LA CIENCIA Y ESPIRITUALIDAD

 


La religión del futuro será una religión cósmica. Deberá transcender al Dios personal y evitar el dogma y la teología. Tendrá abarcara lo espiritual.

 

CONOCIMIENTOS Y SABIDURÍA

Ciencia y Espiritualidad

 

La religión del futuro será una religión cósmica. Deberá transcender al Dios personal y evitar el dogma y la teología. Tendrá que abarcar tanto lo natural como lo espiritual, y deberá estar basado en un sentido religioso que surja a partir de la experiencia de todas las cosas naturales y espirituales como una unidad significativa. El Budismo responde a esta descripción. Si existe alguna religión que pueda satisfacer las necesidades científicas modernas, es el Budismo. (Albert Einstein)

 

La Ciencia trata de entender las leyes de la Naturaleza. El Arte trata de captar la Belleza de la Naturaleza. La Espiritualidad trata de iluminar el escenario donde actúan la Ciencia y el Arte para que sean capaces de ver con más claridad la esencia profunda de la Naturaleza.

 

Una de las mentes más preclaras del mundo de la Ciencia, Albert Einstein, intuyó que Naturaleza y Espiritualidad deben ir de la mano. Ambas se complementan: cuando más luz aporte la Espiritualidad sobre la Naturaleza, más abiertamente podrán la Ciencia y el Arte comprender el significado final de aquella.

 

Pocos son entre los hombres los que llegan a la otra orilla; la mayor parte corre de arriba a abajo en estas playas. (Buda)

 

La ciencia y la lógica de la espiritualidad

 

Durante más de 300 años, el método científico se ha dedicado a fijar una serie de pasos con el fin de alcanzar conocimientos válidos mediante instrumentos confiables. Gracias a esta forma de entender la realidad hemos realizado grandes avances como especie. Yo, personalmente, estoy muy agradecido de que la ciencia nos haya traído hasta donde nos encontramos. Poder comunicarme con miles de personas de cualquier punto del planeta es, sencillamente, mágico. Por no hablar de lo accesible que resulta viajar, conocer y regresar para compartir.

 

Sin embargo, la ciencia ha dejado de ser fiel a sus principios. Desde que Max Planck presentó al mundo su teoría cuántica, allá por el año 1900, la visión del mundo atómico y las ideas acerca de la naturaleza de la luz cambiaron drásticamente. Hoy sabemos mucho más de lo que este genial personaje sabía. Sabemos, por ejemplo, que la realidad cambia por el mero hecho de observarla. Cada vez que tratamos de reproducir y cuantificar un fenómeno, éste cambia en su estructura subatómica. ¿Cómo es posible, entonces, que el método científico no haya incluido estos revolucionarios descubrimientos en su flujo de trabajo? ¿Cómo medir aquello que está en constante transición? Todo está formado por esas diminutas partículas. Así pues, absolutamente todo es susceptible de ser modificado por un observador. Voy a reproducir a continuación las palabras que Max Planck dijo cuando recibió el Premio Nobel de Física en 1918:

“Como hombre que ha dedicado su vida entera a la más clara y superior ciencia, al estudio de la materia, yo puede decirles que como resultado de mi investigación acerca del átomo, lo siguiente: No existe la materia como tal. Toda la materia se origina y existe sólo por la virtud de una fuerza la cual trae la partícula de un átomo a vibración y mantiene la más corta distancia del sistema solar del átomo junta. Debemos asumir que detrás de esta fuerza existe una mente consciente e inteligente. Esta mente es la matriz de toda la materia.”

 

Resulta que esto mismo es lo que las principales tradiciones espirituales llevan diciéndonos miles de años. Cuando cambiamos la manera de mirar a las cosas, las cosas cambian. Muchos místicos creían que, una vez que la ciencia descubriera estas verdades, muchas personas confiarían en ello. Sin embargo, poco parece haber cambiado, y muchos siguen creyendo que somos átomos arrojados al vacío y que llegamos hasta aquí por casualidad.

 

La lógica de la espiritualidad es precisamente esta. El mundo no “es”, nosotros lo hacemos. Y lo creamos con la ayuda de una energía ilimitada e impensable, y de la que todos formamos parte. Todos somos esa energía. Cada observador está cambiándolo todo, reestructurándolo para que se ajuste a lo que él cree que es. Cuando creemos en algo, lo estamos creando, estamos poniendo a trabajar a Dios. Esta infinita energía existe como parte de nosotros, y ejerce su influencia en la dirección que nosotros le indicamos.

