EL CORAZÓN TIENE RAZONES QUE LA RAZÓN DESCONOCE.




Cuando una persona tiene una actitud reactiva, está en la queja constante, no se hace responsable de sus elecciones, se justifica a si mismo basándose en cosas que “ocurrieron” (no se siente involucrado), estamos ante una persona que se siente víctima. Esta actitud inmadura,  lleva a afrontar como inmodificables las situaciones desafiantes del presente y posterga hacia el futuro las soluciones que creen traerá el discurrir del tiempo o cambios en los demás. Es decir, que al no ser parte del problema, difícilmente es parte de la solución. Es una posición muy cómoda y poco comprometida.

Hay dos formas diferentes para salir de la actitud de víctima:


1.- Pensar que lo que ocurre no determina mi vida, sino que tengo la posibilidad de tomar conciencia de lo que está ocurriendo y de observar diferentes opciones de respuesta y elegir midiendo las consecuencias, es decir, haciéndonos responsable de esa respuesta. 

2.- Pensar que es el alma la que nos dirige en cada momento de la vida, y escoge para cada uno de nosotros las situaciones, las circunstancias y las personas que vamos a encontrar para el desarrollo de nuestro proceso evolutivo. Esto implicaría no tomarnos las situaciones difíciles, retadoras y desafiantes como algo casual, como “un castigo de la vida”, sino como lecciones que llegan a nuestras vidas para que podamos aprender y encontrar los recursos en nuestro interior y afrontar esas dificultades.

Los hechos que ocurren son neutros, es nuestra interpretación de los mismos lo que hace que, tal hecho, tenga un impacto negativo o positivo en nuestra forma de vivir la vida. Las reacciones negativas no vienen del exterior, sino de nuestro interior y aquí importa mucho cual es nuestro sistema de creencias ya que ellas a lo largo de nuestra vida han hecho que construyamos un sistema de defensa para evitar el sufrimiento. Este sistema de defensa es lo que llamamos ego.  Pero llega un momento en que este sistema de defensa nos ahoga y deseamos liberarnos de él. 

 El ser humano está hecho de múltiples personalidades y cada una de ellas quiere una cosa. Estos pequeños “yoes” son contradictorios y están librando una batalla encarnizada en nuestro interior. Cuando una persona hace un trabajo de auto-conocimiento y sanación interior, estos “yoes” se van calmando y se van armonizando unos con otros y podemos empezar a sentir nuestra esencia más profunda. El ego debería ser un instrumento al servicio de esta esencia y no al contrario.
Este trabajo requiere mucha observación, requiere convertirnos en testigos de los mecanismos de nuestra personalidad, de nuestros pensamientos, de nuestras emociones y de las reacciones de nuestro cuerpo físico.


Cuando una persona da el gran paso de trabajar en acercarse más a su esencia profunda, implicará de irá dando saltos de conciencia que le permitirán ser una persona más auténtica, aceptarse y amarse a si mismo y esto mismo ocurrirá hacia el exterior, hacia los demás y hacia la vida y sus situaciones desafiantes.
Hay dos tipos de conciencia:
  • La conciencia inferior. Es la habitual y es muy limitada. El resultado de esta es el mundo que tenemos hoy.
  • La conciencia superior. Si utilizamos el cerebro del corazón, entonces tenemos al ser humano en todo su esplendor. Cuando el cerebro de nuestro corazón funciona, nuestro cuerpo y mente estarán saludables. Por el contrario, cuando funcionamos sólo con el cerebro de la cabeza hay circuitos neuronales que responden a las emociones negativas, a los pensamientos limitados que nos llevan al conflicto a nivel físico, emocional  y mental.

Cuando el corazón decide y la mente obedece tenemos una vida en plenitud


Cuando estamos en contacto con nuestra esencia y sentimos su intención y nos alineamos bien con ella, nuestro alma actúa como una varita mágica. Y esto explica las coincidencias en la nuestras vidas, las sincronicidades.

Mira hacia atrás en tu vida y piensa en los momentos más importantes que has vivido, ¿fueron fruto de tu hacer o de la sincronicidad?

Tal vez te sorprenda entender que tú no hiciste nada y que todo ocurrió, saber esto debería relajarnos y animarnos a soltar el control y buscar más el sintonizar con la intención de nuestros corazones.



LOURDES MORALES





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