No nos mintamos: no se
trata de que "Si yo tuviera lo que me falta... entonces sí haría lo que no
hago". Rara vez esto es verdad. El desafío es hacerlo CON LO QUE HAY. Así
como uno es: torpe, leal, necio, ágil, amable, temeroso, alegre, inmaduro,
cargado de años, con el respaldo de otros o sin el apoyo de nadie... Así, con
lo que uno tiene, y TAMBIÉN con lo que uno no tiene.
Qué hace falta, pues?
Amar lo incompleto que uno es, lo incipiente, lo carente, lo no desarrollado.
Amarse inacabado, imperfecto. Y, por qué no, CERCENADO: es casi seguro que a
esta altura ya la vida te haya abollado, averiado (fuiste devastado por la
pérdida de afectos, apostaste inocencia y recibiste engaño, lastimaste a
quienes más querías, te asestaron sablazos de inclemencia y de rechazo,
constataste con dolor la hondura de tus limitaciones...). Bien: eso no te
discapacita para estar entero. Sí: paradójicamente, alguien incompleto puede
estar entero. Porque la tarea es poner a jugar a favor tu herida: que tu
impedimento sea parte de tu patrimonio. Las personas valiosas que has conocido,
seguro que pertenecen a esta estirpe: se han graduado de sí mismas así, con
tracción a sangre (la sangre propia, doliente pero fecunda).
Lo paradójico es que
cuando aceptamos esa incompletud, acontece algo misterioso... Richard Bach lo
dijo muy bien: "Échate a volar, y te crecerán las alas". Sí: no al
revés. Partir desde la apreciación de lo que uno realmente es, hace que se
despierte una condición leudante que hay dentro nuestro, tal como la levadura
late en la intimidad de la masa del pan. Cuando una persona decide ejercer ese
acto luminoso, contagia a quienes vegetaban sin permitirse ser: como cantó el
querido Silvio Rodríguez, moviliza a "los yertos" (los que volvieron
frío y endurecido el corazón)...
Debes amar la arcilla
que va en tus manos
debes amar su arena
hasta la locura,
y si no,
no la emprendas, que
será en vano:
sólo el Amor alumbra lo
que perdura,
sólo el Amor convierte
en milagro el barro...
Debes amar el tiempo de
los intentos,
debes amar la hora que
nunca brilla,
y si no,
no pretendas tocar los
yertos:
sólo el Amor engendra
la maravilla,
sólo el Amor consigue
encender lo muerto,
sólo el Amor engendra
la maravilla...
Virginia Gawel
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