Las estrechas
definiciones de la salud --especialmente de la salud mental-- y las presiones
de la sociedad para que las personas estén sanas y felices según los
estereotipos hacen que el dolor o cualquier condición de malestar sean
prontamente rechazadas. Pareciese que el menor asomo de un estado que no es el
ideal según lo establecido convencionalmente, o que nos genera un poco de
incomodidad, es la señal inequívoca para reaccionar de manera inmediata, ya sea
tomando un medicamento o una actitud para contrarrestar el estado que se
presenta como un cambio.
La profesora de
psiquiatría de la Universidad de British Columbia, Joann Cheek, escribe sobre
este estado de alarma condicionada en el que vivimos actualmente:
Me preocupa que la
salud mental hoy en día es vista como la ausencia de dolor mental, una línea
recta de felicidad, o simplemente nada de emociones, y no, en cambio, la
habilidad de llevar una vida significativa con altibajos, pese al dolor que
conlleva... ¿Qué tanto de nuestro sufrimiento mental es creado por nuestros
intentos de evitar la incomodidad, en vez de darnos cuenta que podemos permitir
tolerar y experimentar nuestras experiencias difíciles?
La realidad del mundo
es que las dificultades y el dolor son parte de la vida, incluso de la persona
más feliz, sana y afortunada. No hay forma de evitar el dolor, sólo es posible
postergarlo. Por otro lado una actitud abierta de aceptación tiene una clara
ventaja: se acerca a las cosas sin aprehensión y así genera menos tensión.
Esto, por otro lado, parece ser la percepción correcta de la realidad, ya que
si bien el dolor es inevitable, igualmente real es que es impermanente. Si es
impermanente, ya que por más intenso que sea no será igual, y habrá momentos en
los que podremos descansar --siempre aguarda la muerte-- no tiene sentido y
reaccionar ante él y generar una tensión mental extra. Esto nos lleva a otra
parte de la ecuación que, con ecuanimidad ante las sensaciones y con propósito
de vida más allá de la vicisitudes de nuestra salud, el dolor no tiene que
transformarse en sufrimiento, puede simplemente experimentarse como es sin
formar una adherencia emocional.
Cheek nota que existe
una tendencia en la terapia a que los pacientes dejen de utilizar técnicas o
medicamentos para evitar o suprimir una sensación desagradable. Esto además de
que parece ser una estrategia más inteligente para lidiar finalmente con un
problema, tiene el beneficio de permite que la persona se conozca a sí misma y
crezca. Se menciona comúnmente que cualquier síntoma es un mensaje que debemos
escuchar y que si simplemente anonadamos la sensación, pues, se pierde el
mensaje que necesitamos tal vez escuchar ya que podría obedecer a un problema
más profundo. Asimismo, es un lugar común decir que las personas son tan
fuertes como las experiencias que han tenido y que el sufrir y atravesar
estados críticos enriquece la mente o el alma de un individuo --esto es cierto
en la medida de que la experiencia haya podido ser integrada y haya generado un
aprendizaje. Dice el maestro zen Thich Nhat Hanh, "sin el lodo, no puedes
crecer la flor de loto".
El amor a la vida es la
capacidad de ensuciarse y de hacer cosas que en primera instancia podrían ser
poco placenteras con un sentido propósito. El buscar sólo vivir del lado
soleado de la calle nos hace perdernos de toda una dimensión de plenitud
existencial que a la larga acaba siendo un impedimento en nuestra capacidad de
sentir y manejar la gran diversidad de sucesos que presenta la vida.
"Cuando evitamos las emociones no deseadas acabamos perdiéndonos de las
que nos vitalizan también", dice Cheek, quien agrega que en los casos más
difíciles es importante "aceptar suavemente la emoción difícil a la vez
que nos movemos hacia una dirección que nos ayude a largo plazo". Esto es,
no resistirse a una emoción o a un estado de nosotros que nos parece
desagradable y , aceptándolo, puesto que es una realidad, trabajar al mismo
tiempo para lograr un estado diferente, que puede ser más positivo. Pero la
positividad no nace de rechazar lo negativo sino de abrazarlo.
Fuente: Harmonia . La
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