Si muchas almas se
unen, es posible liberar al mundo del odio y el dolor, a través del encuentro y
el abrazo con los otros. ¿Cómo cultivar una de las emociones más nobles del ser
humano?
La mística de la
compasión impregna a la persona cuando se deja afectar por el rostro sufriente
del otro, cuando las miradas doloridas se le clavan en la piel del alma y
siente su tristeza como propia, en sus propias entrañas.
La mística de la
compasión es todo lo contrario a la impasibilidad, la apatía, la indiferencia y
la tibieza.
La mística de la
compasión nos impulsa a estar vigilantes y dispuestos, con los ojos y los oídos
siempre bien abiertos, para descubrir dónde se encuentran los empobrecidos,
rechazados y marginados por el sistema, para salir a su encuentro.
La mística de la
compasión se enfrenta y denuncia a los distintos poderes económicos y políticos
que excluyen y discriminan; y cuida de las víctimas, las consuela y reincorpora
a la vida social, ofreciéndoles una nueva perspectiva a su vida, después de haber
recuperado su dignidad.
La mística de la
compasión no vive de certezas dogmáticas, sino de búsquedas a tientas, pero
conjuntas, desde el desconcierto de sentirnos frágiles, vulnerables pero, a la
vez, con el humilde convencimiento de tener un Espíritu, un aliento interior,
que nos da fuerzas para enfrentar y sobreponernos a cualquier dificultad.
La mística de la
compasión sabe que una persona tiene una capacidad limitada para aliviar tanto
dolor, pero si muchas se unen, si se animan y abrazan, si se comprometen a
liberar de la miseria, el odio, el racismo… tienen muchas más posibilidades de
solucionar los problemas.
La mística de la
compasión se deja acompañar muchos días por la tristeza, al no ver ningún
resultado, ni vislumbrar caminos ni soluciones para solventar las dificultades.
Entonces las tardes se vuelven grises y hay que aceptarla como compañera,
permanecer en silencio y respirar profundamente hasta que vaya pasando.
La mística de la
compasión, a pesar de todo, no se deja vencer y saca del hondón interior
resistencia y fortaleza para seguir caminando, compartiendo, abriendo la mente,
el corazón y las manos, y tendiéndolas hacia el otro que camina a nuestro lado.
La mística de la
compasión es la compañera fiel de la esperanza.
Pero una esperanza
activa que ofrece ánimos y entusiasmo: construyendo alternativas para quien se
encuentra sin empleo, dando alimentos a quien hoy carecen de ellos, acogiendo e
integrando al inmigrante, sanando las heridas del odio y la violencia,
ofreciendo casas para la gente sin hogar, luchando por la igualdad de la mujer
y respeto para las personas LGTBI…
La mística de la
compasión también sabe celebrar el gozo de la amistad y la fraternidad,
organizando encuentros y fiestas para dialogar, recargar las pilas y sentirnos
unidos. Así, comiendo y brindando, bailando y riendo, apreciamos la íntima
satisfacción de sentirnos hermanados con quienes nos regalan el don gratuito de
la confianza y la alegría compartida.
Miguel Angel Mesa
Fuente: SOPHIA –
Revista Online
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