APRENDIENDO A DESAPRENDER




A veces vuelvo mi vista al camino andado y veo a un joven de buen corazón, amable y decidido a desaprender la filosofía que le inculcó en la mente la persona que más ha lo ha querido: su madre.

Ten cuidado, mucho cuidado, no te confíes, cierra bien las puertas, no asumas riesgos, no salgas de noche, no te mojes debajo de los aguaceros… Cuidado con los toros que pastan en el potrero, con las vacas, con los rabos de nube y el polvo de los caminos, que puedes enfermar de la garganta.

Por otro lado, su ejemplo de tenacidad y su valor a toda prueba: cuando nadie se atrevía a nada, ella puso una peluquería en un pueblo olvidado tierra dentro, donde la gente no tenía casi para comer. Mi padre venga a decir que no se podía y ella a no dejar de intentarlo hasta que lo logró.

Lecciones contradictorias.

Luego una escuela de fusiles y uniformes, de acatar órdenes y aprender a defender criterios, siempre las mezclas, las aparentes contradicciones.

Un entrenamiento para endurecer el carácter o convertirse en un carnero, que soporta que lo degüellen, ahí callado. Una oportunidad para aprender a salvaguardar la ternura en medio de la rudeza de las órdenes y los campos de obstáculos.

Y una lista interminable de mañanas, un chorro de razones para no rendirse ante las dificultades, una inexplicable cadena de minas en el camino, en busca de nadie sabe qué cosa, de una quimera, una ilusión efímera que sobrevive a todo.

Y así llegar a un recodo del camino y detenerse uno, sentarse en una piedra a tomar resuello.

¿Hacia dónde me dirijo? ¿Qué estoy persiguiendo? ¿Son coherentes todas las decisiones que he tomado en mi vida? ¿Responden a un orden lógico? ¿Las he tomado yo por casualidad? ¿He tirado una moneda al aire para ver que hacía?

¿Y si no hubiera firmado aquella solicitud? ¿Y si no hubiera asistido a aquel almuerzo donde el padre de un amigo, que era médico, nos dijo que si habíamos pensado alguna vez que "el médico está siempre cerca del dolor humano”? ¿Y si no hubiera ido a aquella fiesta donde conocí a aquella muchacha?...

Entonces vienen las dudas:

¿Quién reparte las fichas de este juego que es la vida?

¿Qué inteligencia tan poderosa es capaz de saber siempre que es lo que más conviene, para el desarrollo de nuestra conciencia?

¿Quién es ese que se queja, que está inconforme, que le gusta o no le gusta lo que sucede?

Y de pronto uno se percata, tiene la sospecha, hace consciente, cae en cuenta, nota, intuye, se cae de la mata, tropieza con un bejuco de boniato y se da el porrazo que le hacía falta.

Entonces una calma se va apoderando de tus segundos, minutos, horas y días. Una confianza te va invadiendo, como una plaga de orugas a un sembrado y se te va formando en los ojos una sonrisa tonta, una complicidad con la magia de vivir, un asombro ingenuo, una curiosidad salvadora, que no deja lugar a preocupaciones y miedos.

De repente la humildad te hace doblar las rodillas y reconocer que NUNCA has decidido NADA, que alguien como un PADRE AMOROSO da la mano a su niño, firme y amablemente te ha estado guiando por la vida. Y por fin, respiras, aceptas y agradeces, ¡¡Finalmente agradeces!!

Gracias Universo

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Autor: José Miguel Vale (josemiguelvale@gmail.com)


Fuente: El Cielo en la Tierra





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