A medida que avanzan
las ciencias ambientales, es cada vez más evidente que el apetito humano de
carne animal agrava la mayoría de los problemas ambientales, como la
deforestación, la erosión, la escasez de agua potable, la contaminación
atmosférica y del agua, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad.
Nos guste o no, comer
carne es un problema para todos en el planeta.
Pregunte si comer carne
es un asunto de preocupación pública y verá que la mayoría de las personas
quedan sorprendidas. Comer o no carne (o cuánta) es un tema personal, dirán.
Tal vez tiene algunas implicancias para su corazón, especialmente si usted
tiene sobrepeso. Pero no es un tema público importante que se espere que
aborden los candidatos a la Presidencia o al parlamento, como la educación, la
economía, o la salud de la población.
Incluso si usted es uno
de los pocos que reconocen que comer carne tiene importantes implicaciones
ambientales, éstas pueden parecer relativamente pequeñas. Sí, ha habido
informes sobre la tala del bosque tropical para favorecer a los latifundistas,
y las praderas nativas están siendo destruidas por la ganadería. Pero hasta
hace poco, pocos ecologistas han sugerido que comer carne tenga la misma
importancia que los asuntos que abordan Greenpeace o Amigos de la Tierra.
Sin embargo, a medida
que avanzan las ciencias ambientales, es cada vez más evidente que el apetito
humano de carne animal agrava la mayoría de los problemas ambientales, como la
deforestación, la erosión, la escasez de agua potable, la contaminación
atmosférica y del agua, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la
injusticia social, la desestabilización de las comunidades y la extensión de
las enfermedades.
¿Cómo es que un tema
aparentemente pequeño como el consumo individual de carne ha pasado tan
rápidamente de los márgenes de la discusión sobre la sostenibilidad al centro
del debate? En primer lugar, porque el consumo de carne per cápita se ha más
que duplicado en el último medio siglo, a pesar del aumento de la población
mundial. Por consiguiente, la demanda de carne se ha multiplicado por cinco. Lo
que ha aumentando la presión sobre la disponibilidad de agua, tierras, pastos,
fertilizantes, energía, la capacidad de tratamiento de residuos (nitratos), y
la mayor parte de los limitados recursos del planeta.
Deforestación
La deforestación fue el
primer daño ambiental importante causado por el desarrollo de la civilización.
Grandes superficies de bosque fueron taladas para dedicarlas a la agricultura,
que incluía la domesticación tanto de plantas comestibles como animales. Los
animales domésticos requieren mucha más superficie que los cultivos para
producir la misma cantidad de calorías, pero eso no importó realmente durante los
10 mil años en los que siempre hubo más tierras para descubrir o expropiar. En
1990, sin embargo, el Programa de Hambre en el mundo de la Brown University
calculó que los cultivos mundiales, si fueran distribuidos equitativamente y
sin destinar un porcentaje importante al ganado, podrían suministrar una dieta
vegetariana a 6.000 millones de personas, mientras que una dieta abundante en
carne, como la de los habitantes de los países ricos, podía alimentar tan sólo
a 2.600 millones.
En otras palabras, con una
población actual de 6.400 millones, eso querría decir que ya padecemos un
déficit de tierras, agravado por la sobreexplotación pesquera de los océanos,
que están siendo rápidamente sobreexplotados. A corto plazo la única manera de
alimentar a toda la población mundial, si continuamos comiendo carne en el
mismo porcentaje o si la población mundial continúa creciendo al ritmo previsto
(8.900 millones en 2050), es talar más bosques. Desde ahora, la cuestión de si
obtenemos nuestras proteínas y calorías de animales o plantas tiene
implicaciones directas sobre la cantidad de bosque restante que tenemos que
arrasar.
En Centroamérica, el 40
% de las selvas tropicales han sido taladas o quemadas en los pasados 40 años,
principalmente para pastos de ganado vacuno para el mercado de exportación, a
menudo para carne de las hamburguesas de EE UU. La carne es demasiado cara para
los pobres en los países exportadores de carne, pero sin embargo en muchos
casos los pastos del ganado vacuno han sustituido a formas de agricultura
tradicional muy productiva.
