarismo en todos los niveles niega la unidad, es fundamentalismo que en
nombre de la unidad y la verdad, rechaza la belleza y la verdad de una
integridad que sólo puede afirmarse en la diversidad.
Al
fin de cuentas uno es uno, porque lo contiene todo y en todo está contenido. En
nuestra más intima intimidad subyace la unidad. Nuestra más aparente diversidad
es la expansión de esa recóndita unidad. El observador es el mismo, uno mismo,
la unidad de toda esa diversidad que puede mirar un mundo diferente si cambia
de lugar. Todo es un asunto de perspectiva. Si pudiéramos cambiar nuestro punto
de observación veríamos un mundo diferente, afuera, adentro. Y si pudiéramos
observar el observador, y unir sus distintas posiciones y observaciones,
integrando todas las posibles dimensiones, ¿ qué ocurriría.?
Entonces
sería posible integrar todas las dimensiones en una dimensión global y
disfrutar la obra de arte de la vida. Integrar nuestro cuerpo, escucharlo, comprenderlo,
amarlo. Aprender del dolor, navegar por el océano de nuestras emociones,
disfrutar el cielo de la mente y viajar con el vehículo de la personalidad
hacia nosotros mismos, para descubrir que somos universo. Para vivir la salud
que es integridad. Diversidad. Expansión de la unidad.
Cómo
encontrarnos a nosotros? Qué nos dicen las tradiciones sagradas de la tierra de
este viaje a la unidad? Será posible en medio de todo el ruido de los
separatismos emprender el viaje definitivo a uno mismo para encontrarse al fin
de cuentas la vivencia de ser uno con todo lo demás?
La
física busca una teoría que represente la gran unificación de todas las
fuerzas, la química nos revela la alquimia de la fusión de reactivos para dar
lugar a la emergencia de compuestos nuevos, la biología describe la aventura de
la vida en un ascenso que representa una síntesis cada vez más incluyente; la
religión es la ciencia de la unión del hombre a un Dios de amor, no sólo
trascendente sino sobre todo interior; la psicología trata de recrear la unidad
esencial de las distintas facetas de la personalidad con el alma humana.
Yo
me busco cuando te busco; cuando me encuentras te encuentro y nos completamos.
En esa resonancia recíproca, con todo eso otro que da sentido a ser nosotros,
la magia de la danza, la integridad de la vida. Disfrutamos, participamos, y en
el campo unificado de la diversidad surge la verdad de la unidad subjetiva con
todo lo otro ·Más allá de todo entendimiento comprendemos que somos universo.
Una sola tierra. Una sola humanidad.
Dr.
Jorge I. Carvajal Posada
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