PREGUNTAS SIN IMPORTANCIA

 


No se trata de meditar muchas horas, sino de algo a comprender. Y, ahora sí, una vez que la comprensión ha sobrevenido, es cuando se torna preciso profundizar en el objeto de tal comprensión. Es en ese momento cuando meditar pasa a convertirse en una necesidad. Escribe Emilio J. Gómez.

 

(c) Can Stock Photo / rnl

La meditación es el instrumento idóneo para profundizar en lo comprendido, aunque tal comprensión no sea intelectual, porque no lo es. Se trata más bien de un estado de consciencia al que se llega de un modo intuitivo. Estado que no es posible transmitir a través de la palabra, bien sea hablada o escrita.

 

¿Buddha alcanza la iluminación porque se sienta en meditación todo un día y una noche? Bueno, al menos, eso es lo que nos ha transmitido la tradición oral. Sabido es que Buddha no dejó legado alguno escrito y que hasta más de 400 años después de la supuesta fecha de su fallecimiento no se escribió el primero de sus discursos, supuestamente preservados en la memoria de sus discípulos y transmitidas de boca a oído.

 

En este caso, el planteamiento también podría ser así: a nivel intuitivo, Buddha alcanza la comprensión de algo especial, diferente, y entra en la postura de meditación con el fin de preservar y profundizar en el estado de consciencia que tal comprensión le despertó.

 

En tal caso, ¿qué fue lo que Buddha comprendió? Y tratando de ir un poco más lejos, ¿qué es lo que se ha de comprender para lograr que un hombre abandone todo y se dedique en cuerpo y alma a profundizar en el estado de consciencia que tal comprensión le ha despertado?

 

Quizás, y sólo quizás, tal comprensión consista en descubrir que nada hay que comprender, y también que nadie existe para que tal comprensión tenga lugar. Entonces, ¿quién abandona qué?


Fuente: Yoga en Red



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