LA VIDA
NO ES UN
VIAJE - RECUERDE BAILAR Y CANTAR
"La felicidad es
ese estado de conciencia que procede de la consecución de los valores de cada
uno"
Ayn Rand
La naturaleza del
universo es básicamente lúdica, la existencia es un juego, no tiene una
justificación exterior, no tiene un destino, no le espera un lugar donde
culminar su recorrido y así obtener su significado una vez que se ha llegado.
La música, el baile y el juego, son mejores analogías de lo que es la vida, que
el viaje. La música es algo esencialmente lúdico, cuando uno toca un
instrumento, uno lo hace fundamentalmente para disfrutar del momento. La música
no obtiene su significado al terminar la pieza... sino tendríamos compositores
de sólo finales.
"El punto del
baile es el baile", no hay un lugar específico donde digas "ese es el
baile", sino que es todo el movimiento. Nuestra sociedad, sin embargo,
incrusta a las personas en un sistema escolar que las llena de expectativas de
que algún día se van a graduar y algún día van a poder lograr el éxito o eso
que queremos, eso que siempre está por llegar, siempre algo que está en el
futuro. Esta es la herencia de la ética protestante, del milenarismo y demás
ideologías. El éxito, el cielo, es el propósito que llega al final. Pero el
punto, como bien dice Watts, es que se nos olvida que la vida es música.
Alan Watts es una de
las figuras más influyentes de la espiritualidad moderna. Teólogo de formación,
tuvo la virtud de esclarecer el lenguaje poco accesible de la filosofía
esotérica sin que perdiera su esencia. Además de estudiar las filosofía de la
India, China y Japón y dominar la tradición occidental, también experimentó con
los psicodélicos, y todo ello fue lo que le ayudó a alcanzar niveles mentales
únicos y una visión sin igual del universo y la vida.
El hombre blanco se
imagina a sí mismo como una persona práctica que quiere «obtener resultados».
Es impaciente con la teoría y ante cualquier discusión que no se resuelva
inmediatamente en aplicaciones concretas. De ahí el por qué el comportamiento
de la Civilización Occidental podría describirse, en general, como «hacer mucho
para nada». El verdadero significado de «teoría» no es especulación inútil sino
"visión" y es correcta la afirmación que reza: «Donde no hay visión
la gente perece».
Pero visión en este
sentido no significa sueños e ideales para el futuro. Significa comprensión de
la vida como es, de lo que somos y qué estamos haciendo. Sin tal compresión es
totalmente ridículo hablar de ser prácticos y obtener resultados. Es como
caminar apresuradamente en medio de la bruma: sólo se dan vueltas y más
vueltas. No sabes dónde vas ni qué resultados pretendes.
Para las mentes que
piensan de ese modo, lo que hasta ahora hemos discutido les parecerá demasiado
teórico. Esas ideas están muy bien, pero ¿funcionan? En tal caso yo pregunto
«¿Qué quieres decir con funcionar?» La habitual «prueba de funcionamiento» de
una filosofía es si hace a la gente más feliz o mejor, si conduce a la paz, la
cooperación y la prosperidad. Lo que implica un criterio insensato sin
demasiada comprensión «teórica». ¿Qué entiendes por felicidad? ¿Para qué es
mejor que la gente sea «mejor»? ¿Respecto a qué cooperarás? ¿Qué harás en paz y
prosperidad?
Las respuestas a tales
preguntas dependen completamente de lo que somos y de lo que queremos ahora
realmente. Si, por ejemplo, deseamos al mismo tiempo paz y aislamiento,
fraternidad y seguridad para «mi yo», felicidad y permanencia, nuestras
exigencias son contradictorias. Sus resultados, por más prácticos que seamos
para obtenerlos, serán más contradictorios aún.
Por lo tanto, algo
puede decirse acerca de la reconciliada visión de la vida que llega con la
plena toma de consciencia, pues esto implica una transformación profunda de
nuestra visión del mundo. La mejor descripción con palabras sería: esta
transformación consiste en darse cuenta y sentir que el mundo es una unidad
orgánica.
Comúnmente, «sabemos»
esto como información, pero no lo sentimos verdaderamente. por cierto, la
mayoría de la gente se siente separada de todo lo que les rodea.
Sin embargo, la
realidad física es que mi cuerpo existe sólo en relación a este universo y de
hecho estoy atado a él y dependo de él como una hoja respecto al árbol. Me
siento separado debido a que estoy partido dentro de mi, porque trato de estar
apartado de mis propios sentimientos y percepciones. Por tal razón, todo lo que
siento y percibo parece ajeno a mi. Sólo al darme cuenta de la irrealidad de
esta división es que el universo deja de resultarme algo ajeno.
Han habido muchas
teorías acerca de la unidad del universo, pero no lograron liberar a los seres
humanos del aislamiento al que conducen el egoísmo, los conflictos, el temor a
la vida, todo esto debido a que hay una enorme diferencia entre una inferencia
y un sentimiento. Puedes razonar que el universo es una unidad sin por ello
sentir que esto es así. Puedes establecer la teoría de que tu cuerpo es un
movimiento en un incesante proceso que involucra a todos los soles y todas las
estrellas, y aún así continuar sintiéndote separado y solo. Esto es así porque
el sentimiento no se corresponderá con la teoría hasta que hayas descubierto la
unidad de la experiencia interior. Más allá de todas las teorías, sentirás que
estás aislado de la vida en tanto estés dividido interiormente.
Dejarás de sentirte
aislado cuando reconozcas, por ejemplo, que no tienes una percepción del cielo,
sino que tú eres esa percepción. Tu percepción del cielo es el cielo no hay
«tú» aparte de lo que percibes, sientes y sabes. Esta es la razón por la que
los místicos y muchos poetas frecuentemente hacen referencia a su sensación de
ser «uno con el Todo» o estar «unidos a Dios».
