20 julio, 2020paloma
todd
Mañana cruzamos el
umbral de la luna nueva en Cáncer en oposición a Saturno retrógrado en
Capricornio. Esta es la segunda luna nueva seguida en este signo. Como si el
Sol y la Luna insistieran, subrayaran, que nos quedemos un poco más en la casa
evolutiva de Cáncer. Parece que Saturno también tenía que participar del
diálogo.
Aquí, en la matriz de
Cáncer, el nuevo ciclo de la luna nos llama a casa. La impronta original,
cuerpo celular, memoria y base de alma. La memoria del agua que nos trajo al
mundo. Es el vínculo con la madre. La leche que mamamos, y la que no. Lo que
recibimos para crecer, y lo que no. Un muro antiguo emerge y también el
potencial de poner un nuevo límite.
Con esta segunda luna
nueva en Cáncer, se abre un nuevo ciclo que nos llama seguir en la raíz, en la
cueva, en la escucha uterina del pasado que insiste en hacerse presente. Ese lugar que como cede, raíz, ancla nos
agarra -nos amarra- a una narrativa que también nos ahoga. No nos sostiene.
Tal vez la orfandad que
se revela en este tiempo nos muestra que nunca fuimos realmente sostenid@s como
lo necesitábamos, como lo merecíamos. Que crecimos a des-tiempos. Que nuestros
infantilismos adultos son realmente las malformaciones del cuerpo de las enseñanzas
que recibimos. Que nuestro narcisismo es construido, y es nuestro verdugo.
La urgencia de conectar
afectivamente en medio del caos se une a las pérdidas de uniones solidarias
coherentes. Esto revive los laberintos confusos y fragmentados de nuestra
infancia. No nos distraigamos con las frágiles oportunidades de sentir el poder
de nuestra voz en medio de la cacofonía de voces que se regañan y maltratan
entre sí.
Escuchemos mejor la voz
de nuestra orfandad compartida y sostenida en comunidad, en red, en hermandad y
sororidad. Dejemos de hacernos daños compitiendo por la atención. Aprendamos a
apoyarnos.
Ya sea por una cosa, ya
sea por otra, tod@s sacamos afuera el dedo que acusa y la mano que reclama. La
palabra la tiene el juicio. Los micro juzgados que armamos desde nuestras
pequeñas tempestades emocionales. Nuestros tantrums íntimos abiertos en el colectivo.
Y lo llamamos activismo. Como si subirnos al púlpito, a la palestra de nuestro
activismo sagrado, calmara una gota del fuego que nos quema desde adentro.
Esos dedos acusadores.
Esas miradas que traspasan la intimidad emocional y profanan nuestro derecho a
sentir el desgarro de nuestra humanidad deshacerse, son el veneno, y también
son el virus. Lo que sea que estemos llamando virus. Aquí está.
Esa exigencia que nos
clava penitentes a maltratarnos de manera despiadad@s entre nosotr@s, entre
herman@s, es la tragedia de este tiempo. Y esta sangría es solo el espejo de la
des-unión y la fragmentación de nuestra orfandad colectiva.
Esta es la palabra que
hay que honrar. La nuestra. No hay energía guerrera que aguante la verdad de
este dolor. Es el atrevernos a sentir y reconocer que lo que más necesitábamos,
no lo tuvimos. Y que ahora que lo que necesitamos tampoco lo tenemos. Y este
duelo es también la puerta a dar el paso y construir. Entonces el llamado bajo
esta luna es a atender la base, poner los cimientos. Usar nuestra fuerza y
comprometernos con un proyecto que nos ancle en servicio a tierra, a la vida, a
la comunidad.
El tejido, la red de la
vida, se repara sembrando en la tierra. Sembrando alimento, escuela, comunidad,
intercambio. También se repara en la trastienda de nuestra subjetividad. Las
semillas que sembramos ahora, crecen mañana. Lo demás es ruido, falsos códigos.
Estamos aquí para sostener narrativas colaborativas en proyectos comunidad,
familia en torno a la soberanía alimentaria. Ese es el futuro. Ese que es
también la escuela, la farmacia, el templo, la casa.
La insistencia de la
luna y sol es a que nos quedemos un poco más, ahí en las raíces, callados y en
silencio reverencial, semilla dentro. Tal vez nos cuesta escuchar la sabiduría
anciana que nos despierta e insiste, porque es importante, a que
simplifiquemos. Es un llamado a la sobriedad y a la coherencia. Saturno
insiste.
La sabiduría que somos
capaces de reconocer se activa en nuestras células, en nuestras almas, nos
mueve. Si no hacemos el trabajo interno, nuestra energía busca cauce y se
polariza en el colectivo, hacia afuera. La expresamos sí, pero también la entregamos y la perdemos de
manera inconciente.
Ahí en la arena, aún
con la mejor de las intenciones, participando del intercambio de juicios y
acusaciones, ponemos el néctar de nuestra energía al servicio de narrativas que
están adulteradas. Nuestro sistema nervioso recibe su recompensa energética. La
batalla despierta nuestra sangre y nos sentimos vivas, vivos, un rato. Sin
embargo, la insistencia del pasado a presentarse es tal vez porque tiene las
claves, las respuestas, que nos avisan de las trampas narrativas del presente.