Los informes del Center
for Internacional Forestry Research señalan que el rápido crecimiento en las
ventas de carne de res brasileña, ha acelerado la destrucción de la selva
tropical de la Amazonia.
La destrucción de praderas
se aceleró con la expansión de las manadas de animales domesticados, y el medio
ambiente en el que vivían los animales salvajes como bisontes y antílopes fue
pisoteado y replantado con monocultivos de plantas forrajeras para el ganado
vacuno.
Las reservas de agua
dulce
El agua dulce, de la
misma manera que la tierra, parecía inagotable durante los primeros 10 milenios
de la civilización. Así es que parecía no importar cuánta agua consumía una
vaca. Pero hace algunos años, los expertos calcularon que los seres humanos
consumimos la mitad del agua dulce disponible en el planeta, dejando la otra
mitad a dividir entre un millón o más especies. Debido a que dependemos de
muchas de esas especies para nuestra propia supervivencia (suministran todo el
alimento que comemos y el oxígeno que respiramos, entre otros servicios), ese
acaparamiento del agua plantea un dilema. Si lo analizamos en detalle, especie
por especie, descubrimos que el uso del agua más importante se debe a los
animales que criamos para carne. Una de las maneras más fáciles para reducir la
demanda de agua es consumir menos carne.
La dieta usual de una
persona en occidente requiere 16.000 litros de agua por día (para dar de beber
a los animales, irrigar los cultivos, procesar, lavar y cocinar, entre otros
usos). Una persona con una dieta vegetariana requiere solamente 1.100 litros
diarios.
Un informe del
Instituto Internacional de Gestión del Agua, tras señalar que 840 millones de
personas en el mundo sufren desnutrición, recomienda producir más alimentos con
menos agua. El informe destaca que se requieren 550 litros de agua para
producir suficiente harina para una ración de pan en los países en desarrollo,
pero hasta 7.000 litros de agua para producir 100 gramos de carne de res.
Si se ducha una vez al
día, y cada ducha dura un promedio de siete minutos, a razón de ocho litros por
minuto, usará 19.300 litros al año para ducharse todos los días. Cuando compara
esa cifra, con la cantidad que la Fundación para la Educación del Agua calcula
que se usa en la producción de cada kilo de carne de res (20.515 litros), se
dará cuenta de algo extraordinario. Hoy usted podría ahorrar más agua no
comiendo un kilo de carne que dejando de ducharse durante un año completo.
Manejo de residuos
El vertido de residuos,
de la misma manera que la oferta de agua, parecía que no tenía límites. Siempre
había nuevos lugares donde arrojar la basura, y durante siglos la mayor parte
de los deshechos se descompusieron convenientemente o desaparecieron de la
vista. Igual que no nos preocupó cuánta agua consumía una vaca, tampoco cuánto
excretó. Pero hoy, los residuos de nuestros colosales establos superan la
capacidad de absorción del planeta. Los ríos que llevan residuos ganaderos
vierten tal cantidad de nitrógeno en bahías y golfos que ya han contaminado
grandes áreas del mundo marino.
Las enormes granjas
factorías de ganado, que pueden alojar a cientos de miles de cerdos, pollos, o
vacas, producen cantidades inmensas de residuos. A decir verdad, al menos en
Estados Unidos, estas “Fábricas de Ganado” generan 130 veces más residuos que
toda la población.
Consumo energético
El consumo de energía,
hasta hace muy poco, parecía un asunto de los frigoríficos, que nada tenía que
ver con la carne y la leche de su interior. Pero cuando prestamos más atención
al análisis del ciclo de vida de los objetos que compramos, es evidente que el
viaje del filete hasta llegar a nuestro refrigerador consumió cantidades
sorprendentes de energía. Podemos empezar el ciclo con el cultivo de los
cereales para alimentar al ganado vacuno, que requiere grandes cantidades de
productos químicos agrícolas derivados del petróleo. Posteriormente hay que
añadir el combustible requerido para transportar el ganado vacuno a los
mataderos, y desde allí a los mercados. Hoy, la mayor parte de la carne
consumida recorre miles de kilómetros. Y luego, después de ser congelada o
puesta en el frigorífico, tiene que ser cocinada.
