En el principio no era
el verbo…
En el pricipio era el
útero, dicen las sacerdotisas.
El huevo cósmico de
donde surge toda la vida.
De las aguas
primordiales emergió la Diosa Origen y parió el cielo y la tierra, la pareja
sagrada, los hermanos gemelos, hombre y mujer, que también son amantes,
consortes, creadores como su Madre de todo lo que cambia y lo que permanece.
Los antiguos la vieron
como pájaro o como serpiente, con la vulva expuesta y abierta como una puerta
al útero sagrado de donde todo sale y a donde todo vuelve y se regenera.
Así la concibieron en distintos rincones del
mundo, fue el centro religioso y cultural de los antepasados humanos durante el
Paleolítico Superior y en las culturas agrícolas del Neolítico, del 20 mil al 3
mil antes de la era cristiana, cuando se impusieron las culturas e imperios
clásicos de orientación masculina y la difusión del monoteísmo del Dios Padre,
judío, cristiano o islámico, según
consta en el Diccionario de Ciencias Sociales y Políticas de
Torcuato Di Tella.
Estas comunidades prehelénicas,
precélticas, prehindúes, etc.- que adoraban a la Diosa no eran
matriarcales ni patriarcales, eran matricias, porque todos asumían su origen en una Madre, pero ninguno estaba
sobre el otro, no había más fuertes y más débiles porque las debilidades de uno eran la
fortaleza de las otras. Y viceversa. Pero todo eso fue arrasado,
oscurecido, violado como los hombres violan a las mujeres, como Zeus fuerza a Hera, la diosa
del cielo, y a Europa, Asteria, Leda, Némesis y a otras mujeres, diosas y
ninfas que habitarán el Olimpo bajo las reglas del todopoderoso Dios del
Trueno.
Lilith fue ignorada como primera esposa de Adán,
hecha de barro igual que él, desterrada por haber querido ponerse encima de él
durante el acto sexual. A Eva, la segunda, el Dios Padre la sacó de una
costilla esperando obediencia. Y no, la malvada serpiente la tentó y la mujer
fue expulsada del Edén, condenada a parir con dolor, heredando desde entonces a
su descendencia el pecado original.
La religión
judeocristiana, tal como la conocemos, sería sólo una manifestación más del patriarcado, según las
sacerdotisas y adoradoras de la Diosa.
Una manifestación poderosísima a la luz del modo en que se ha impregnado en el
imaginario colectivo.
Para ellas, la
serpiente, lejos de ser malvada, es una Diosa dadora de conocimiento.
Las brujas, asesinadas
brutalmente durante siglos, no son más que chamanas, hijas de la Diosa como
todas las mujeres y los hombres, aunque ellas comprenden mejor de qué se trata
el ciclo de la vida, porque en su cuerpo algo renace y algo muere mes a mes.
Entonces el culto a la Diosa no sería más que una vuelta al origen. Una vuelta
al cuerpo, a descubrir en el cuerpo de las mujeres el secreto de lo sagrado, la
generación de la vida.
En definitiva, según
los recientes descubrimientos de la genetista Rebecca Cahn, confirmados y
ampliados por científicos de la Universidad de Stanford, el primer humano fue
mujer, sólo tenía cromosomas X , habitó en
Africa y antecede en 80 mil años a los Homo Sapiens. Feminismo
espiritual. En un principio hubo mujeres que quisieron pensar a la Iglesia desde una perspectiva de género, o
feminista, que era la palabra que se usaba en los `70. Así lo relata una de las
principales teóricas nacionales del
culto a la Diosa, Ethel Morgan.
La visión androcéntrica
no respondía a las necesidades espirituales de las mujeres, por eso hubo
teólogas que empezaron a investigar en la historia de las religiones y lo
primero que hicieron fue revalorizar a las brujas.
Muchas se apartaron entonces del cristianismo
y se entregaron de lleno a los ritos paganos que no eran otra cosa que
religiones sojuzgadas por el patriarcado.
Hubo que reinventar a
la Diosa, reformular las `leyes naturales' que en realidad violaron a la naturaleza.
Así nace la tealogía de tea, tia o theia, La
Divina, titana solar preolímpica, hija de la Diosa Creadora , largamente
definida por Morgan en el Diccionario de ciencias políticas y sociales.
Durante el siglo XX,
arqueólogas e investigadoras en diferentes campos, escribe Morgan, vienen desarrollando la tealogía, respondiendo a la
necesidad de la mujer de recuperar su
arquetipo sagrado como parte de la identidad femenina
que colabore en la superación de los estereotipos de orientación patriarcal.
Jane Ellen Harrison,
Marija Gimbutas, Barbara Walker, Mónica
Sjöö, entre muchas otras, son las que han aportado para conformar este
movimiento reivindicado como feminismo espiritual, que reconoce y celebra tanto
los derechos de las mujeres como sus
poderes sagrados y espirituales.
De lo que se trata es
de recuperar una cosmología en la que poder identificarse para reconocerse
también parte activa de lo sagrado y no como mera costilla, pecadora o
impura, proscripta de los estudios
divinos.
Si sólo contás con un
arquetipo como modelo sagrado más antiguo de un Dios solo, vengativo, que niega
todo lo demás, que modela al hombre a su imagen y semejanza pero saca a la
mujer de su costilla, estás creando también un modelo económico, social y
político.
Si la religión
patriarcal sentencia al cuerpo de las
mujeres al dolor, las feligresas de la Diosa lo recuperan como una herramienta
para conectarse con lo divino.
Las mujeres son hijas
de la Diosa pero también son ella misma, así lo dice Sandra Román, sacerdotisa
de la Diosa iniciada en Glastonbury según los mitos célticos, de donde
provienen buena parte de los rituales y la cosmología de la Diosa. De hecho fue
en Irlanda donde se han encontrado cientos de figuras de diosas femeninas con
sus vulvas expuestas.
