Tal
y como lo conocíamos, el mundo exterior ha cambiado debido a que el modelo de
producción y crecimiento que alimentaba nuestro sistema económico ha llegado a
su fin. Llegó cuando en 2015 el petróleo alcanzó el pico máximo de producción.
A raíz de ese momento ya no era posible satisfacer la demanda mundial para
continuar creciendo al mismo ritmo, por lo que era inevitable que ocurriera un
colapso económico, cosa que anticipamos en marzo de 2019 en nuestro artículo
“Inevitable espiritualidad”. Lo que parecía imposible se cumplió puntualmente
junto a la pandemia, también preconizada en tal artículo.
Todo
ha dejado de ser como antes. Esto es una realidad. Anitya, la impermanencia,
vuelve a hacer acto de presencia. Cualquier esfuerzo por retornar nuestra
anterior forma de vida está condenado al fracaso. El modelo económico y
productivo se ha derrumbado y con él nuestro modo habitual de vida. Los
paradigmas han cambiado, por lo que todo lo que antes era útil por necesario,
ahora es inútil por obsoleto. La naciones parecen querer regresar al patrón oro
para respaldar sus monedas, el valor fiduciario que desapareció en los años 70
y que permitió multiplicar el dinero sin límite, prometiendo una prosperidad
casi infinita, se encontró con el techo de los recursos naturales. Semejante
modelo de producción y crecimiento ha llegado a su fin y todo indica que es
preciso cambiarlo.
Es
probable que el dinero tal y como lo conocemos cambie también de modelo y
termine siendo digital. El modelo empresarial y laboral tendrá otra realidad,
la cual comienza a aparecer con el teletrabajo. Muchas empresas nacerán, pero
será a costa de muchas otras que desaparecerán. El sistema de pensiones se verá
menguado sensiblemente y los impuestos incrementados. Todo ello aumentará la
tasa de empobrecimiento social con el consiguiente riesgo de revueltas
sociales. Sin olvidar la posibilidad de un conflicto entre potencias mundiales,
ni posibles catástrofes naturales, como el desplazamiento de las plataformas
tectónicas intercontinentales, con los consiguientes terremotos y erupciones
volcánicas.
Mientras
todo esto sucede, o no, emergerá un nuevo modelo social-económico que por el
momento no es posible anticipar. Todavía no disponemos de una imagen nítida al
respecto. Como mínimo serán necesarios dos años de un sensible ajuste
social-económico-laboral antes de tener un mínimo de perspectiva y claridad
sobre la dirección hacia dónde nos dirigimos a nivel mundial. Nos enfrentamos a
un periodo de cambios intensos donde hemos de aprender a navegar en aguas
nuevas, siempre sin olvidar el factor sorpresa de lo inesperado. El Océano de
la Incertidumbre no es fácil de navegar, pero sí posible. ¿Qué lo hace posible?
Nuestro rumbo interior.
Es
posible –seguro– que el mundo exterior está inmerso en un profundo cambio, pero
¿cuando no? La diferencia es que ahora es muy evidente. No hay que temer a
tales cambios que suceden de manera cíclica cada varias décadas. La sociedad
necesita transformarse para mantenerse. Siempre ha sucedido así y continuará
haciéndolo. Sin embargo, las necesidades básicas y esenciales del ser humano
siguen siendo las mismas, no solo en el mundo exterior, sino también en el
interior. Por este motivo, es preciso tener un rumbo definido para poder
aferrarnos al timón y capear el temporal que viene, tanto en lo externo como en
lo interno.
Nuestra
propuesta de trabajo interior nunca ha consistido en mirar hacia otro lado y
obviar lo que está sucediendo, ni fuera ni dentro de nosotros mismos. Siempre
hemos considerado que es preciso mirar de frente a la realidad para observarla
tal y como es. Y desde ahí, conectar con nuestra presencia de ser para poder
obrar en consecuencia desde nuestro Corazón. Utilizamos el siempre cambiante
mundo exterior, así como las fluctuantes emociones y pensamientos como
instrumentos para obtener la conexión con el Sí mismo. Aferrarnos a nuestro ser
es, según nuestro punto de vista, el mejor modo de sortear los profundos
cambios que sobrevienen. Por este motivo, conviene recordar lo importante de
verdad.
Ahora,
más que nunca, es necesaria la meditación. Una práctica que nos conecte con lo
más auténtico de nosotros mismos. Si algo nos va a ayudar y ser útil de verdad
para sobrevivir a nivel físico y crecer a nivel espiritual es la conexión
consciente con el Ser. Ello nos dará la oportunidad de contemplar los
acontecimientos venideros con la claridad y el discernimiento necesario para no
dejarnos arrastrar por ellos. Sin duda que la tormenta pasará y el sol volverá
a brillar. Sin duda que aquellos que se mantengan fieles a sí mismos tendrán
mejores oportunidades de salir adelante. Por el contrario, la posibilidad de
verse arrastrados por las leyes del accidente y la casualidad, carácterísticas
del mundo de la ensoñación, son muy elevadas.
Ahora
más que nunca Silencio Interior continúa aquí, a tu lado, como siempre ha
estado. Gracias por estar tú al nuestro. Continuemos navegando juntos hacia la
luz del Ser. Esa luz siempre está ahí, guiando nuestros pasos. Sólo hay que
abrir los ojos para poder verla. No dejar que ningún velo ilusorio opaque
nuestra percepción. Entre todos lo conseguiremos, pues todos somos ya esa misma
luz invisible que nos hermana. Por muy oscuro que parezca estar el cielo,
sabemos que por encima de las nubes continúa brillando el sol.
Reflexiones
sobre la metafisica Advaita, publicado en
Silencio Interior
Fuente:
Silencio Interior – Escuela de Silencio
Me encantó. Sin duda que la tormenta pasará y el sol volverá a brillar. Sin duda que aquellos que se mantengan fieles a sí mismos tendrán mejores oportunidades de salir adelante.
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