¿Quién de pequeña no se ha sorprendido con esa luna
persistente que se empeña en seguirnos?
Nos persigue y escudriña nuestros actos sin ningún tipo de
reparo.
En cambio el sol va a su bola, no se digna en prestar atención
a ningún terrestre, él, majestuoso sigue su camino cada día hasta llegar a la
cúspide y de nuevo elegantemente inicia su descenso hasta desaparecer cual
artista consagrado envuelto en oro, enaltecido y orgulloso de su
representación.
Así que a mí quien realmente me intriga es la luna.
Esa luna que lograba en mi niñez, que corriese por las calles
intentando despistarla; que mirará de soslayo, con la vana esperanza de haberla
despistado; que hacía que llorase ante tanta insistencia y que de mayor me
acompañaría en tantas y tantas noches en vela, noches de amor y suspiros,
noches de preocupación, noches de fiesta, noches de lágrimas...
Esa luna a la que tantos secretos conté.
Esa luna sabe todos nuestros miedos, conoce nuestros monstruos
y sabe todas nuestras penas y alegrías.
¿Cómo no amarla?
¿Cómo no temerla?
Autora: Rosa Francés Cardona (Izha)
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