"Entre dos
explicaciones, elije la más clara; entre dos formas, la más elemental; entre
dos expresiones, la más breve” Eugeni D´ors
Las estrategias no reales suelen camuflarse en
el maquillaje y la arrogancia que pueden distanciarnos de la sencillez y la
humildad. El orgullo y la altivez con frecuencia desplazan los valores y hacen
que se pierda el contacto con lo básico y lo elemental, que revelan los órdenes
del amor.
La vida es un taller de
arte que requiere de simplicidad para describir los más finos detalles de cada
instante sin perder el misterio y la magia inscritos en ellos: dibujar un beso,
acariciar un abrazo, contemplar una mirada, respirar un sentimiento o,
simplemente, matizar una palabra…
Pero lo sencillo no
renuncia al criterio ni al rigor. Es siempre exigente, aunque humilde. No sabe
de soberbia, vanidad o presunción. Entiende que la sabiduría es más que el
conocimiento y que nos pertenece a todos y a nadie. Se abre a las posibilidades
para renunciar a los dogmas y encuentra en la flexibilidad, al aprendiz que
adopta a la modestia como su mejor traje. Sabe de renuncias porque los apegos
no son su pasión y por el contrario disfruta lo poco sin desvelarse por lo
mucho. Enaltece cada cosa por su esencia porque comprende que allí habitan la
verdad y la coherencia. Es espontánea porque sabe que los formalismos son
máscaras que ocultan lo sustancial. Es honesta y transparente porque llanamente
es lo que es. Favorece la correcta percepción y evita el disfraz de la ilusión.
Invita, porque es parte de ella, al vínculo emocional sólido y duradero y no se
distrae en lo fugaz.
La sencillez adorna al
alma con naturalidad y rinde reverencia a lo pequeño porque en ello está lo
majestuoso. Renuncia a imponer su opinión, porque sabe que la abundancia se
expresa en la diversidad. Se acerca con presteza y prontitud al corazón para
acunar al perdón. Disfruta de la libertad y de la pulcritud interior porque no
es esclava de los resentimientos. Encuentra en cada pensamiento una ocasión
para que la mente se recree en lo auténtico. Carece de ostentación porque su
máxima expresión está, por el contrario, en retirar lo que no es indispensable.
Que con cada vivencia
se despierte la sensibilidad para estimar más y más lo sublime sin distraernos
en lo complejo ni en los artificios. Y que finalmente comprendamos que Dios
reside en lo simple.
Alejandro Posada Beuth
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