Autor: Alvaro Pedro
Mantilla, MD-Otorrinolaringólogo Especialista en medicina alternativa y
complementaria
Para nadie es
desconocido que la deshumanización de la medicina se ha incrementado en los
tiempos modernos. En ello ha influido la llamada “socialización de la
medicina”, que busca un mayor acceso de la población a los servicios médicos,
pero que restringe, a veces enormemente, el contacto cálido, humano,
profesional y afectivo con el paciente y sus familiares, así como el acceso a
otras opciones de tratamiento que impactan fuertemente en la mejoría de la
salud, como por ejemplo la medicina alternativa o complementaria.
Afortunadamente, ha
venido creciendo una sana concepción acerca de la medicina integral o
integrativa, ciencia que considera al ser humano como un todo, no como un
sistema aislado, como ocurre a veces cuando se visita al especialista
convencional.
Este concepto de salud
en que se basa la medicina integral, le propone al paciente, para su
tratamiento curativo o preventivo, un enfoque lógico de la enfermedad, la cual
no es más que un desbalance entre lo físico, lo emocional y lo ambiental.
De este modo, aunque se
visite a un especialista de cualquier área, no se considera sólo el órgano o
sistema afectado, sino que el enfoque es global, permitiendo así una versión
holística del individuo.
Voy a dar algunos
ejemplos que le pueden hacer entender cómo prácticamente todas las enfermedades
requieren este enfoque planteado por la medicina integral, porque de lo contrario
estaríamos “tapando el sol con las manos”, como suele decirse coloquialmente.
En otras palabras, no
se estaría considerando el origen de una posible enfermedad y esto conduce a
que se traten sólo los síntomas: los efectos y no las causas. Debe recordarse
que este enfoque no riñe, en absoluto, con la tecnología y los innegables
avances de la ciencia convencional en genética, imágenes diagnósticas, cirugía
robótica y desarrollos de última generación.
Ejemplos contundentes
Una enfermedad muy
frecuente en nuestro medio es la rinitis alérgica. Se considera que
aproximadamente un 30% de los pacientes presentan en alguna época de su vida
una manifestación, entre leve y severa, de este tipo.
Esto genera un gran
impacto en costos de salud y calidad de vida. Esta enfermedad es
predominantemente de origen genético; sin embargo, se dispara particularmente
en los niños por los efectos de la alimentación nociva (falta de lactancia
materna, colorantes artificiales, comida chatarra, gaseosas, etc.) y del
ambiente contaminado (polvo, ácaros, detergentes, ambientadores, caspa y pelos
de animales, polen, etc.).
Esta afección es
crónica y, por lo tanto, resulta frecuente ver a los pacientes deambulando por
las consultas médicas generales y especializadas buscando para ellos o para sus
hijos algo diferente a la trajinada loratadina y el suero fisiológico. No
obstante, muy pocos refieren que el médico haya profundizado en el origen de la
enfermedad.
A los pacientes suelo
preguntarles sobre detalles de su alimentación actual o durante la primera
infancia, algo sobre lo que no los interrogan en la consulta, y mucho menos los
educan sobre cómo mejorar el ambiente en el cual se mueven para disminuir los
agentes alergizantes a los cuales están expuestos.
Por lo general, ninguno
es sometido a un examen general en busca de manifestaciones de alergias en la
piel, conjuntivitis e irritaciones oculares, síntomas de infecciones
respiratorias (muchos de ellos son asmáticos en potencia, aunque no lo saben).
Casi ninguno de estos
pacientes es sometido a estudios inmunológicos. Actualmente existen algunos de
última generación llamados Rast, los cuales permiten identificar alergias
específicas a los ácaros, polen, pastos, pelos de mascotas, hongos etc., cuya
detección permite la posibilidad de aplicar una inmunoterapia, es decir, una
vacuna contra lo que el paciente es alérgico. Con esta opción terapéutica se
abre una posibilidad de verdadera cura para la enfermedad.
En cuanto al
tratamiento, pocos han tenido la oportunidad de recibir información acerca del
manejo con medicina alternativa complementaria y acupuntura, posibilidades que
son ampliamente difundidas y probadas en Europa y Norteamérica, ya que logran
la estabilización de los pacientes alérgicos, con prácticamente ningún efecto
secundario y sin la utilización de corticoides, muy cuestionados por los
posibles efectos adversos cuando se consumen en altas dosis.
Con el anterior ejemplo
vemos cómo la medicina integral es una opción lógica en el manejo de las
alergias, como lo es en el manejo del dolor crónico, tinnitus, zumbidos de
oído, vértigo, problemas de sueño, fibromialgias, estrés crónico, gastritis y
faringitis crónicas, solo por mencionar algunas de las enfermedades más
frecuentes y altamente incapacitantes. Ninguna de las anteriores puede ser
exitosamente controlada sin encontrar la causa, sin conocer el enemigo, pero
sobre todo sin conocer el entorno que rodea al enfermo.
Álvaro Pedraza
Mantilla, MD
Fuente: Equilibrium
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