El sentimiento de
unidad con el «Todo» no es, sin embargo, un nebuloso estado de la mente, una
especie de trance, en el que toda forma y distinción quedan abolidas como si el
ser humano y el universo se fundiesen en una luminosa bruma de pálido todo
malva.
Así como proceso y
forma, energía y materia, yo y la experiencia son nombres distintos para una
misma cosa, igualmente sucede con uno y muchos, unidad y multiplicidad,
identidad y diferencia: no son opuestos que se excluyen mutuamente; son cada
uno de los otros, así como el cuerpo es sus diversos órganos. Descubrir que los
muchos son lo uno y lo uno es los muchos, es darse cuenta que ambos son
palabras y ruidos que representan aquello que simultáneamente es obvio a la
percepción y al sentimiento, pero que es un enigma para la lógica y la
descripción.
Un joven en búsqueda de
la sabiduría espiritual decide someterse a la instrucción de un famoso hombre
santo. El sabio lo admite como su sirviente y después de varios meses el joven
se queja porque considera que hasta el momento no ha recibido instrucción
alguna. «¿Qué quieres decir?», exclama el hombre santo. «¿No he comido mi arroz
siempre que me lo has traído? cuando me has servido mi té ¿no te retribuyo el
gesto? ¿Cuándo me he negado a darte instrucción?». «Me temo que no le
comprendo», dijo el joven, totalmente confundido. «Cuando quieras ver dentro de
algo», contestó el sabio, «hazlo directamente. Cuando comienzas a pensar sobre
ello, lo pierdes totalmente».
Recogiendo crisantemos
por la cerca del Este;
contemplando en
silencio las colinas hacia el Sur;
las aves regresan en
parejas
por el suave aire de
montaña al atardecer.
En todas estas cosas
hay un significado profundo,
pero cuando estamos por
expresarlo,
repentinamente
olvidamos las palabras.
El significado no es la
contemplativa, crepuscular y quizá superficialmente idílica atmósfera descrita
por los poetas chinos. Esto ya está expresado y el poeta no pretende «sacarle
brillo a las azucenas». No pretende, como harían muchos poetas occidentales,
tornarse filósofo y decir que él es «uno con» las flores, la cerca, las colinas
y las aves. Esto sería, según su propio idioma oriental, como «pararse sobre
una serpiente». Pues cuando has comprendido realmente que eres lo que ves y lo
que sabes, no vas por la campiña pensando «soy todo esto». Simplemente hay
«todo esto».
Sólo se puede intentar
desarrollar una filosofía racional y descriptiva del universo, asumiendo que
uno está totalmente separado del mismo. Pero si tú y tus pensamientos sois
parte de este universo, no puedes estar fuera para describirlo. Esta es la
razón por la que todo sistema teológico o filosófico en última instancia se
derrumba. Para «conocer» la realidad no puedes permanecer fuera de ella y
definirla; debes penetrar en ella, ser la realidad y sentirla.
La filosofía
especulativa, así como la conocemos en Occidente, es casi enteramente un
síntoma de la mente dividida, del hombre tratando de ubicarse fuera de sí mismo
y de su experiencia con la intención de verbalizarla y definirla. Es un círculo
vicioso, como todo aquello que la mente dividida intenta.
En tanto que la mente
continúe separada, la vida será un perpetuo conflicto, tensión, frustración y
desilusión. El sufrimiento se apila sobre el sufrimiento, el temor sobre el
temor y el tedio sobre el tedio. Cuanto más lucha la mosca por liberarse de la
miel, más atrapada está. Bajo la presión de tanta tensión y futilidad, no nos
debe sorprender que los seres humanos tratemos de liberarnos mediante la
violencia, el sensacionalismo y mediante la explotación de nuestros cuerpos, de
nuestros apetitos, del mundo material y del prójimo.
Pero la mente no
dividida está libre de tensión por tratar de estar siempre fuera de uno mismo y
en cualquier parte que no sea aquí y ahora. Cada momento es vivido plenamente y
se logra por lo tanto un sentimiento de realización y perfección.
Cuando comprendes que
eres este momento y no otro, que aparte de éste no hay pasado ni futuro, tienes
que relajarte y saborear plenamente lo que vives, ya sea placentero o penoso.
Repentinamente se torna obvio el por qué del universo.
¿Cuánto hace que los
planetas giran alrededor del sol? ¿Tratan de conseguir algo, avanzan cada vez
más rápido con la intención de llegar? ¿Cuántas veces ha vuelto la primavera a
la Tierra? ...
El sentido y el
propósito de danzar es la danza. Al igual que la música, alcanza su plenitud en
cada instante de su curso. No interpretas una sonata "con la intención
de" llegar al acorde final y si el sentido de las cosas fuesen los fines,
los compositores no escribirían otra cosa que no fuesen finales.
Cuando cada momento es
convertido en expectativa, se le está privando a la vida de la posibilidad de
realización y se le teme a la muerte pues con ella termina toda esperanza; y si
uno vive de esperanzas, la muerte es por cierto el fin. Pero para la mente
indivisa la muerte es otro momento, completo como cada momento y no cederá su
secreto a menos que la viva plenamente.
Nada es más creativo
que la muerte, puesto que ella es el secreto íntegro de la vida. Esto implica
que el pasado debe ser abandonado, que no puede evitarse lo desconocido, que el
«yo» no puede continuar y que nada puede ser completamente asegurado. Cuando
una persona sabe esto, vive por primera vez en su vida. Al contener tu
respiración, la pierdes. Al soltarla, la encuentras.
Fuente:
Tree Creativity
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