Se requieren 8,3 litros
de petroleo para producir un kilo de carne de res alimentada con pienso en
Estados Unidos. Parte de la energía se consumió en el establo, o en el
transporte y almacenamiento frigorífico, pero la mayor parte se fue en
fertilizantes del maíz y la soja del pienso con el que se alimentan las cabezas
de ganado. El consumo medio anual de carne de res de una familia de cuatro
personas requiere 983 litros de petróleo.
Por término medio, se
requieren 28 calorías de energía de combustibles fósiles para producir una
caloría de proteína de carne para el consumo humano, mientras que hacen falta
solamente 3,3 calorías de energía de combustibles fósiles para producir una
caloría de proteína de cereales para el consumo humano.
La transición de la
agricultura mundial, desde cereales para alimentos a cereales para pienso,
representa una nueva forma de maldad humana, con consecuencias posiblemente
mayores y más prolongadas en el tiempo que cualquiera de las malas acciones
anteriores infligidas por los hombres contra sus semejantes. Hoy, más del 70 %
de los cereales y la soja producida en Estados Unidos se destina a la
alimentación del ganado, en su mayor parte para el ganado vacuno. Alimentar con
cereales a los animales es muy ineficiente, y un uso absurdo de los recursos.
Cambio climático
El calentamiento del
planeta se debe al consumo de energía, en la medida en que las principales
fuentes de energía contienen carbono que, al quemarse, emiten dióxido de
carbono y otros gases contaminantes. Como ya se señaló, la producción y la
comercialización de la carne requieren el consumo de gran cantidad de tales
combustibles. Pero el ganado también emite directamente gases de invernadero,
como un subproducto de la digestión. El ganado vacuno emite importantes
cantidades de metano, un potente gas de invernadero.
Una tonelada de metano,
el principal gas de invernadero emitido por la ganadería, tiene un potencial de
calentamiento del planeta de 23 toneladas de dióxido de carbono por cada
tonelada de metano. Una vaca lechera produce aproximadamente 75 kilogramos de
metano al año, equivalentes a más de 1,5 toneladas de dióxido de carbono. La
vaca, por supuesto, lo hace de forma natural. Pero las personas tienden a
olvidar, parece, que la ganadería es una industria. Talamos los bosques,
plantamos las plantas forrajeras transgénicas y alimentamos el ganado de forma
industrial. Es una empresa humana, no natural. Somos muy eficientes, y por ello
las concentraciones atmosféricas de metano han aumentado en un 150 % respecto a
hace 250 años, mientras que las concentraciones de dióxido de carbono crecieron
sólo un 30 %.
Hay una estrecha
relación entre la dieta humana y las emisiones de metano de la ganadería. Al
crecer o disminuir el consumo de carne de res, también aumentará o se reducirá
el número de cabezas, y las emisiones de metano relacionadas. América Latina
registra las mayores emisiones de metano per cápita, atribuibles principalmente
a las grandes poblaciones de ganado vacuno de los países exportadores de carne,
como Brasil y Argentina.
La producción de
alimentos de las tierras de cultivo, crece menos que la población. Cuando Paul
Ehrlich advirtió hace tres décadas que “cientos de millones” de personas
morirían de hambre, probablemente exageró, por ahora. (Solo murieron de hambre
decenas de millones). La revolución verde, una inyección de fertilizantes y
técnicas de fabricación en serie, incrementó los rendimientos de las cosechas,
y sólo retrasó la escasez. Eso, combinado con una utilización más intensiva de
las tierras cultivables a través de la irrigación y el uso masivo de
fertilizantes y plaguicidas químicos basados en los combustibles fósiles, nos
permitió guardar el paso más o menos con el crecimiento de la población durante
otra generación. La estabilización de la población no se producirá antes de
otro medio siglo, y sólo nos queda una alternativa importante: reducir
drásticamente el consumo de carne, porque la conversión de los terrenos de
pastos para cultivos de alimentos incrementará la cantidad de alimentos
producida.
