La vida pasa en un
abrir y cerrar de ojos y a veces solo al final del camino es que tenemos la
sabiduría necesaria para entender el juego, aquel que intentamos tantas veces
descifrar, ganar y del cual pudimos haber querido inclusive renunciar.
Lo cierto es que
mientras más pronto entendamos que nada, absolutamente nada se mantiene al
margen del cambio o dura para siempre, más pronto podemos sacar provecho de
este inevitable hecho.
Cuando entendemos que
todo llega, todo pasa y todo cambia, cuando lo internalizamos y lo usamos de
herramienta, dejamos de preocuparnos, ya no nos aferramos y tampoco nos
resistimos. Simplemente disfrutamos de aquello que nos gusta, de lo que amamos
y esperamos con la mejor actitud que aquello que no nos agrada simplemente
termine.
Y paradójicamente es
cuando nos dejamos de preocupar que las cosas fluyen hacia la salida con mayor
velocidad. La preocupación representa un ancla para todo aquello que no quiero
en la vida. Es la manera de usar nuestra imaginación para darle cabida o para
extender la presencia en nuestras vidas de aquello que rechazamos.
Mientras que cuando
dejamos de preocuparnos, es como si no interfiriéramos en el camino de salida
de aquello que no deseamos en nuestras vidas.
Aceptar algo no es
resignarse
A veces nos hace ruido
el término aceptación, porque nuestra mente lo asocia con que tengo que
familiarizarme con aquello que me incomoda, que tengo que resignarme. Mientras
que la invitación es a dejar de dar batalla, dejar de distraer, de llamar y de
atraer aquello que queremos fuera.
No podemos en todos los
casos cambiar nuestra realidad, más cuando ésta se enmarca en una realidad
colectiva, pero si podemos decidir con qué actitud vamos a sumir lo que ocurre.
El entender que nada es para siempre, ayuda y mucho y el saber que mientras
menos le hagamos a algo, pues mejor para dejarle libre el camino para
retirarse, pues nos lleva por un camino de mucho menos sufrimiento y de menos
tiempo de procesos.
Disfruta la vida tal y
como es
Mira tu presente, ámalo
tal cual es, con lo que te gusta y con lo que no, actúa como si de todas las
posibilidades que existían, tú escogiste de manera consciente la que estás
viviendo. Quizás no fue así, pero al menos cocreador has sido. Y cada episodio
de tu vida vale la pena, incluso los tristes y dolorosos, cada momento aporta,
te enriquece, aunque a veces no saques de algo el mayor provecho, incluso
cuando pienses que no has aprendido nada, algo te queda y de seguro te será de
utilidad en algún momento de tu vida.
Las cosas malas se
convierten en eso porque así las etiquetamos, porque estamos acostumbrados a
juzgar, a distinguir el bien y el mal, pero nunca abarcamos el panorama
completo. De todo, de absolutamente todo hay material que podemos rescatar, hay
una bendición oculta.
Si nos acostumbramos a
ver el lado positivo a las cosas, nos vamos a sintonizar con la gratitud, vamos
a poder apreciar desde el corazón y le vamos a dar un valor diferente a las
cosas, a las personas y a las situaciones, incluso aquellas que nos ponen la
vida de cabeza.
Debemos enfocarnos más
en el ser, que en el hacer, cuando entramos en sintonía con lo que somos, con
nuestra esencia, se nos hace mucho más sencillo fluir con la vida, sin
resistencias, solo viviendo lo que el momento presente tiene para nosotros,
correspondiente a lo que de alguna manera atrajimos a nuestras vidas…
Entendiendo que todo llega, todo pasa y todo cambia.
Por: Sara Espejo –
Fuente: Rincón del
Tibet
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