La luz nos
permite ver las formas y los colores, pero no podemos ver la luz. Del mismo
modo, lo Real permite la observación de la realidad que nos rodea, pero con los
sentidos físicos no podemos percibir lo Real. Así lo escribe Emilio J. Gómez en
su sección Silencio Interior.
El cerebro está
diseñado para la supervivencia de la especie. Por este motivo ha desarrollado
los cinco sentidos físicos con los que poder relacionarnos con el mundo
exterior. Es gracias a los sentidos que el ser humano puede sobrevivir.
Sin embargo,
nuestro cerebro no está diseñado para la captación de otras dimensiones que no
sean aquellas que puede percibir: largo, ancho y alto. ¿Quiere esto decir que
no existan? Desde luego que no. Existen, y se las puede percibir, pero no con
los cinco sentidos.
A fecha de hoy
la física, a través de la teoría de cuerdas, ha llegado a contabilizar más de
20 dimensiones diferentes. No está nada mal la diferencia. Pero, a fin de
cuentas, todas ellas se limitan a meras fórmulas matemáticas de inalcanzable
comprensión para el profano en la materia.
¿Qué es lo que
buscan los físicos? ¿Qué tratan de demostrar los científicos? Tratan de traer
al mundo visible un fragmento de lo invisible. Su labor está condenada al
fracaso. Jamás lo conseguirán. Lo invisible es esencial, y como decía
Saint-Exupéry en su Principito, lo esencial es invisible a los ojos.
Así pues, lo
Real y la realidad se entremezclan en la vida cotidiana. Reflejos de una
aparente realidad nos confunden sin cesar haciéndonos entrar en estado de
fascinación. La belleza del mundo que nos rodea captura nuestra atención hasta
hacernos creer que es auténtica. Pero ¿lo es?
El corazón
espiritual
Real es lo que
permite la percepción, no la realidad reflejada, por muy hermosa que pueda
llegar a ser. Para distinguir entre lo Real y la realidad se hace necesario
viveka,el discernimiento.
Ser capaz de
diferenciar la ilusión de lo verdadero es todo un reto para el individuo.
Máxime, cuando a través de la proyección con el mundo exterior y la posterior identificación,
él mismo ha llegado a creerse que es real, auténtico, pasando así a formar
parte de la ficción.
Vemos una forma
reflejada sobre el estanque y de inmediato le concedemos toda nuestra
credibilidad. Es verdadero, nos informa nuestro cerebro. Es hermoso, nos dicen
nuestras emociones. Es real, pensamos. La ficción está servida, y con ella el
sufrimiento de la existencia o el gozo de vivir.
La proyección de
la mente es inmediata, tanto como el proceso de identificación. Nos lo hemos
creído. Estamos enganchados. Es natural que así sea; ese es el funcionamiento
de nuestra mente, la cual crea un velo que impide la percepción directa de lo
Real.
Sin embargo, lo
invisible se puede percibir, pero no con los sentidos, sino con el corazón.
Hridayam, el corazón espiritual, es el olvidado instrumento que posee el ser
humano para percibir lo que no se puede percibir con los sentidos.
Despertar al
corazón espiritual es rasgar el velo de Isis, es abrir la puerta a lo Real, es
comprender lo que la mente nunca puede comprender. Es captar la esencia de lo
visto porque se vive desde lo esencial.
¿Quién se
atreverá a introducir la mano en el estanque para romper la imagen reflejada y
tener un atisbo de lo Real?
Emilio J. Gomez
Fuente: Yoga en Red
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