Cuando nacimos, estábamos
perfectamente programados. Teníamos una tendencia natural a concentrarnos
en el amor. Nuestra imaginación era
creativa y floreciente, y sabíamos usarla. Estábamos conectados con un
mundo mucho más rico que el mundo con
que ahora nos conectamos, un mundo lleno de hechizo y del
sentimiento de lo milagroso.
¿Qué nos pasó, entonces? ¿Por qué,
cuando llegamos a cierta edad y miramos a nuestro alrededor, el
hechizo había desaparecido?
Porque nos enseñaron a concentrarnos
en otras cosas. Nos enseñaron a pensar de forma antinatural. Nos
enseñaron una pésima filosofía, una
manera de mirar el mundo que está en contradicción con lo que somos.
Nos enseñaron a pensar en la
competición, la lucha, la enfermedad, los recursos finitos, la limitación, la
maldad, la culpa, la muerte, la
escasez y la pérdida. Y como empezamos a pensar en estas cosas, empezamos
a conocerlas. Nos enseñaron que sacar
buenas notas, ser buenos, tener dinero y hacerlo todo como es debido
son cosas más importantes que el
amor. Nos enseñaron que estamos separados de los demás, que tenemos
que competir para salir adelante, que
tal como somos no valemos lo suficiente. Nos enseñaron a ver el mundo
tal como lo veían «ellos». Es como si
inmediatamente después de haber llegado aquí nos hubieran dado una
píldora para dormir. El pensamiento
del mundo, que no se basa en el amor, empezó a retumbarnos en los
oídos en el mismo momento en que
desembarcamos en esta costa.
El amor es aquello con lo que
nacimos. El miedo es lo que hemos aprendido...(Parrafo de la Introduccion)
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