Muchas veces queremos
marcharnos de algún lugar, de alguna situación o de alguna persona y se nos complica
demasiado. Incluso llegamos a alejarnos y regresamos, con la ligera esperanza
de que aquello que nos hizo querer marcharnos, haya cambiado, haya desaparecido
y resulte llevadero.
La mayoría de las veces
en las cuales volvemos a algo que no nos ha funcionado en el pasado, nos damos cuenta de que las cosas no cambian, que
todo aquello que nos genera rechazo e incluso nos lastima está allí. Pero a
veces somos ingenuos y apostamos por esos sentimientos que consideramos el
motor del cambio o nos dejamos llevar por la costumbre o nuestros miedos y
aterrizamos en el mismo lugar, para obtener los mismos resultados conocidos.
Antes de marcharte
evalúa lo que quieres
No importa si es la primera
o la quinta vez que quieres salir de una situación, pregúntate qué es lo que
realmente te hace estar allí, qué te mueve. Si logras concluir que es amor
verdadero, si crees que el estar allí te coloca cada día más cerca de alcanzar
tus sueños o que a pesar de las cosas en contra sientes pertenecer a ese lugar
y no hallas tu felicidad fuera, aunque te cueste manifestarla allí, entonces
agota los recursos.
Pero considera que
debes sentirte responsable del proceso de ajuste o de cambio, asumiendo el peor
escenario de todos, en el que solo tú cargues con el proceso. Si tú cambias,
todo cambia, pero a veces cuando hay otras personas involucradas, nos puede
costar mucho efectuar los cambios que deseamos en nosotros. Simplemente porque
estamos sometidos de manera permanente a los estímulos que activan nuestros
programas subconscientes y que marcan la pauta de nuestras acciones y
decisiones fuera de lo racional.
Aun así, podemos
decidir hacer nuestro mejor trabajo buscando que el quedarnos sea una buena
opción y no un arma autodestructiva. Ello debe comenzar por ver lo que hacemos
con placer, no como un sacrificio, ni reclamando a los demás involucrados su
falta de participación o sacándole en cara lo que hacemos. Debe ser placentero
para nosotros y estar convencidos de que el proceso nos pertenece.
Si logrando cambiar
realmente nosotros, nuestra manera de hacer las cosas, de sentir y de percibir
la situación, nos sigue generando insatisfacción lo que vivimos, podemos
marcharnos en paz, porque ya verdaderamente hicimos lo que estuvo a nuestro
alcance.
Y sí, el marcharnos
puede costar, podemos resistirnos y puede darnos miedo, pero a veces resulta la
mejor opción, pero quedarnos donde se nos dificulta ser felices, no tiene mucho
sentido. Esta vida es única, debemos sacarle el mayor provecho, el mayor jugo.
Siendo contradictorio con ello el hecho de decidirnos por lo que no nos hace
bien.
Usa tu capacidad para
romper malos hábitos
Romper costumbres y
hábitos, cuesta, aun cuando sabemos que nos hacen daño y tengamos toda la
información racional relacionada, que lo confirme un fumador, por ejemplo.
Todos siempre tenemos una idea clara de qué decisiones nos llevan por un mejor
camino que otras, sin embargo, podemos dar muchos argumentos para tomar las que
sabemos que nos complicarán la vida o nos mantendrán viviendo algo alejado de
lo que soñamos para nosotros.
El proceso de
aprendizaje lleva su tiempo, pero también nosotros podemos actuar como
elementos que retrasen nuestro propio camino de aprendizaje, de toma de consciencia
y de decisiones acordes a lo aprendido.
Con una buena cuota de
determinación, de valentía y de amor propio, podemos saltar esos obstáculos que
nos hacen mantenernos en donde ya hemos concluido no nos hace bien estar… De
cualquier manera, cada día nos ofrece una nueva oportunidad para hacer las
cosas diferentes y para sentirnos tranquilos y orgullosos de los pasos que
damos… La paz siempre será nuestra mejor brújula, ella siempre se presenta
cuando vamos por el camino adecuado.
Sara Espejo
Fuente: Rincon del Tibet
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