El poder sanador del
terapeuta es la fuerza magnética atractiva de su Amor. Esa fuerza le conecta
con su Alma y genera las cualidades de la responsabilidad, la inclusividad y la
participatividad.
Estas tres cualidades
básicas del Alma se expresan en el campo de relación como:
Responsabilidad: es la
capacidad de dar respuesta a la necesidad del Alma que se expresa en el
instrumento del cuerpo.
Inclusividad: es
comprensión amorosa. De ella surge la compasión, una expresión del amor
incondicional, en la que el sanador y su paciente forman un solo campo de
conciencia.
Participatividad: es la
capacidad de elevar los ojos del paciente a su Alma, para involucrar su
potencial sanador en el proceso terapéutico.
Al proyectar las
energías del amor al corazón, la compasión genera un patrón de coherencia en el
seno del campo magnético cardiaco, que es cinco mil veces más intenso que el
del cerebro. Ese campo de comprensión amorosa, emitido cuando se experimenta un
sentimiento de amor incondicional, literalmente “abrasa”, incendia, transmuta y
reordena. Inmersos en el campo magnético ordenante de un corazón amoroso,
reconocemos nuestra unidad con el ser que nos habita, nos convertimos en el
Alma que somos, y participamos del poder reordenante de su energía, que se
precipita en una fuerza renovadora como “el agua abundante de la vida”.
Si tomáramos
electrocardiógrafo y le retiráramos los filtros electrónicos que se emplean
para eliminar el ruido, encontraríamos que no solo en el corazón sino en todo
el cuerpo aparece el electrocardiograma. Cuando lo tomamos a nivel de la
cabeza, aparece un trazado de bajo voltaje que cabalga sobre uno de voltaje
mucho mayor. Es el electroencefalograma que es portado sobre esa onda portadora
mayor que es la actividad eléctrica del corazón. Pues bien, todos los ritmos
del cuerpo viajan a caballo del ritmo de nuestro corazón, que es conocido por
los investigadores de la nueva ciencia de la neurocardiología como el oscilador
eléctrico maestro. Cuando yo comprendo que desde la visión del campo tu no solo
estas frente a mí, sino que estas en mí, allí y acá se vuelven siempre
interiores. Cuando puedo vislumbrar el hecho de que tu imagen total, no solo la
imagen de tu cara o de tu sonrisa, sino la imagen de tu SER, está en mi
corazón, puedo nacer a lo que en términos de la ciencia de la sanación se
conoce como la pureza magnética. La pureza magnética es la condición esencial
del sanador; con ella comienza la sanación espiritual. No es producto de un
segundo de inspiración, es el resultado de toda la vida, de la pureza de vida,
de la claridad de nuestra visión del mundo. ¿Cómo vemos el mundo? ¿Cómo lo
sentimos? ¿Cuál es la imagen que tenemos de nosotros? Pues bien, esas son las
imágenes que inconscientemente proyectamos al mundo de la relación. Conforman
un patrón de organización de información que se constituye en la onda portadora
de nuestra intención terapéutica. Las técnicas son como una jeringa; el
verdadero medicamento, el contenido, somos nosotros mismos.
Jorge Carvajal /
Artículo cedido por Mundo Nuevo
Fuente: AIS _
Asociacion Internacional Sintergetica
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