El
maestro carpintero Cheu, en su viaje en el país de Tsí pasó junto al roble que
sombreaba el cerro del genio del suelo, en Köiu-yuan. El tronco de este famoso
árbol podía esconder un buey. Se elevaba recto a ochenta pies de altura y
esparcía unas ramas maestras, en cada una de las cuales se habría podido
excavar una lancha. La gente acudía por decenas para admirarlo.
El
carpintero pasó junto a él sin echarle ninguna mirada.
Pero,
¡mirad!, le dijo su aprendiz. Desde que manejo el hacha jamás he visto una
pieza de madera tan hermosa. ¡Y ni se digna a mirarla!
He
visto, dijo el maestro. Inadecuado para hacer una barca, un ataúd, un mueble,
una puerta, una columna. Madera sin utilidad práctica. Vivirá mucho tiempo.
Cuando
el maestro carpintero Cheu volvió de Tsí, pernoctó en Köiu-yuan. El árbol se le
apareció en sueños y le dijo: Sí, los árboles de madera hermosa son talados
jóvenes. A los árboles frutales se les rompen las ramas con el frenesí de
robarles los frutos. Su utilidad les resulta fatal a todos. Asimismo, yo
también soy feliz de ser inútil. A los árboles, nos ocurre lo mismo que a los
hombres. Si eres un hombre útil, no llegarás a viejo.
A
la mañana siguiente, el aprendiz preguntó al maestro: si este gran árbol es feliz
de ser inútil, ¿por qué se dejó hacer genio del lugar?
Lo
plantaron allí sin preguntarle su parecer, dijo el maestro, y además le importa
un comino. No es la veneración popular que protege su existencia, sino su
incapacidad para las utilidades comunes. Su acción tutelar se reduce a no hacer
nada. Tal es el sabio taoísta, que es colocado allí a pesar suyo y se abstiene
de actuar.
Fuente:
Osho Gulaab
https://www.oshogulaab.com/TAOISMO/TEXTOS/CHUANGTSE1.html
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