Reconocernos
vulnerables es sencillamente reconocernos en camino. Es observarnos primero en
nuestra condición de seres evolucionantes, que vamos a por mayores cotas de
amor, valentía, generosidad, pureza… Reconocernos vulnerables es sobre todo
reconocernos en la necesidad de ayudarnos mutuamente, de asistir al otro/a en
sus aspectos más debilitados. La vulnerabilidad es algo íntimo y a la vez
sagrado. No acepta la crítica, sólo la ayuda. Lo último que necesita la
vulnerabilidad es el reproche. El reproche implica la no aceptación de las
circunstancias, del ritmo de crecimiento del otro/a.
Hoy
he visto esa mirada vulnerable, a flor de lágrima, que alcanza el alma. Se me
ha colocado delante esa mirada más necesitada de comprensión, de abrazo, que de
cualquier discurso. Yo discurseaba, eso es lo más fácil.
Hay
miradas que son espejos. Hoy me he reconocido en mi severidad, en mi dificultad
de acompañar solidariamente hasta el final esa vulnerabilidad cercana. Esa
mirada silente vulnerable, me ha expresado a las claras que la razón no sirve
para nada, que me vaya con ella a paseo; me ha dicho que busca no tanto
complicidad, sino comprensión.
La
idea de vulnerabilidad arroja una mirada más generosa, tanto sobre nosotros
mismos, como sobre quienes nos rodean. Todos/as somos vulnerables, sin
excepción alguna. Hasta el aparente alma de piedra lleva mucho cartón dentro.
Vinimos aquí para eso, para ayudarnos y despegar un día de nuestra
circunstancial condición vulnerable. Mientras tanto las madres, aún en su
avanzada edad, nos siguen
aplicando
lecciones irremplazables-
Koldo
Aldai
Fuente:
Clara Luz
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