Las mujeres tenemos el
útero y ahí es donde se gesta la vida; los hombres también pueden participar
del culto a la Diosa, sólo que les cuesta más entenderlo porque no viven como
nosotras el ciclo vital , agrega.
A partir de la percepción de los principios
biológicos del propio cuerpo, completa Bernardo, hay una conciencia que se
desarrolla.
¿Entonces los hombres,
por carecer de útero, por no vivir en su cuerpo el ciclo que empieza y termina
cada mes, serían inferiores?
De ninguna manera, sólo
son diferentes.
Superior e inferior,
aclara Román, son principios del patriarcado.
El mundo se representa como un círculo; el
ciclo de la agricultura es circular, igual que el ciclo de la luna y el ciclo
menstrual. Las que adoran a la Diosa, también integran un círculo.
Creemos que hay momentos de luz y de
oscuridad, pero no como luz buena y oscuridad mala. Lo oscuro se integra dentro
de nosotras como la vida y la muerte. Es como la naturaleza; existen el otoño,
el invierno, la primavera y el verano. La Diosa y su consorte son una pareja sagrada. Es así en toda la religión
pagana explica Adriana Gómez, sacerdotisa de la Diosa, salvo que ella es dadora
de vida.
No hay dicotomía porque
están todos los momentos y las figuras integradas.
Creemos en una composición
cíclica como el yin y el yang y ninguno puede estar sin el otro. Como una
serpiente que se come la cola, como la representación del tiempo en un reloj de
círculo, se habla cuando se reúnen las mujeres a adorar a la Diosa, en círculo
se hacen los rituales y ese círculo no tiene que dejar huecos porque sino la
energía se escapa.
Así como se sentaban los indios para sus
ceremonias, los chamanes para contar sus historias y los nietos entorno del
abuelo o de la abuela.
Las sacerdotisas no son
superiores a las iniciadas, en todo caso, sus hermanas mayores.
Ninguna es jefa cuenta
Román ; ninguna no sabe. Lo que hay y lo que falta son parte del círculo y de
la abundancia y la restricción se puede aprender. El círculo borra las
jerarquías, exige lugar para el consenso y para el disenso.
La Diosa es una y son muchas, es la Pachamama de los diaguitas
argentinos, la Sirena del Paraná, la
Diosa madre de los mapuches, la luz mala de los huesos y la Vieja vestida de
novia que habita La Pampa.
La Jaguar de los Andes
y del Amazonas y también Ixchel, la diosa luna de los mayas, y Sheela na' gir
en Irlanda.
La diversidad se celebra porque cada diosa
tiene un atributo y hoy se puede ser una pero mañana otra, así como se es joven pero también llegará la vejez con su
sabiduría. La Triple Diosa, La Diosa es
una y son tres, como los ciclos de la luna.
La doncella del cuarto creciente tiene la fuerza de la primavera, trabaja con la autoestima, es independiente ,
dice Adriana Gómez.
Esta Diosa rige la
primera fase del ciclo menstrual, el que empieza cuando se va el sangrado. Es virgen no porque no tenga
relaciones sexuales, sino porque celebra la libertad sexual sin quedar
embarazada.
Más, la que sigue es la
madre, la mujer madura, la que puede procrear, hijos o ideas, es el verano, la
época de la cosecha, rige el momento de la ovulación.
La tercera es la
anciana, la vieja sabia, la que también celebra la sexualidad, rige el período
previo a la menstruación y también la menopausia. Es la que tiene la visión
oracular, la que enseña cómo atravesar las etapas que ella ya ha vivido con
sabiduría, continúa Gómez .
Es lo contrario a lo
que plantea el patriarcado, que la mujer madura ya no sirve más y por eso se
ponen tetas, se cortan, se sacan, se arreglan.
En la mayoría de las
culturas antiguas aparece una diosa triforme, incluso Analía Bernardo
ladescubrió en las mamushkas rusas, esas muñecas que entran una dentro de otra:
Una de las trinidades más antiguas de la mitología rusa procede de Siberia. Es la diosa Umai y sus
dos hijas que los nativos de la región identifican con los montes Altai. Un
lugar donde pervive el chamanismo de origen femenino más antiguo del planeta y
que las violentas prédicas cristiana, islámica y soviética atea no lograron
eliminar del todo .
Hay un cuarto
arquetipo, que representa la luna nueva,
el invierno y el momento de la menstruación: es la diosa oscura, la de la
muerte que es también la resurrección, la transformación, el pasaje de un
estado a otro. Todas tienen su consorte, no como marido sino como amante,
amoroso y dedicado, hermano y pareja. Pachamama tiene a Illapa; Isis tiene a
Osiris y también a su hermana gemela, Neftis, la oscura, la de las
profundidades de la tierra ; Ishtar, la diosa babilónica del cielo y la tierra
fértil, a Ereshkigal. Algunas, las creadoras, han parido a su consorte, como
Kali a Vishnú.
El goce del sexo, el
orgasmo son modos de iluminar la conciencia y expandir la energía aun cuando la
actividad sexual sea en soledad y no está atada a la reproducción.
El conocimiento de las plantas anticonceptivas
como la artemisa era un saber que pasaba de una generación de mujeres a la
siguiente sin intervención de los varones, aun en los primeros meses sin sangrado, explica Bernardo, y los que
participaban del chamanismo de la Madre Tierra aprendían de las mujeres
chamanas a usar esas hierbas en beneficio de las mujeres... y cada
una puede elegir a quién rendirle culto.
Un artículo original de
Marta Dillon
Fuente: Nueva Gaia
Excelente.. Como siempre..
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