Los medios de comunicación, las redes
sociales, la publicidad, todo se mueve a través de la imagen, no de lo que ES
realmente sino de lo que se muestra.
Esas iconografías pulcras, nítidas,
gráciles, sin imperfecciones, a la moda, son el sustento (falso) de nuestro
diario vivir.
Nos alimentamos famélicamente
de lo que HAY QUE ser, hacer y tener y corremos frenéticamente para
conseguirlo. Al final, no hay nada nutritivo, sino más vacío,
cansancio y frustración. Bueno, no importa, sigamos corriendo que se
ve bien.
Cual Narcisos, nos miramos en esas
proyecciones, creyendo que conseguiremos amarnos.
No hay forma de que suceda, porque
así negamos quiénes realmente somos.
Y de eso se trata: los narcisistas no
se aman a sí mismos ni aman a los otros, porque niegan sus sentimientos y su
verdadero yo.
Hay distintas formas en que la
sociedad no ha llevado a esto. Una de ellas es la carencia de límites.
Nos creemos que debemos saber todo,
hacer todo, poder todo.
La mayoría de los problemas que
tenemos derivan de un nivel de exigencia tan tremendo que cualquier cosa es
poco y es preciso luchar y esforzarnos más para conseguir el máximo.
Es común que nos propongamos diez
cosas, cuando lo posible sean seis; logramos cinco pero nos castigamos por las
cinco que no pudimos: ¡no eran posible!
Esta falta de límites, este constante
“Tú puedes”, nos deja a merced de los mandatos sociales y, peor, no nos permite
conectar con nuestras auténticas posibilidades, cualidades, carencias,
potenciales.
Cuando hay desconocimiento, esa
estructura interna no se consolida y somos carne de cañón; surge el caos y la
irrealidad, ya que no existe aceptación ni respeto por lo que somos sino un
deseo irrefrenable de lograr el modelo social inagotable que nos venden.
Pero resulta que sí nos
agotamos: no somos solo una mente insaciable, buscando más información,
más metas, más lo que sea, para creerse importante, para sentirse valiosa y
querible.
Eso lo debe realizar un
cuerpo que tiene limitaciones, que no aguanta tanto ajetreo, que se enferma,
que se rompe cuando ya se llenó de pastillas y anestesias.
Otra forma en que nos llevan al
narcisismo es a través de los valores superficiales que se
han asumido: poder, dinero, éxito, fama, imagen positiva, diversión, omnipotencia.
Cuando no tenemos contacto con lo
verdadero, las sustituciones del ego pretenden llenar el vacío. Y no
lo conseguirá, por más que luche y empuje. Así que, cansados y
fracasados, giramos en la nada.
Obviamente, no todos son narcisistas en
esta sociedad (esto tiene relación con un desarrollo en la infancia), pero
adoptamos algunas de esas características al vivir en una sociedad que sí lo
es. Debemos volver a lo esencial, a lo simple, al interior.
Es necesario conocernos, aceptarnos
en el diseño propio, sanar los conflictos, encontrar los objetivos importantes
para nosotros, tener valores esenciales como el amor, la empatía, la colaboración,
la armonía, la paz.
Debemos ser lo que buscamos afuera.
LAURA FOLETTO
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