A veces, cuando estás tratando de
sanar tu dolor, o perdonarlo, o liberarlo, o incluso ‘aceptarlo,’ lo que en secreto
estás tratando de hacer es deshacerte de él. En eso hay resistencia; violencia,
incluso. No quieres que este momento sea como es. Este momento se ha convertido
en tu enemigo. Quisieras ser alguien más o estar en otro lugar.
Te has dividido en dos: yo vs. mi
dolor. El dolor es visto como un terrorista dentro del cuerpo, un obstáculo
para la paz, un gran error cósmico. Sientes como si tu organismo estuviera en
tu contra, que has fallado, que el sanar está lejos, que eres una víctima, una
causa perdida.
El dolor es a menudo asociado con
sentimientos de fracaso, abandono y desesperación. Pero el sanar nunca está
lejos, amigo, y tú no estás perdido. Y entiende esto: el sanar no
necesariamente implica la desaparición de los síntomas. ¡No!
«Sanar no necesariamente implica la
desaparición de los síntomas.»
Sanar podría implicar la permanencia
del dolor, en este momento. Tal vez, incluso, su intensificación. No estás
lejos de sanarte. Verás… …el sanar no es un destino final, sino una invitación siempre presente a recordar lo que realmente eres. Es una
invitación al amor, en cada momento de nuestras vidas.
En el amor, el dolor no es atacado,
sino acogido en su propio hogar. Tú no estás contenido ‘en’ el dolor, el dolor
está ‘en’ ti; acogido en tu inmenso corazón. Es aceptado, incluso honrado por
lo que es: una poderosa expresión de la vida misma, sin importar lo indeseable
o inesperado, lo intensa o incómodo que resulte. No está fundamentalmente en tu
contra, más bien se trata de una parte asustada, dentro de ti mismo, que quiere
desesperadamente ser amada, incluida.
«Sanar no es un destino final, sino una invitación siempre presente a
recordar lo que realmente eres.»
El dolor no se trata de una amenaza,
sino quizás, de tu más grande maestro, de tu más poderoso llamado a tu
Presencia, a la vida misma. Este es un amor firme, sin duda. Una invitación muy
antigua a soltar todos los sueños con
respecto a cómo debía lucir este día, y honrar la forma en como se ha
presentado. Una invitación a ser inmenso, lo suficientemente inmenso como para
recibir a la alegría y al dolor, a la decepción
al aburrimiento.
«En el amor, el dolor no es
rechazado, sino acogido en su propio hogar.»
Y tal vez una invitación a la
gratitud, por la vida que has llevado, por cada precioso aliento, por el
alimento que se te ha dado,
por la capacidad de amar, de
perdonar, de conectarte, por ser capaz de encontrar el descanso, incluso en los
momentos más oscuros.
Quizás tu dolor contiene tu propia
medicina, las tan necesitadas enseñanzas de serenidad, Presencia, y de no dar
nada por sentado. No te apresures a etiquetarlo como algo ‘negativo’ y a buscar
su trascendencia.
Aquí hay una invitación para ser un
poco más amable con él, sin importar lo cegadora que resulte su apariencia. No
galopes hacia su aniquilación, más bien ve un poco más despacio, sé curioso,
siente su fuego, su dignidad está en su ferocidad.
Tu dolor podría desaparecer mañana.
Eso es posible. Aunque la intención no es aferrarnos a la esperanza. Estamos
interesados sólo en la verdad, ahora; el dolor exige la verdad. Así que por
hoy, honremos nuestro dolor, por el tiempo que permanezca aquí.
La Presencia es la medicina más
poderosa, independientemente de la medicina que estemos tomando o no a la hora
de buscar algún tipo de comodidad física. En Presencia, dejamos de ser las
víctimas, porque nos hemos alineado con ‘lo que es’, nos hemos puesto del lado
de la vida.
Y de eso se trata la verdadera
sanación. De aceptar el Ahora. Amigo, tu dolor podría ser solamente el reflejo
de cómo se siente sanar. No se supone
que deba desaparecer en este momento.
– Jeff Foster
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