Para
conocer algo, hay que perderlo.
Todo el
mundo se extravía de su mundo interior, de su espacio interior, y poco a poco
uno se siente hambriento, lo anhela.
Surge el
apetito, se siente la sed. Llega la llamada del yo más interior para regresar a
casa y uno empieza a viajar.
Eso es lo
que significa ser un buscador.
Es ir al
cálido espacio interior que abandonasteis un día. No estaréis ganando algo
nuevo. Ganaréis algo que siempre estuvo ahí, pero, no obstante, será un
beneficio, porque ahora por primera vez veréis lo que es.
La última
vez que estuvisteis en ese espacio erais
ajenos a
él.
No se
puede ser conscientes de algo si se ha abandonado. De modo que todo está bien.
Extraviarse
también está bien.
Pecar
también está bien porque es el único modo de convertirse en santo.
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