"La serenidad es un estado de íntima placidez no comparable con ningún otro. No sólo es la ausencia de inquietud, zozobra y ansiedad, sino la reconfortante vivencia de sosiego, bienestar y confortamiento interior. Es como un bálsamo para el cuerpo y para la mente, e incluso las funciones somáticas se ven beneficiadas y re¬guladas por este estado. En una era de ansiedad son pocas las per¬sonas que gozan de verdadera serenidad, aunque todos podemos ejercitamos para ganada y beneficiamos de ella. Mientras la ansie¬dad es una sensación displacentera y difusa que cursa como agita¬ción, incertidumbre y marcada inquietud, la serenidad, en sus antípodas, es una grata sensación que invade el cuerpo y la mente y nos permite vivenciar las cosas de modo muy distinto a como se hace cuando estamos anegados por la angustia. Desde la ansiedad o la melancolía, todo se ve teñido de zozobra o penumbra. La gran mayoría de las personas, cuando más, sólo tiene fugaces destellos de quietud, ya que en el trasfondo de su psique pervive una ansie¬dad «flotante» de mayor o menor intensidad.
Seguramente, el
estado más pleno del ser humano es la sereni¬dad. Ésta posibilita un
sentimiento de curativo contento que, al no rayar ni en la exaltación ni en la
desmedida euforia, es más estable. Nada hay más enriquecedor que ese estado
que, aunque se halla potencialmente en toda persona, conviene conquistado,
porque son muchos los factores externos e internos «ansiógenos», es decir,
¬productores de ansiedad y, por tanto, grandes enemigos de la au¬téntica
serenidad."
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