“Al despertar esta mañana, sonrío.
Veinticuatro nuevas horas me
aguardan.
Me comprometo vivir plenamente cada
instante,
y mirar a todos los seres con los
ojos de la compasión”.
-Thich Nhat Hanh-
REFLEXIÓN
Reconociendo que cada momento es
nuevo, tenemos la oportunidad para volver a comenzar. En cada respiración, en
concreto, tenemos en nuestras manos la opción de vivir un poco más despiertos.
Comenzar de nuevo significa principalmente detenernos, dejar de hacer.
Significa frenar nuestros continuos intentos por buscar respuestas y soluciones
en un lugar diferente, fuera de nosotros mismos, y hacer el gesto de mirar
aquello que somos y decidir actuar conscientemente. Es sencillo, está a nuestra
disposición, aunque no significa necesariamente que sea fácil de practicar.
Detenernos, dejar por un momento la lógica del hacer y permitirnos ser, sentir,
y entrar en contacto con poder realizar una pausa.
Comenzar de nuevo es sinónimo de
volver a nuestro hogar, detenernos por un momento en nuestro continuo deambular
y dedicar tiempo para la renovación. Observar con detenimiento lo que está
ocurriendo en este preciso instante, con honestidad y amabilidad darnos permiso
para vivir plenamente.
Comenzar de nuevo es una práctica que
podemos hacer ahora mismo. Al respirar reconocemos que aquí mismo podemos
decidir regar determinadas semillas en nosotros mismos mediante el consumo
consciente, el hablar y escuchar más atentamente, y mediante prácticas
personales de atención plena. Así como en la metáfora del jardinero, cada uno
de nosotros es un jardinero de su propio jardín, con cada día somos guardianes
de nuestros pensamientos, acciones y hábitos. Dándonos cuenta o no, podemos
elegir regar las semillas de bienestar que yacen en nosotros mismos y en los
demás o también podemos regar las semillas del sufrimiento y la amargura que
también tenemos.
Está en nuestras manos regar
determinados pensamientos y acciones, y dejar de regar aquello que no nos nutran
ni nutran a quienes nos rodean.
PRACTICA:
El comenzar de nuevo es una práctica
concreta que podemos realizar, tanto si estamos solos como si estamos
acompañados. Podemos seguir estos 3 pasos.
Permítete por un momento detenerte y
llevar amablemente tu atención hacia la respiración y a las sensaciones de tu
cuerpo. No tenemos que ser distintos a quienes ya somos, en nosotros yacen
todas las semillas: las semillas de la alegría, la paz, el amor, y también las
semillas de la envidia, el miedo, la codicia, la vergüenza, etc. Podemos darnos
permiso para simplemente detenernos, respirar y contemplar el bello y complejo
jardín que somos.
2. Un segundo paso en este comenzar
de nuevo está en abrirnos a reconocer las semillas que quisiéramos regar y
tener más presentes en nuestras vida. Por ejemplo, podrías preguntare: ¿qué
semillas podría regar en mí mismo que contribuyan a incrementar el bienestar,
alegría, la compasión y la esperanza?- De un modo amable contigo mismo, y sin
exigirte, permítete observar qué respuestas aparecen ante esta pregunta. Luego
de unos minutos y cuando emerja algo, puedes escribir en una hoja de papel o
decir en voz alta aquellas semillas que quieres regar, por ejemplo: quiero
regar las semillas del descanso o quiero regar las semillas del perdón. Puedes
decirlo como una acción presente que estás llevando a cabo en el mismo momento
de escribirlo o pronunciarlo. Date el tiempo que necesites para que aparezcan
los aspectos significativos que quisieras regar en ti.
3. Finalmente, puedes volver tu
atención hacia la respiración, permitiéndote reconocer algunos aspectos
presente en ti que quizás no quieras seguir regando. O quizás hay elementos que
puedas identificar en ti, que prefieras dejar en la tierra para que se
transformen, por ejemplo: el cansancio, miedo, enojo, vergüenza, o lo que sea
que aparezca. Es importante en este punto no negar ni tratar de eliminar ningún
aspecto, tampoco es el momento de juzgarlos severamente ni emprender una lucha
por cambiarlos, basta con reconocerlos, abrirles un espacio y conscientemente
depositarlos en la tierra o en el compost, para que la tierra haga su trabajo.
No tienes que hacer ningún esfuerzo extra.
Respirando, puedes observar qué
aparece, y con un par de respiraciones puedes permitirte soltar o dejar esos
aspectos en la tierra. Puede ayudar aquí también escribir o decir en voz alta
aquello que aparezca, por ejemplo: “Quiero dejar en el compost el cansancio y
la desconexión”. Escribir o decir esto es también una práctica de atención.
Observa qué ocurre cuando lo realizas. Puede ayudar ser lo más específicos
posibles al momento de enunciar lo que quieres dejar en el compost, ajustando
las frases a tu propia experiencia. Con este sencillo ejercicio estarás
cultivando un comenzar de nuevo.
Sin pretender resolver nada, el sólo
hecho de detenerte puede ayudar a tener un nuevo comienzo. Reconocer qué
semillas quieres continuar regando y qué semillas quieres dejar en el compost
puede ser una valiosa práctica que podemos realizar en cualquier momento del año.
Puedes transformarte en un hábil jardinero, que poco a poco va regando las
semillas del bienestar y va soltando y aprovechando lo que llamamos
desperdicios, pero que también son aspectos importantes de tu jardín y de ti
mismo.
Esta práctica va más allá de ser una
mera declaración de intenciones, al practicarla conscientemente, teniendo
presentes nuestra respiración, nuestras emociones, nuestro cuerpo, nos estamos
transformando a nosotros mismos, y transformándonos a nosotros todo a nuestro
alrededor va tomando un nuevo color.
Claudio Araya
Fuente: Vivo en Armonia
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