El altísimo porcentaje
de agua como componente del organismo en general (entre el 70% y el 80%), y de
diferentes tejidos en concreto (más del 90% en el cerebro, por ejemplo) en los
seres vivos, nos debe llevar a conocer, apreciar y participar, en una dinámica
de valoración y acción concreta, en el cuidado de este ser llamado agua.
En una visión sistémica
de la vida, aceptamos que los organismos en su evolución ontogénica están
formados por componentes relacionados entre sí; no son partes aisladas e
intercambiables y, por lo tanto, existe de alguna manera siempre una relación
entre, por ejemplo, el dedo pequeño de un pie y la oreja, incluso aunque exista
una aparente gran distancia entre ellos.
Observando hacia el
micro y el macro mundo de una manera analógica, podemos decir que un organismo
está compuesto de otros más pequeños y, a su vez, pertenece a otro mayor, que
también pertenece a otros mayores que él. Es decir, sistemas dentro de sistemas
y todos ellos interrelacionados.
En esa visión más
amplia podemos comprender que nosotros, como seres humanos en evolución, somos
parte de un organismo mayor: la humanidad; y ésta, a su vez, está inmersa en
otro aun mayor: el planeta tierra, que desde hace muchos años, a través de la
teoría Gaia, sabemos que es un organismo vivo, donde sus diferentes esferas,
desde la litosfera, pasando por la biosfera y la noosfera están relacionadas y
en comunicación.
Pues bien, toda esta
introducción anterior es para concluir que, así como las diferentes
instituciones humanas hoy viven una crisis de crecimiento y aprendizaje, el
cuerpo físico y energético del planeta también está dentro de esa crisis, y en
concreto existe una crisis que es clave y a la que podríamos darle una
importancia prioritaria: en el planeta existe una situación de estrés hídrico.
ESTRÉS: EUSTRÉS O
DISTRÉS
Como sabemos, el estrés
es simplemente una oportunidad de aprendizaje que, asumida de una manera
consciente, puede ser elaborada como eustrés (constructivo), pero vivida de una
manera inconsciente será distrés (disarmónico). Así que daré algunos datos y
reflexiones que nos permitan ver situaciones actuales y posibilidades de acción
y compromiso, y también aportaré una síntesis lo más constructiva posible
acerca de las enormes posibilidades de acción que se nos presentan individual y
colectivamente. Además comprenderemos realidades concretas alrededor de todo lo
que ha sido llamado: la ciencia emergente del agua, y sus sorprendentes
posibilidades.
Lo primero, entonces,
es que nuestro sistema económico dominante y globalizado, basado en la
competitividad y en la productividad en términos cuantitativos, ha llevado a un
consumismo desaforado, con una gran brecha distributiva y de equidad en las
oportunidades, lo que genera una economía poco sostenible, con alto riesgo de
colapsos súbitos, algunos ya experimentados. Todo esto, agravado por la
contaminación y el calentamiento global, ha ido generando también una escasez
de recursos hídricos accesibles.
Sólo el tres por ciento
del agua total del planeta es agua dulce, disponible para el consumo.
Actualmente de esa cantidad, un tercio está contaminada, otro tercio es
inaccesible a la tecnología actual y la humanidad vive con tan solo el otro uno
por ciento.
Según la Organización
Mundial de la Salud (OMS), el consumo adecuado al año por cada persona es
actualmente de 18 metros cúbicos. La agricultura, la industria y otras
actividades consumen 36 metros cúbicos por habitante al año. Algunos países
duplican y casi triplican esta cifra, y muchos otros están muy por debajo de
ella. Si continuamos a este ritmo, se calcula que la disponibilidad será de 40
años.
Mil doscientos millones
de personas consumen actualmente agua contaminada, el mismo número de personas
que viven en áreas de escasez, y unos mil seiscientos millones presentan
dificultades económicas de acceso al agua. Con esta perspectiva, para 2025 (en
seis años), se calcula que un tercio de la humanidad estaría sin acceso al
agua, por causas naturales y culturales; o sea, 2000 millones de personas sin
acceso, y 3500 millones de personas con dificultades.
Existen ya en el mundo
regiones diagnosticadas con estrés hídrico, como el sur de California en
Estados Unidos, algunos países mediterráneos, el sur de China y países del
África subsahariana. Voces muy reputadas hablan y advierten al mundo del
peligro de posibles guerras por el agua.
LA CIENCIA EMERGENTE
DEL AGUA
Todo lo anterior nos
permite interiorizar la importancia del agua en nuestro devenir de aprendizaje
permanente en este planeta que habitamos.
