La
mayoría de las personas varias veces sienten remordimientos por haber gastado
más de lo que deberían. Lo malo no es esto, si no repetir lo mismo una y otra
vez dejándonos llevar por sensaciones, muchas veces sin sentido o conciencia
real.
Vivimos
en una sociedad de consumo que nos arrastra o intenta arrastrar una y otra vez
para que consumamos... de todo. Lo mismo da un movil, que un bolso, que un
coche que un bollo de chocolate, el fin es el mismo.
Consideramos
que por gastar más en ropa, complementos, tratamientos... vamos a estar más
guapos, por ejempo, cuando a lo mejor lo que realmente te haría lucir mejor
sería un bonito bronceado después de haber pasado un día en el campo, o un
gesto relajado después de haber pasado un día jugando con tus sobrinos.
Por
otro lado, en general, al menos en occidente, se ha perdido la costumbre de
reparar, remendar, cambiar... Muchas personas tiran una camisa porque se les ha
caído un botón o cambia de tostadora porque se ha aflojado el enchufe. Lo viejo
no es sinónimo de inservible, lo descosido se puede coser y quizá descubras lo
divertido que es desmontar una cafetera para intentar que vuelva a funcionar.
Realizar
pequeños trabajos manuales, sin ponerse grandes metas, símplemente “investigando”,
puede ser muy gratificante, muy divertido y muy sano mentalmente... volver por
un rato a nuestras raíces artesanas puede darte buenas sensaciones y satisfacción.
Está
bien darse un capricho de vez en cuando, renovar la vajilla o comprarse una
camisa de moda, pero muchas veces, los caprichos se convierten en necesidades,
sin que lo sean realemente. No intentes calmar tu ansiedad comprando, hay
muchos otros pequeños placeres mejores que comprar sin sentido.
Así
que, antes de gastar y probablemente arrepentirte, tómate un minuto y
pregúntate ¿Para qué? o ¿Por qué?, quizá responderte a esa pregunta te hará
sentir mejor sin necesidad de gastar dinero.
Fuente:
El Herbolario
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