“El origen del
sufrimiento es el apego, que crea la ilusión del ego” Buda
Nuestro día a día está
marcado por un continuo movimiento que conduce a la libertad como esencia del
amor. El sometimiento y la sumisión son signos claros de dependencia y falta de
regulación emocional. Está claro que es necesario crear vínculos, siempre y
cuando no tengan como compañía a la obsesión. Cuanto más pronto desarrollemos
la consciencia de que nada es perenne y de que todo tiene un final, más prestos
estaremos a vivir complacidos por el regalo que es el presente.
La seguridad es apenas
una ilusión y por ello al asumir las pérdidas abrimos las puertas a nuevos
ciclos siempre y cuando comprendamos que, más que sustituir, hay que resolver
para no dejar pendientes. El tiempo puede convertirse en el mejor diluyente,
pero no se desliga de la comprensión como elemento fundamental para dar el
nuevo paso en señal de que todo fluye. Es soltando y dejando ir como nos
hacemos cargo de nuestra propia felicidad y le ponemos nombre y expresión a lo
sentido, como parte de ese veredicto que nos dice que la vida continúa y que
por ende debemos entender que siempre habrá puntos suspensivos.
Renunciar a los apegos
es darle paso al desprendimiento, afrontando el reto de no buscar culpables y
aceptando el cambio como la más poderosa herramienta para reencontrarnos. Es
centrarnos en el gozo y mirar con agradecimiento todo lo vivido. Es dejar atrás
la amenaza y la tensión para abrazar la incertidumbre. Es hacernos conscientes
de que todo evoluciona y que por eso el deseo insaciable no es imprescindible.
Es cuidarnos porque la misión continúa y, para ser parte de ella, se requiere
de pasión armoniosa que desiste del control que por momentos devora la paz
interior.
La lección del desapego
es la constatación de que hemos decidido no ser más víctimas del pasado,
entendiendo que cada dificultad puede representar la semilla de un nuevo horizonte
en el que se suprimen el sufrimiento y la esclavitud. En ese panorama que se
vislumbra, es válido asumir una escucha activa a lo que nos dicta el corazón.
Es necesario renunciar a la avaricia y la cicatería para recuperar la plenitud
desde la entrega generosa, desde la paciencia y la calma que permiten ver la
oportunidad. Desde la confianza que rescata la fe o desde el sentido que nos
relanza hacia el propósito.
Que en adelante podamos
recorrer el sendero, ligeros de equipaje y trascendiendo lo que en definitiva
es innecesario…
Alejandro Posada Beuth
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