Particularmente,
sabemos que, en el proceso biológico y energético, la calidad de vida
“saludable” no depende de la genética exclusivamente, sino de la correcta
relación entre la entrada de nutrientes y la salida de toxinas de las células,
y el agua en el organismo es la clave para que este proceso se dé
adecuadamente. Sabemos también que existen diferentes “calidades” del agua y
que, por lo tanto, si tenemos la posibilidad de consumir agua de alta calidad,
la eficiencia de los procesos vitales será mayor, con un menor desgaste u
oxidación del organismo, de manera que el proceso natural de envejecimiento de
nuestro componente físico y energético se podrá dar sin deterioro.
Existen unas
características conocidas del agua, y otras que se van conociendo en la llamada
ciencia emergente del agua, que nos aclaran cómo podría un agua de mucha
calidad cualificar y “sanar” el agua del organismo, y también atrevernos a
pensar en la posibilidad utópica de posibles proyectos para “sanar” el agua del
planeta.
Ahora bien, además de
las características de abundancia y su función como medio de transporte, el
agua es el medio donde se dan todas las reacciones de la vida, es ubicuitaria y
activa, y no inerte como se creía. Otras características conocidas del agua
son: • su comportamiento dieléctrico (para portar biomoléculas y generar
movimiento fisiológico);
• debido a su
estructura geométrica, sus puentes de hidrógeno le otorgan electronegatividad,
o sea electrones, fundamentales en una vida sana;
• la posibilidad de
disolver las biomoléculas en el medio acuoso ubicuitario;
• su PH, en el que
siendo alto o alcalino, aporta también electrones a la vida, o que, siendo bajo
o ácido, tiene propiedades como activador y limpiador;
• su alta tensión
superficial permite también la capilaridad, o propiedad por la cual las plantas
logran su suplemento de nutrientes desde la tierra en contra de la gravedad;
• su elevado punto de
fusión, ebullición y evaporación permite la liberación de calor por el sudor,
siendo clave en la regulación de la temperatura corporal;
• es menos densa en
estado sólido que en el líquido, protegiendo la vida porque permite que, en la
extrema temperatura fría, el agua permanezca líquida bajo la superficie;
• el agua tiene una
acción definitiva sobre el clima y la calidad de relaciones en la biosfera.
En la llamada nueva
ciencia emergente del agua, aparecen otras características muy interesantes y
especiales que nos permiten comprender su importancia, desde su función como
matrix ubicuitaria, donde todas las biomoléculas se asientan e interaccionan en
la fisiología corporal, hasta sus enormes posibilidades para portar información
y conciencia. Estos conocimientos permiten el desarrollo de una farmacopea del
agua, donde tengamos un instrumento regulador en la verdadera labor sanadora
más allá de luchar contra las enfermedades, generando las posibilidades para
recuperar el estado normal como seres vivos, que es ser saludables.
Una de estas
características ha sido estudiada y descrita por la doctora argentina Isabel
del Río, quien propone que en nuestra dinámica celular corporal existe una
intrincada red de estructuras magnéticas (magnetitas), y que estas moléculas de
alta energía organizan y dan estructura al agua para que pueda conducir energía
electromagnética.
Esta agua estructurada,
con características de cristal líquido, es un clatrato; es decir, un dodecaedro
con caras pentagonales y hexagonales que tiene la facultad de guardar
información, como una especie de memoria. Quiere decir esto que aguas naturales
estructuradas o procesos para lograrlo, daría posibilidades enormes en términos
de salud para la humanidad y el planeta.
LA HIDRATACIÓN
Hidratarse es, por lo
tanto, vital en el mantenimiento del proceso permanente de salud, pero es mucho
más que sólo beber agua, ésta debe ingresar en la célula, y esto se logra
aumentando la carga eléctrica de las membranas celulares. Podríamos decir que
la “real” hidratación está asociada a la salud, y la deshidratación
intracelular, por lo tanto, se asocia a la enfermedad y puede agravarse por
radiaciones electromagnéticas tóxicas (antenas de telefonía, teléfonos móviles,
dormir con aparatos electrónicos en la habitación, líneas de alta tensión y
transformadores cercanos a donde se duerme…), toxinas ambientales, etc. Todo
esto disminuye el llamado ángulo de fase, que indica la carga eléctrica en el
agua. Por el contrario, el medio acuoso estructurado y con alta carga
eléctrica, favorece la producción mitocondrial de energía y por lo tanto la
salud.
En conclusión, a mayor
carga eléctrica y con agua estructurada, mayor hidratación intracelular y por
lo tanto una más fácil entrada de nutrientes y salida de toxinas, generando así
una salud de calidad.
Para aumentar la carga
eléctrica, podríamos decir que, en general, los alimentos vitales aseguran una
mayor disponibilidad mitocondrial (mayor energía para funcionar), también la
correcta ingesta de electrolitos; así como controlar los campos
electromagnéticos en el ambiente protege las uniones intracelulares y disminuye
las toxinas, y comer fibra en frutas y verduras administra el agua, mejora el
microbioma y la hidratación intracelular.