 

Aquellos que creemos que el mundo puede cambiar, le estamos trayendo el cambio al mundo. Aquellos que creen que el mundo es un campo de batalla lleno de odio, ira y envidia, eso mismo le traen al mundo.

 

La ciencia es fascinante y siempre evoluciona. Sin embargo, a pesar de su frenético desarrollo, nunca podrá demostrar ciertas cosas. ¿Cómo medir el impacto de estas palabras en un lector? ¿Cómo medir cuánto tiempo pasó hasta que estas palabras ejercieron su influencia en alguien? ¿Cómo medir la asimilación profunda o superficial de este mensaje? ¿Cómo medir lo que no se puede medir?

 

Física cuántica y tradición nos han legado la respuesta que nos negamos a asumir:

 

No se trata de medir, se trata de crear.

 

Cada hombre puede mejorar su vida mejorando su actitud

 

Autor: Hector Tassinari. Para algunos la actitud, forma de actuar de una persona o comportamiento que emplea a la hora de hacer algo concreto, puede representar un aderezo volátil y no esencial del carácter y que palidece ante atributos más 'sustanciales' y vigorosos. Sin embargo, la actitud resulta básica para poder sacar partido a todas nuestras otras habilidades. Sin ella, todo disminuye. Con ella todo se magnifica.

 

Sabemos por experiencia que cualquier tarea encarada con una actitud positiva conlleva no solo una mejor y más brillante resolución de los asuntos, sino una contribución directa a la eficacia y maestría con que los resolvemos. Por el contrario, una actitud negativa, aparte de resultar más fatigosa mentalmente, propicia un resultado muy alejado de nuestro verdadero potencial.

 

La persona madura profesionalmente sabe que es indispensable afrontar cada labor -por insignificante que parezca- con el afán de obtener el mejor resultado. Se podría afirmar que no hay empeños pequeños, sino personas incapaces de manejar con excelencia los asuntos... si no son del tamaño que ellos consideran adecuado. Lo importante, y esta es una gran clave, es tener la necesidad de hacer las cosas bien, con independencia de su medida o volumen, ya que ello nos creará un hábito del que nos será imposible zafarnos en adelante.

 

La actitud marca la diferencia en las personas. Es la que permite que desarrollemos nuestras capacidades al máximo. Es la que determina cómo vemos y cómo manejamos nuestros sentimientos. La que nos da ventaja sobre los demás o nos deja en desventaja. La única diferencia, quizá, entre fracasar y tener éxito. Un aditivo a nuestra personalidad que puede convertirnos en personas con las que los demás se sienten a gusto. A ninguno de nosotros, creo, nos complace estar en compañía de personas negativas y pesimistas. Que se quejan por todo y viven arrastrando su existencia.

 

La tendencia del individuo a reaccionar, ya sea positiva o negativamente, ante las circunstancias, nos compete en exclusiva a nosotros y, al fin. será nuestra disposición anímica la que determine que convirtamos nuestro camino en feliz o en infeliz..

 

EL RÍO

 

En el valle de Kadisha, donde fluye el majestuoso río, dos pequeñas corrientes se encontraron y conversaron. Una corriente dijo:-¿Cómo has llegado, amiga mía, y cómo ha sido tu camino? La primera contestó:-Mi camino fue de lo más embarazoso. La rueda del molino se había roto y el granjero que me conducía desde el cauce hasta sus plantas murió. Y hube de bajar forcejeando y filtrándome por la suciedad de aquellos que no hacen nada más que sentarse y cocer su pereza al sol. ¿Y cómo fue tu camino, hermana mía?-Mi camino fue diferente -respondió la otra corriente-. Bajé de las colinas entre flores fragantes y tímidos sauces; hombres y mujeres bebían de mí con copas de plata y los niños remojaban sus pequeños pies rosados en mis orillas, y todo era risa alrededor de mí, y dulces canciones. ¡Qué pena que tu camino no haya sido feliz!

 

Reflexión final:

 

La debilidad de actitud se vuelve debilidad de carácter.

 

Albert Einstein


Fuente: La IluinacionEspiritual


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