OBSERVAR SIN REACCIONAR


 Observar sin reaccionar: he ahí el secreto. Durante el tiempo que dure cada práctica de meditación, permitiremos que salga a la superficie del lago de nuestra consciencia todo lo que durante el transcurso de nuestra existencia ha sido almacenado y archivado en nuestro subconsciente.

Todo aquello que ha sido reprimido. Todo lo que nos hace experimentar sufrimiento, deseo, miedo, ira, placer, temor... etc. Vamos a dejar que todo esto, y mucho más, aflore a nuestra consciencia. Pero, en esta ocasión, y durante el tiempo que dure la práctica, no vamos a permitir que nos arrastre, tal y como en anteriores ocasiones ha sucedido.

Aflorarán sentimientos de autocomplacencia autocompasión, o cualquier otro tipo de emoción que intentará arrastrarnos. Pero, esta vez no. En esta ocasión sólo vamos a tomar consciencia de eso que está ahí, sea lo que sea, y manteniendo la concentración en la distante observación vamos a permitir que su fuerza se diluya.

Y, con tal disolución también se debilitará el posible poder que pudiera ejercer sobre nosotros. Así, una y otra vez, hasta llegar a contemplar cómo en cada nueva vez su impulso estará más y más debilitado hasta que, al final, la disolución sea total y para siempre.

Podremos llegar a contemplar cómo nuestra máquina luchará por continuar con los viejos patrones de comportamiento, hábitos largamente adquiridos a través de la existencia.

No obstante, si somos capaces de observar la causa del sufrimiento sin llegar a reaccionar, ésta se va a ver diluida ante nuestra observación desapasionada, erradicando de esta manera su atadura de nuestra vida.

De este modo, pensamientos, emociones, sensaciones, recuerdos, proyectos, etc. que antes tenían un inmenso poder sobre nosotros quedarán neutralizados ante la luz de la consciencia, recuperando nuestra genuina soberanía.

Así se obtiene la fuerza de voluntad. Así se obtiene la consciencia de sí. Así se obtiene la liberación de la persona. Nunca es la persona quien se libera, sino que eres tú –la consciencia– quien se libera de la persona al comprender el proceso y las causas que han dado origen al nacimiento de ese amortiguador denominado personalidad, cuya misión no es otra que la de proteger tu esencia.

 

Publicado por la Revista “Red Alternativa” – Junio 2.007

 

Emilio J. Gomez

Observar sin reaccionar: he ahí el secreto. Durante el tiempo que dure cada práctica de meditación, permitiremos que salga a la superficie del lago de nuestra consciencia todo lo que durante el transcurso de nuestra existencia ha sido almacenado y archivado en nuestro subconsciente.

Todo aquello que ha sido reprimido. Todo lo que nos hace experimentar sufrimiento, deseo, miedo, ira, placer, temor... etc. Vamos a dejar que todo esto, y mucho más, aflore a nuestra consciencia. Pero, en esta ocasión, y durante el tiempo que dure la práctica, no vamos a permitir que nos arrastre, tal y como en anteriores ocasiones ha sucedido.

Aflorarán sentimientos de autocomplacencia autocompasión, o cualquier otro tipo de emoción que intentará arrastrarnos. Pero, esta vez no. En esta ocasión sólo vamos a tomar consciencia de eso que está ahí, sea lo que sea, y manteniendo la concentración en la distante observación vamos a permitir que su fuerza se diluya.

Y, con tal disolución también se debilitará el posible poder que pudiera ejercer sobre nosotros. Así, una y otra vez, hasta llegar a contemplar cómo en cada nueva vez su impulso estará más y más debilitado hasta que, al final, la disolución sea total y para siempre.

Podremos llegar a contemplar cómo nuestra máquina luchará por continuar con los viejos patrones de comportamiento, hábitos largamente adquiridos a través de la existencia.

No obstante, si somos capaces de observar la causa del sufrimiento sin llegar a reaccionar, ésta se va a ver diluida ante nuestra observación desapasionada, erradicando de esta manera su atadura de nuestra vida.

De este modo, pensamientos, emociones, sensaciones, recuerdos, proyectos, etc. que antes tenían un inmenso poder sobre nosotros quedarán neutralizados ante la luz de la consciencia, recuperando nuestra genuina soberanía.

Así se obtiene la fuerza de voluntad. Así se obtiene la consciencia de sí. Así se obtiene la liberación de la persona. Nunca es la persona quien se libera, sino que eres tú –la consciencia– quien se libera de la persona al comprender el proceso y las causas que han dado origen al nacimiento de ese amortiguador denominado personalidad, cuya misión no es otra que la de proteger tu esencia.

 

Publicado por la Revista “Red Alternativa” – Junio 2.007

 

Emilio J. Gomez

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