Tal vez el pasado nos
educa en la administración de nuestra energía, especialmente la de la ira. Ya
sabemos que si no se atiende, nos come por dentro, nos devora. Necesitamos
aprender a mover la energía de la ira de manera constructiva y creativa.
La hostilidad va a ir
en aumento, con sus desafíos y provocaciones para que explotemos y revelemos
nuestro fuego a destiempo. Habrán muchas oportunidades para explotar. Marte ya
está en plena ruta en Aries y en agosto hace cuadratura con Plutón, Júpiter y
Saturno.
Dentro de seis meses
con la luna nueva en Capricornio, en enero, estaremos ante el umbral de una
gran decisión. Lo que sembramos hoy es lo que cosecharemos entonces, en la luna
llena en Cáncer.
¿qué dragones
alimentamos hoy? ¿desde qué lugar en nuestra biografía hablamos? ¿nos hacemos
cargo de lo que juzgamos en otros? ¿porqué necesitamos fiscalizar a otras
personas? ¿merecemos ser tratadas como nos tratan? ¿cómo tratamos? ¿los demás
merecen nuestro trato?
La dinámica de dominio
y sumisión circula en la pirámide de víctima opresor. La pirámide del abuso de
poder se alimenta del espíritu rebelde para crear el caos que necesita, para
apretar su control y hegemonía.
Desde la opresión las
voces acusan a los de arriba, a los grandes. Les gritamos desde las trincheras.
Que nos devuelvan… que nos den… gritamos en el abismo por la atención que no tuvimos.
Esta es la orfandad colectiva que perpetuamos en sacrificio frente a los mismos
dioses de la autoridad.
Hay otras narrativas
que alimentar.
El estado, las
corporaciones, solo temen aquello que se materializa en continuidad, no lo que
se grita.Es en el cuerpo. Lo que acontece en la siembra. En el compromiso. En
la construcción.
Somos generaciones
mutiladas. El llamado es a organizarse, desfragmetarse. Cuidar la base. Pensar
con estrategia. El camino es largo y necesitamos nuestra energía, cuido y
bienestar. Necesitamos celebrar la vida en hermandad. No olvidar.
Esta luna nueva no solo
nos devuelve al nido, sino que nos reconfigura energéticamente para que se
revelen los nuevos límites que necesitamos para preservar y cuidar nuestra
biodinámica saludable.
Toda acción orientada
hacia movernos hacia lugares más próximos a la naturaleza, proyectos que nos
saquen de las ciudades, de las dependencias al sistema, a supermercados, del
estilo de vida que seguimos alimentando, son las que conviene seguir.
Para que nuestra voz
justiciera se haga sentir con integridad, tiene que poder resonar íntegra.
Ahora mismo la voz de nuestro liderazgo está teñida porque el medio a través
del cual se expresa es parte del problema. Esta es la trampa y el acertijo.
Atacar a otros es un auto-ataque.
La belleza está en
educar, no castigar y regañar. Desmontemos la cultura del maltrato. Eduquemos y
usemos las herramientas a favor de la vida, de la tierra, la suavidad, la
lentitud, el respeto. Pero si entregamos nuestras herramientas a la narrativa de la polarización, la venganza
y la acusación, estamos alimentando con nuestra energía creativa una máquina
perversa, que juega y explota las respuestas de nuestro sistema nervioso, y nos
atrapa en la polaridad de las fuerzas contrarias. Estas son familiares porque
crecimos con este programa. Ahora toca desmontarlo. De esto se trata.
Se dice que en casa se
lavan los paños sucios. Ahora parece que están todos al viento. La familia
humanitaria se reconoce en su descuido, en su cultura del maltrato, violencia,
culpa vergüenza, humillación.
Para que podamos
predicar y compartir nuestra medicina, nos olvidemos los ciclos de humildad y
silencio, de muerte. Pongamos la casa en orden. Somos responsables de lo que
hacemos y dejamos de hacer con nuestra energía y, desde ahí ,reconocer cuánto
alimentamos la cultura del maltrato. Cuánto lo hemos hecho, en el pasado.
Esta luna nueva en Cáncer
llama a honrar la semilla esencial de nuestra biografía, nuestra narrativa.
Llama al cuido radical del uso que hacemos de nuestra palabra, a qué energías
la entregamos, qué narrativas apoyamos.
Deseándonos mucho cuido
y cautela en estas semanas de luna creciente. Afinemos nuestras prácticas para
no caer en las trampas de la provocación. Tomemos ancla en nuestra verdad más
profunda, y si podemos, esperemos a que pase la ola. La energía es muy delicada
y necesitamos aprender a manejarla antes de ser manejad@s por ella.
Bella siembra en favor
de la vida, siempre. Por lo reinos que sustentan la vida, por nuestros
antepasados y por las futuras generaciones, que el agua clara y diamantina
nunca falte y que sepamos honrar con nuestra buena palabra el legado que
estamos llamados y llamadas a cuidar y transmitir.
Que nuestra rabia esté
al servicio de la memoria, dignidad, verdad y honra que la familia humanitaria,
hombres y mujeres, merece. Y que toda disociación que nos haga vulnerables a
ser marionetas de las narrativas polarizantes de las redes multidimensionales y
sus virus de manipulación se revele. Que nuestra consciencia despierta las
queme de retorno a la fuente.
#soberaniacreativa
#soberaniaenergetica
Fuente: Ciclo Lunar
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