Allí estaba una vez más leyendo las cartas en la feria
medieval de un pueblo cualquiera; la verdad es que cambian los pueblos, las
ciudades, las provincias; pero no las personas; las personas son las mismas en
todas partes.
Chicas buscando al amor de su vida, señoras preocupadas por si
sus hijos encontrarán trabajo, hombres que preguntan por cosas como ¿Quién
ganará la liga?
Sin embargo hay un porcentaje pequeño, que cuando entran ya
desprenden miedo, soledad, tristeza… estas son las que me asustan. Entran por
la cortina de la tienda igual que las demás, las recibo con mi vestido de
estrellas, mis manos ensortijadas, y mi pañuelo tipo zíngaro (muy metida en mi
papel), sin embargo cuando estas entran, mi sonrisa se congela.
No hace falta echarles las cartas para adivinarles el pasado;
un pasado triste y de sufrimiento. Nunca vienen por voluntad propia, suelen
venir en grupo, empujadas por las amigas, entre risas y empujones entran,
azoradas, con miedo a que descubra sus secretos más profundos, a que cuente lo
que realmente veo. No puedo evitar sentir su sufrimiento en mi piel, mis ojos
sin querer se inundan de lágrimas, pues muchas veces percibes que su futuro no
es mucho mejor ¿Cómo decir esto?
Ante la sorpresa de las amigas rientes, solo le cojo a ella la
mano y le auguro tantas bendiciones como este dispuesta a recibir, le acaricio
la mano con delicadeza y ella me mira con temor, pues en ese preciso instante
sabe lo que estoy viendo y se asusta terriblemente, en contestación a sus
interrogantes y asustados ojos solo sonrío y asiento, para que se tranquilice y
sepa que conmigo están a salvo sus secretos.
Cuando salen entre risas, me las ingenio para darle mi número
y decirle que me llame, sin que nadie se percate del movimiento, pues fuera
suelen estar sus parejas esperando a que las chicas terminen “sus tonterías de
chicas”.
La verdad es que pocas veces consigo que me llamen, cuando
salen suelen tirar el papel al suelo, sin embargo las pocas veces que llaman es
lo único que consigue que siga con este trabajo, que aguante tanto dolor, que
sin querer hace mella en mi alma y entristece mi psiquis.
Quedar con ellas, dejarles hablar y que vacíen su alma de
porquería es duro, más duro es decirles la verdad, que el cambio pasa por
ellas, que deben de sacar fuerzas de su flaqueza y salir adelante, plantar cara
a todo aquello que les daña y saber que solo son merecedoras de amor; no sé si
por mi papel o porque saben que es verdad lo que les digo, pero esta charla
suele causar un cambio en sus vidas, pues al despedirme vuelvo a coger sus
manos entre las mías y con los ojos cerrados intuyo como el futuro tormentoso y
atribulado que veía se diluye dando paso a una pequeña pero esperanzadora luz.
Autora: Rosa Francés Herbasana (Izha)
Que bello Izha!!! esa comprension del dolor del otro, esa vision desde el Amor. Gracias por compartirlo amiga del alma!!! Abrazos!!
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