Estamos en un proceso de regreso, de
retorno al ser que somos y que lo hemos tomado con toda la calma, con toda la
pausa, sin prisa. Hemos propuesto que hagamos un encuentro de humanidad durante
unos cinco años y en cada año hagamos una construcción, un reconocimiento
acerca de los elementos de la vida que conforman la totalidad, no desde una
visión separatista como si un elemento fuera desconectado de otro, sino desde
una visión de integridad reconociendo los valores que encarnan cada uno de
estos elementos más allá del plano de la materia, en el plano sutil, en el
plano de las cualidades, de las virtudes, de los valores, de las
subjetividades. De ese poder que tenemos los humanos de ser co-creadores del
estado del ser que anhelamos, que soñamos y que ya somos, que es prácticamente
salir del olvido y entrar en plenitud en lo que somos.
En el año 2020 revisamos el tema del
agua, la maestra agua, elemento vital, elemento fundamental de la constitución
de todo ser vivo, de toda vida en esta dimensión en la que estamos. Sin el agua
no hay vida. En el año anterior (2019) revisamos la tierra, los fundamentos, el
soporte, la identidad, la seguridad, la confianza, todos esos valores generados
a partir de las reflexiones con la tierra.
Recibimos las enseñanzas del agua en
sus cualidades de fluidez, adaptabilidad, vitalidad, transparencia e
inteligencia. El agua es portadora de información, portadora de vida. El agua
es la analogía del mundo emocional. Nuestro campo emocional representa también
nuestras aguas y eso se puede explicar de una manera sencilla: es evidente que
el agua también es nuestra sangre. Para nuestros ancestros ese era el símbolo:
agua mi sangre, y… ¿en la sangre qué va? Van los elementos, van los glóbulos
rojos, los glóbulos blancos, pero también van las sustancias neuroquímicas, los
neuropéptidos, neurotransmisores. Van también hormonas y sustancias que van a
generar acciones en nuestra vida, que desde el plano mental, desde el plano de
la imagen, del recuerdo, desde el plano de la mente, de la interpretación que
hacemos de lo que sucede en el entorno, de la percepción que tenemos de ello,
de la significación que hacemos y de los condicionamientos, programaciones que
tenemos, pero también de las expectativas de todo ese mundo de la mente, vamos
conectando eso hacia el cerebro límbico, hacia el cerebro emocional o mamífero
y desde allí eso se nos vuelve química y se nos vuelve movimiento, se nos
vuelve energía para actuar.
Nuestra sangre en sus glóbulos rojos,
en miles y miles de millones de glóbulos rojos que están circulando instante a
instante desde que éramos embriones hasta el día que cese la actividad de
nuestro cuerpo en esta dimensión, esos glóbulos rojos contienen en su interior
átomos de hierro. Esos átomos de hierro son un material desde el punto de vista
de la física magnetizable y generan un campo magnético. Cada arteria es como
una bobina, cada arteria tiene una capa muscular, la muscularis, que le permite
contracción y expansión, le permite el movimiento. Esos pequeños músculos alrededor
de todas las arterias, arteriolas, capilares, de todo el sistema vascular,
tienen que tener una conexión eléctrica, energía eléctrica que proviene del
sistema nervioso, y que lleva el impulso, el mensaje para que se haga una
contracción o una expulsión.
Entonces ese es el mecanismo: nuestro
sistema límbico no sólo traduce las emociones al mundo de la química sino que
es el origen del impulso del sistema simpático – parasimpático. El sistema
simpático, en el caso de la musculatura, nos va a producir contracción, y del sistema parasimpático nos surge la
respuesta en relajación.
Entonces el mundo mental conectado
con el mundo emocional muchas veces se asocia a un estado de estrés. Nuestros
cuerpos están diseñados para manejar estrés de corta duración, una respuesta
rápida de huída, de ataque, de defensa, de correr y de solucionar una situación
momentánea. Pero luego nuestro cuerpo está preparado, adaptado, para regresar
al estado de relajación. El asunto con nuestra mente es que a través del
recuerdo, de la memoria, de la remembranza de situaciones anteriores, estamos
reviviendo, reactivando, estados de estrés del pasado que ya no son, ya no
existen, y sin embargo el poder de la imaginación es tan grande, que al
convocar esas imágenes, esos recuerdos, esas situaciones vividas con
anterioridad la revivimos no sólo desde la imagen, sino también con el
sentimiento y la emoción.
El recuerdo tiene casi que olor,
sabor, color, emoción; y es un poco riesgoso eso del recuerdo porque los
humanos tenemos la tendencia a componer los recuerdos. Las memorias muchas
veces no son exactas tal como sucedieron, a veces nos alimentamos de los
comentarios y experiencias y recuerdos asociados y vamos formando una tragedia,
un drama, vamos nombrando, vamos calificando, le vamos poniendo adjetivos a lo
que pensamos y sentimos. En este presente, desde el pasado estamos reactivando.
Entonces eso tiene muchas consecuencias. Una de ellas es que nos perdemos el
presente, es decir, el presente está ocupado con la atención enfocada en el
pasado y en los sentimientos del pasado. Nos perdemos el presente, y resulta
que el presente es la vida, o sea que nos estamos perdiendo la vida. Estamos
dejando de presenciar la maravilla de la existencia, de ser y de estar y actuar
aquí y ahora por estar conectados víctimas del movimiento del pasado. A eso le
llamamos analfabetismo emocional.
Dr. Jorge Iván Arango Caro
Médico, docente, terapeuta y
vicepresidente de proyección social de la AIS
Médico y cirujano de la Universidad
de Antioquia, Medellín, Colombia. Ejerce la medicina integrativa y terapias de
sanación desde hace mas de 25 años. La Sintergética, como visión de síntesis de
la vida y la salud, es hoy eje de su consulta.
Es socio de AMIBIO (Asociación de
Médicos e Investigadores en Bioenergética) y actual Vicepresidente de
Proyección Social de la AIS (Asociación Internacional de Sintergética).
Fuente: Asociacion Internacional
Sintergetica
No hay comentarios:
Publicar un comentario