Afortunados los que
podemos contar con esas personas especiales, esos soles, que tienen el don de
ofrecernos luz en los momentos en los que sentimos mayor oscuridad. A veces es
sencillo perdernos en las tormentas, en medio de las nubes o en las tinieblas,
pero esos soles que aparecen para iluminarnos mientras nosotros nos podemos
sentir apagados merecen siempre un reconocimiento.
A veces esos soles no
saben el efecto que están generando y cómo nos pueden estar ayudando, porque su
sola presencia ya es suficiente para que logremos ver las cosas diferentes.
Esas personas no tienen
ni siquiera que estar cerca para bendecirnos con su luz, puede que ni siquiera
sepan quienes somos, pero lo que hacen nos basta para cargarnos de esperanza,
de fuerza, de confianza en que lo que nos abruma, nos agobia o nos atemoriza no
es tan fuerte como nuestra esencia.
Esos soles hay que
tenerlos cerca
En ocasiones corremos
con la suerte de tener esos soles cerquita, iluminándonos y además dándonos el
calor propio del afecto y el cuidado. Esas personas no tienen que hacer mucho para
que las cosas mejoren, pero en caso de tomar acción, de seguro son las que
mayormente tendremos que agradecer.
Muchas personas llevan
oscuridad a donde se dirigen, nos sentimos incómodos ante su presencia, se
caracterizan por robarnos la energía vital y muchas veces si estamos
atravesando un mal momento, no nos pintan un mejor escenario, sino por el
contrario, se encargan de que nuestra mente quede saturada de lo peor que
podría ocurrir. Raras veces aportan algo positivo y muchas veces las hemos querido
mantener al margen de nuestras vidas, pero como toda oscuridad, siempre saben
cómo aparecer.
Mientras que en el otro
lado de la balanza, ofreciendo el equilibrio están esas personas
fortaleciéndonos, sin esperar nada a cambio la mayor parte de las veces. A
estas personas las distingues a lo lejos, normalmente su sonrisa las hace
resaltar entre el resto. Tienen una capacidad inigualable para ver el lado
amable de las cosas, nunca se toman nada personal y son muy hábiles en el eso
de perdonar y dejar atrás lo que les ha dolido.
Nos muestran la vida
desde sus ojos
No se sabe si han
nacido con ese don o si lo han desarrollado, quizás las dos cosas, pero lo
cierto es que parecen tener todo más claro, no se ahogan en vasos de agua y
todo lo ven fácil de resolver… Los problemas… Nunca son tales, a lo sumo son
oportunidades, para crecer, para aprender, para conocer a los demás y
conocernos a nosotros mismos.
Quizás se saben soles,
pero nunca lo manifestarán, porque su humildad los caracteriza. No se llenan la
boca diciendo lo que son capaces de hacer por los demás, ni mucho menos suelen
sacar algo en cara. Para estas personas la mayor recompensa es haber sido
útiles, haber apoyado, haber estado en el momento oportuno para dar lo mejor
dentro de las posibilidades.
De seguro tú tienes al
menos un sol que le da luz a tu vida, que notas mucho más en los momentos en
los que te encuentras en oscuridad. Personas así no abundan, es por ello que
hay que cuidarlas y sobre todo agradecer su presencia, porque a veces todo está
bien porque ellas están, pero si se alejan es que podemos darnos cuenta de que
ellas eran la fuente de la mayor parte de luz que se hacía presente.
Esos soles van por
allí, casi inmutables, resilientes, poderosos, iluminando a su paso, incluso
cuando no nos demos cuenta, siempre dispuestos a contagiarnos, a encendernos,
buscando la manera de que nos reconectemos con la luz que cada uno lleva
dentro.
Sara Espejo
Fuente: Rincón del
Tibet
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