Sólo se requería de una acción
interior para que lograra el equilibrio por el que contactó conmigo: la
quietud. Pero cuando el protagonista de una historia es lo material, la
quietud, pese a mostrar el camino, se rechaza con tanta normalidad como indiferencia.
La chica - psicóloga de profesión -
había dejado de sentirse creativa en su propia consulta y se veía obligada a
salir de ella en busca de nuevas inspiraciones para sus libros.
Conforme estudié la energía de su
consulta, percibí con nitidez un exceso de proyección profesional que le
descentraba fruto de una carencia de energía reflexiva.
Ante su afirmación y conformidad, le
di pautas externas e internas para facilitar su contacto interior y favorecer
con ello su propia serenidad. Una vez lograda, podría recuperar su creatividad.
En sólo 5 semanas, soltó una relación
tóxica que le lastraba desde hace años, cambió de vivienda a una que le
aportaba mayor lucidez y apareció una nueva oportunidad sentimental en su vida
con alguien que, precisamente, favorecía la reflexión y la quietud.
Se abrió, personalmente, a una forma
más sutil de percibir la vida y con ella, le llegaron formas y técnicas para
implementar dicha sutilidad.
Todo se dispuso a su alrededor para
que alcanzara el equilibrio interior al que se abrió, pero su aparente anhelo
por la fama, su aparente obsesión al éxito, su aparente ambición y su aparente
fortaleza y determinación, escondían un temor interior tan grande a observar su
propia fragilidad, que la vida, ante su permanente búsqueda exterior, retiró de
su camino lo que podría haber iluminado su interior.
La vida siempre escucha la verdad
sobre tu sutileza interior. Si la decides iluminar, te muestra el interruptor.
Si la decides obviar o si llegas a aprovechar o manipular la sutileza de otro
ser en tu beneficio, el interruptor se oculta y cada vez más es más evidente la
carencia de lucidez.
Andrés Tarazona
Fuente: El Cielo en la Tierra
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