Enfermedades
Las enfermedades
transmisibles no se desplazan de un lugar a otro por sí solas; tiene que haber
un vector de transmisión, ya sea agua sucia, la sangre infectada de ratas o
insectos, o la carne contaminada.
Los residuos animales contienen
agentes patógenos que causan enfermedades, como la Salmonella, E. coli,
Cryptosporidium, y coliformes fecales, que pueden estar de 10 a 100 veces más
concentrados que en las heces humanas. Más de 40 enfermedades pueden ser
transferidas a los seres humanos a través del estiércol. Un informe del
Departamento de Agricultura de EE UU estima que el 89 % de la carne molida de
las hamburguesas contiene vestigios de E. coli.
Las enfermedades del
estilo de vida, especialmente las coronarias, no eran consideradas un problema
“ambiental” hace una generación. Pero hoy es evidente que la mayoría de los
problemas de salud pública son ambientales, y no genéticos. Además, la mayoría
de las enfermedades evitables son el resultado de las complicadas relaciones entre
los seres humanos y su medio ambiente, y no de causas singulares. Las
enfermedades coronarias se vinculan con la obesidad resultante del consumo
excesivo de azúcar, sal y grasa (especialmente grasa animal) y de la falta del
ejercicio resultante de un diseño urbano basado en el automóvil. Los problemas
ambientales del crecimiento suburbano, la contaminación atmosférica, el consumo
de combustibles fósiles, y las malas políticas de uso del suelo, son también
factores que agravan las enfermedades cardíacas y el cáncer.
La ironía del sistema
de producción de alimentos es que millones de consumidores adinerados en los
países desarrollados mueren de las enfermedades de la opulencia, los ataques
cardíacos, las apoplejías, la diabetes y el cáncer, causadas por atiborrarse de
carne de res y de otros animales, alimentados con cereales y soja transgénica,
mientras que los pobres del Tercer Mundo fallecen a causa de las enfermedades
de la pobreza, porque se les niega el acceso a las tierras para cultivar los
cereales con que alimentar directamente a sus familias.
No sólo la mortalidad
por enfermedades coronarias es más baja en los vegetarianos que en los no
vegetarianos, sino que además las dietas vegetarianas han tenido también éxito
en frenar las enfermedades del corazón. Los datos científicos demuestran una
relación positiva entre la dieta vegetariana y la reducción del riesgo por
obesidad, enfermedades de las arterias coronarias, hipertensión, diabetes, y
algunos tipos de cáncer.
Albert Einstein, más
conocido por sus trabajos en física y matemáticas que por su interés por el
mundo viviente, una vez dijo: “Nada beneficiará tanto a la salud humana y
aumentará las oportunidades de supervivencia de la vida en la Tierra como una
dieta vegetariana”. No creemos que sólo se refería a la alimentación. En este
artículo no hemos dicho nada sobre el papel de la carne en la dieta, aunque
habría mucho que decir, además de las enfermedades del corazón. Tampoco hemos
abordado la ética del vegetarianismo, o los derechos de los animales. El
propósito de esas omisiones no es hacer caso omiso de esas preocupaciones, sino
señalar que sólo en base a fundamentos ecológicos y económicos, comer carne es
ya una amenaza para la especie humana. La era de una alimentación basada
fundamentalmente en la carne pasará, al igual que el petróleo, y ambos declives
están estrechamente relacionados.
Autor: Jose Santamarta
José Santamarta es
licenciado en Filosofía y Letras y en Ciencias Económicas y Empresariales por
la Universidad Complutense de Madrid. Fue pionero del movimiento ecologista y
antinuclear al final de la década de los setenta y en los ochenta. Director de
las revistas Gaia y World Watch, ha publicado varios libros de economía, medio
ambiente y energía.