SOLEDAD, PAUSA Y MOTIVACION





“La soledad es la gran talladora del Espíritu” Federico García Lorca

 Y de repente nos encontramos con que el péndulo oscilaba y pudimos, tal vez por primera vez en mucho tiempo, observarlo y ser conscientes del paso de los segundos y del significado que tenía cada fracción de tiempo que la vida nos regalaba, más aún si era para compartir a plenitud con quienes habíamos creado lazos o vínculos que resonaran en nuestro corazón.

En la soledad y la pausa descubrimos que era necesario revalorar nuestras tablas de prioridades y darles jerarquía a los encuentros, los abrazos, las miradas, las sonrisas y el canto al unísono con el entorno. Caímos en la cuenta también, del colorido de lo que teníamos en frente y volvimos a respirar los aromas de un ambiente agradecido por el intervalo que debimos hacer.

Pudimos ver que era tiempo de generar el vacío y desprendimiento necesarios como para poder comenzar a llenar de nuevo el libro de los sueños y las ilusiones, pero con respeto profundo por el espacio que nos fue generosamente prestado. Tiempo para volver al centro donde el silencio esperaba para establecer el diálogo profundo sin mediar palabra alguna. Instantes para recibir la honrosa visita del sabio que habitaba en nosotros y que solo esperaba la pausa para revelarnos lo aprendido. O momentos para dejar atrás la censura y elevar nuestros esfuerzos hacia la coincidencia con el sendero de lo amable, afectuoso y sencillo.

Curiosamente surgió, asimismo, el impulso para actuar con energía y de manera dinámica, con persistencia y decisión, para provocar la imprescindible necesidad de Ser en el hacer y generar la chispa y la intensidad suficientes que nos llevaran a mantener el foco de manera realista y objetiva en la realización personal, el afecto, la seguridad y la autoestima.

La soledad y la pausa nos permitieron descubrir la necesidad de salir de la indiferencia, de crear nuevas estrategias y planes de acción, de apreciar las vivencias para disfrutar el camino del cambio y crecer juntos. Nos mostraron la importancia de reconocernos frágiles y tremendamente vulnerables. Igualmente nos facilitaron los mecanismos para desarrollar la intuición como herramienta fundamental y la inocencia como señal de pureza e ingenuidad que hicieron de la vida una maravillosa oportunidad para comprender que la piedra filosofal no era otra cosa que la sustancia del amor y que su búsqueda debía ser hacia el interior. Y, como si fuera poco, nos permitieron recogernos en oración y ayuno para mantener el fuego ardiente hacia la trasmutación y el autorreconocimiento…


Alejandro Posada Beuth

Fuente: Via Vida

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