POR EL ESPÍRITU DEL SOL, de Anne y Daniel Meurois-Givaudan:





Presentar un libro así no es cosa fácil. La primera tentación sería no presentarlo en absoluto, sino entregárselo al lector tal cual, es decir, tal como lo hemos recibido.
¿Podemos decir que lo hemos escrito nosotros? Indudablemente no, y eso es lo que le confiere su carácter especial, y lo que desdichadamente, no nos cabe duda, lo convertirá en tema de polémica.
Y, sin embargo, los hechos son de lo más sencillo, tan sencillos que lo que supone un problema es su transcripción... o más bien la confesión de su origen. En efecto, ¿cómo decir lo que ha pasado, cómo atreverse a exponer una firma, evitando el ridículo, el encogimiento de hombros y las sonrisitas burlonas? ¿Cómo
escribir: «Él nos ha confiado estas líneas», sin granjearnos una multitud de miradas hostiles? Pero no importa; hace mucho tiempo que nos hemos resignado a todo eso. Lo único que nos preocupa de verdad es no poner obstáculos a lo que debe ser, aunque tengamos que pasar por sabios mistificadores a los ojos de ciertos intelectuales de la espiritualidad.

Así que los hechos son así de sencillos: un Aliento nos condujo a Siria, en el calor abrasador del pleno verano y de sus tensiones políticas; un Aliento que nos decía que debíamos recoger «algo» allí, sin más.
En realidad, ese «algo» es más bien una luz que vino hacia nosotros. ¡Y qué luz! ¡Qué presencia! Durante once días, su fuerza nos siguió paso a paso, de ciudades a desiertos, prodigando con la misma voz, tan firme y tan apacible, su enseñanza. ¿Qué podemos añadir, aparte de que, desde sus primeras entonaciones, nos remitió a cierto rabí vestido de blanco que en su día recorrió los caminos de Palestina?
Porque ésos parecen ser los hechos: Él está de nuevo entre nosotros, no Cristo otra vez en tanto que realidad física, sino el Maestro Jesús que le prestó su cuerpo.
A partir de esta afirmación, ya se ha dicho todo o casi todo. O lo tomamos a broma, o nos llevamos la mano al corazón y reflexionamos.
En efecto, ¿qué significa esto?
No pretendemos resumir en algunas líneas el impacto frontal que hemos recibido durante casi dos semanas. Cada cual podrá estimar su contenido tras la lectura de las siguientes páginas. Deseamos subrayar simplemente que tenemos plena conciencia de la responsabilidad que asumimos aquí.
Cuando se transcribe un texto semejante, la primera preocupación es, y sigue siendo, la de ser fiel a él.
Entonces, ¿cómo permanecer transparente durante su redacción, palabra por palabra?
Es necesario hablar de ello: nuestro método de trabajo no ha sido el del channeling, por emplear un término de moda que designa una facultad de mediumnidad controlada.
Algunos meses después de su desarrollo, hemos revivido los contactos mediante una serie de lecturas en los Anales Akásicos. Este método resultaba imprescindible para transcribir nuevamente el mensaje con precisión y en condiciones materiales flexibles. Por lo tanto, no hay un «más o menos» en las líneas que ofrecemos aquí, en la medida en que nuestro ser haya podido permanecer «a disposición» de la Fuente.
Y ahora, a cada cual le incumbe, en conciencia, apreciar o rechazar el contenido de este libro, admitir o no su origen.
En cuanto a nosotros, no pretendemos entrar en lizas oratorias a fin de demostrar la presencia actual de Jesús en la Tierra. Sería pura pérdida de energía y, ante todo, no comprender el mensaje recibido.
Más allá de las desilusiones, ojalá estas páginas os inspiren Paz y una voluntad de reencontraros a través de los instantes de silencio que hemos tenido la felicidad de acoger en nosotros... sin tratar de juzgar.

Anne y Daniel Meurois-Givaudan


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