CAMBIO DE HÁBITOS

 


Cómo lograr el control del deseo automatizado

 

El cerebro, habitualmente, no lo usamos tan intencionalmente como pensamos, ni siquiera cuando nos enfocamos en una tarea específica, ya que la mente continúa creando imágenes que están fuera de nuestro control. Así sucede y así es.

 

Todos conocemos alguien que vive acorralado por sus pensamientos negativos, con aprensiones y preocupaciones –reales o no– que están en su mente, y le resulta imposible desprenderse de ellos.

 

Entre paréntesis, también en personas con depresión crónica los pensamientos fondean en recuerdos negativos potenciados por la imaginación, haciendo que estos individuos sean incapaces de liberarse de ellos.

 

La mayoría de las decisiones que tomamos cotidianamente puede parecernos el resultado de nuestra propia reflexión, pero en realidad no es así: provienen de la conjugación de hábitos e intuición. Sin que nos demos cuenta, los hábitos se instalan y se transforman en rutinas que parecen inamovibles, conduciendo nuestra vida.

 

Charles Duhigg, periodista ganador del premio Pulitzer y autor de “El poder del hábito”, afirma que los hábitos surgen porque “el cerebro siempre está buscando una forma de ahorrar esfuerzo”, algo que la neurociencia viene sabiendo desde hace tiempo.

 

Por este motivo resulta clave desarrollar la voluntad y la creatividad, de lo contrario, si anulamos estos aspectos, el cerebro probará convertir cualquier rutina en un hábito, de forma tal que trabajará lo menos posible.

 

Una prueba de lo dicho es que existen buenos hábitos que nos ayudan a tener una mejor vida: el hecho de levantarnos todos los días a la misma hora, lavarnos los dientes, nutrirnos sanamente, disfrutar de la naturaleza, practicar un deporte, entre otros.

 

En el polo opuesto están aquellos hábitos que complican la vida: beber o comer excesivamente, ir muy tarde a la cama, ser adictos al móvil, a la tele…

 

La buena noticia es que los hábitos se pueden cambiar y la cuestión gira en torno a tomar seriamente el desafío. En caso de asumir que no somos capaces de cumplirlo por nuestra cuenta, hay que buscar ayuda. Para ello podemos buscar profesionales formados en la aplicación de estrategias mentales y emocionales que fortalezcan el control del deseo automatizado.

 

Podemos aprender a dirigir el pensamiento, tomando contacto con la experiencia y el mundo emocional a fin de cambiar los roles que hemos internalizado como “normales”, y mediante los cuales nos conducimos por la vida.

 

Una cuestión importante para tener en cuenta: podemos convertir todo lo que deseamos en algo mucho mejor… siempre que transformemos nuestra actitud y cambiemos “el color del cristal” con el que vemos nuestras experiencias.

 

Todo cambio que queramos conseguir depende de cuándo, dónde y para qué lo queremos alcanzar. Debemos querer hacerlo y perseverar para la consolidación del proceso de transformación.

 

Pero antes necesitamos descubrir qué deseo (¿o carencia?) existe detrás de tal comportamiento. Si no lo logramos, podemos perder el control de la vida y sentir que estamos sujetos en un entramado invisible que parece imposible superar. Cuando tengamos claro qué se esconde y mueve la conducta, debemos ejercitar el pensamiento para invertir el hábito.

 

Además, hay que considerar que la base del poder de transformación reside en la actitud que uno tiene hacia sí mismo: cómo es el diálogo interior y cómo me trato, puesto que la construcción mental de cómo una persona se percibe a sí misma es el punto central de la personalidad y el principal factor que impulsa todo cambio que queramos realizar.

 

Del mismo modo, es importante reconocer que los cambios se realizan de manera progresiva y casi imperceptible. Recordémoslo, porque muchos creen que deberían ser rápidos y evidentes, pero no, los cambios de pensamiento y emocionales se dan de aquella forma, progresiva e imperceptiblemente.

 

Duhigg lo expresa de esta manera: “Son los pequeños triunfos los que producirán los cambios de hábitos generalizados”. Sin paciencia, hay que decirlo, resultará muy dificultoso que progresemos certera y eficazmente.

 

Y si cambiamos violentamente una conducta sin haber cumplido el proceso conveniente a nivel emocional y mental, sin las habilidades requeridas, lo más posible es que regresemos al comportamiento no deseado.

 

Finalmente, al lograr encauzar nuestra mente y nuestra voluntad, surge un mecanismo de regulación emocional que hace posible detectar nuestras necesidades y el modo de responder a ellas de una forma más clara. En otras palabras, es como si al organizar los pensamientos y la conducta se fortalecieran la creatividad y la sensibilidad, ampliando el entusiasmo, y la vida se percibe más entretenida y atrayente.

 

Silvia Cacciatore

 

Fuente: Tu Mismo

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