Por lo tanto, la célula
es una matriz de biomoléculas con agua en unión intrínseca. La luz solar y el
calor infrarrojo le generan una estructura ordenada; de ahí que tomar la luz
del sol adecuadamente, e incluso la generación de correctas relaciones
interpersonales, favorecerían esta estructuración.
En el agua debemos, por
lo tanto, considerar una realidad bioquímica, una realidad biofísica y sugerir
también una realidad “vibracional”, que nos aclara aspectos frecuentemente
desconocidos:
1. Realidad bioquímica:
Se refiere a su calidad en términos de limpieza bacteriológica, lo cual se
consigue con los procesos de potabilización, que muchas veces la desestructuran
y le merman su carga eléctrica, disminuyendo así la nutrición celular y
aumentando la toxicidad.
2. Realidad biofísica:
Se refiere a su estructura en el organismo como “glóbulos” conformados por la
unión de dos, cuatro, máximo seis moléculas H2O (agua blanda), y tiene que ver
con la cantidad de sólidos totales disueltos por centímetro cúbico en ella.
Hasta 500 microgramos
por centímetro cúbico se considera compatible con la salud. Por encima de estos
niveles el agua se considera “pesada”, y por lo tanto mayor trabajo, consumo de
oxígeno, oxidación y deterioro del organismo. Ciertas aguas de manantial y
orígenes muy puros tienen valores muy por debajo de estas cifras, por lo que se
han considerado a lo largo del tiempo y en diferentes culturas como “aguas
milagrosas”, o “fuentes de la eterna juventud”: el agua de Tlacote en México
(Querétaro), en Huashan en China (provincia de Anhui), la de Lourdes y algunas
fuentes italianas conocidas, Vilcabamba en el sur de Ecuador, o la Maná en el Piedemonte
andino en Ecuador, etc.
Todas ellas con un
componente mítico interesante y que daría para muchas investigaciones. En
general lo que comparten todos estos sitios y sus aguas son características
telúricas y de composición biofísica extraordinaria que las hacen portadoras
cualificadas de las moléculas de la vida con su alto nivel de estructuración,
alta carga eléctrica y muchas veces composición con oligoelementos vitales para
la salud.
Para mejorar la
estructuración y por lo tanto su calidad biofísica, se sugiere refrigerarla a 4
°C, ponerla en movimiento creando vórtices, campos electromagnéticos pulsados,
luz pulsada, y también ejercicios de meditación y visualización.
3. Realidad
vibracional: Podríamos mencionar en este caso un valor radiestésico, medido en
unidades Bovis, que determinaría una calidad cuántica en el nivel de la
conciencia, poco conocido por la ciencia convencional, pero que nos permite
generar investigación y pensar en posibles usos incluso terapéuticos de aguas
con estas características.
En una visión
integrativa de la vida y la salud, el agua como fluidez puede asociarse, por
ejemplo, al equilibrio emocional. Y según antiguas tradiciones, también la
carga de los meridianos llamados ying ascendentes (cualidad agua), sobre todo
en miembros inferiores y que están en contacto desde los pies con la tierra,
son de suma importancia en el llamado earthing, o sea el contacto directo con
la tierra, por su enorme carga electronegativa (saludable).
En suma, el agua cuanto
mayor calidad y más “viva” esté más posibilita el movimiento asociado a salud y
vida en el organismo, y mantiene la flexibilidad de estructuras de soporte,
vitales para el funcionamiento orgánico. El agua en su estructura y función nos
muestra como desde lo más interno de la bioquímica, la vida nos dice que los
aparentes opuestos en realidad son complementarios. El agua en su cualidad de
fluidez la podemos asociar también, desde su descripción en la visión
occidental de la salud, con la correcta hidratación, pasando por su descripción
como el elemento agua de la medicina tradicional china o el ayurveda hindú,
hasta la fluidez como conciencias evolucionantes en este universo.
Nuestra actitud frente
al agua en todas sus posibilidades será determinante en la recuperación y el
mantenimiento del estado natural del ser, que es la salud. La propuesta, por lo
tanto, es: seamos sembradores, ante todo, y que la cosecha, en el tiempo y el
espacio, fluya como el agua estructurada de la vida.
Jorge A. Montoya
Artículo publicado en
la Revista Vivo Sano
JORGE MONTOYA
Médico cirujano.
Reconocido docente internacional en cursos dictados en medicinas integrativas.
Cofundador de Viavida y la Asociación Internacional de Sintergética. Desde el
año de 1986 está en el ejercicio de la medicina complementaria y desde el
surgimiento de la Sintergética la viene trabajando con sus pacientes. Esta
nueva forma de concebir la medicina se ha convertido en el eje de su desarrollo
profesional y personal.
Fuente: Sintergetica
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