Somos seres
espirituales viviendo experiencias terrenas, todos formamos parte de la
humanidad, por lo tanto en este mundo hay un punto que expresa la presencia de
cada uno de los humanos, nosotros incluidos. Por eso es tan importante trabajar
internamente para que aportemos un punto de Luz en la humanidad, segun lo que
anhelamos, en la certeza de que el Espiritu habita en nuestro corazon,
guiandonos en la vida individual y en la participacion en la humanidad. El analisis economico no es materialista, es profundam,ente espiritual, porque si vivimos desde el espiritu desarrollaremos una sociedad mas justa, pacifica, sostenible, en armonia con la creacion. Asi lo
siento y por eso comparto este texto, que da muchos fundamentos para analizar y
comprender la situacion actual de la humanidad y tener una vision mas armoniosa
de la vida que nos guie a la creacion de
un mundo mejor. Aprovechemos el descanso del domingo, para meditar lo que
podemos cambiar en nuestras vidas, para fluir con el universo hacia una nueva
humanidad. Abrazos!! Olga.
BUENA CRISIS
El presente
texto fue escrito a raíz de la crisis económica global que se inició en 2008 en
Estados Unidos con la crisis sub prime y cuyas bases aún permanecen sin
resolver. A más de 10 años del articulo original, éste parece haber sido
escrito ayer y en relación al conflicto social que vive Chile hoy.
Jordi Pigem
Sabemos que
nuestro rumbo no es sostenible a nivel económico, ecológico o psicológico. Las
crisis del mundo de hoy nos sitúan, a nivel planetario y a nivel personal, ante
un rito de paso que no tiene precedentes. Pero la palabra crisis significa
mucho más que la connotación de “situación problemática” que hoy oímos en ella.
El castellano crisis viene del griego krinein, que significaba “decidir,
distinguir, escoger” y de donde también procede la palabra criterio. Durante
las crisis resulta decisivo saber usar nuestro mejor criterio.
Uno de los
significados de krisis en griego era el momento decisivo en el curso de una
enfermedad, cuando la situación súbitamente mejora o empeora. Este sentido
médico es el sentido principal que crisis tuvo en latín y en la mayoría de
lenguas europeas hasta el siglo XVII, y sigue siendo el primero que da el
Diccionario de la RAE. Durante siglos se ha hablado con toda naturalidad de la
“buena crisis” que conduce a la curación del enfermo (o de la “mala crisis” que
lleva a su empeoramiento). Una crisis es por tanto como un viaje por los
espacios que analiza la Teoría del Caos, en los que una pequeña fluctuación
puede dar lugar a desarrollos sorprendentes y duraderos. En este sentido una
crisis es una oportunidad. Lo único que está claro en un momento de crisis es
que las cosas no pueden seguir igual. Si en nuestro rito de paso conseguimos
avanzar hacia una identidad más madura y abierta y hacia un mundo más justo y
ecológico, entonces nuestras crisis habrán sido buenas crisis.
Lo que ha
entrado en crisis es el economicismo
Lo que ha
entrado en crisis no es solo el neoliberalismo, ni siquiera el capitalismo.
Podríamos decir que ha entrado en crisis el economicismo, la visión del mundo
que considera la economía como el elemento clave de la sociedad y el bienestar
material como clave de la autorrealización humana. El economicismo es común al
capitalismo y el marxismo, y durante mucho tiempo a la mayoría de nosotros nos
pareció de sentido común —pero hubiera sido considerado un disparate o una
aberración por la mayoría de las culturas que nos han precedido, que
generalmente veían la clave de su universo en elementos más intangibles,
culturales, religiosos o éticos.
Lo que ha
entrado en crisis no es solo el neoliberalismo, ni siquiera el capitalismo.
Podríamos decir que ha entrado en crisis el economicismo, la visión del mundo
que considera la economía como el elemento clave de la sociedad y el bienestar
material como clave de la autorrealización humana.
En el
fondo, sin embargo, no sólo ha entrado en crisis el economicismo, porque la
crisis actual es sistémica y no sólo económica. Tiene una clara dimensión
ecológica (pérdida de biodiversidad, destrucción de ecosistemas, caos
climático), pero también hay crisis desde hace tiempo en la vida cultural,
social y personal. La sociedad, los valores, los empleos y hasta las relaciones
de pareja se han ido volviendo cada vez menos sólidos y más líquidos, en la
acertada expresión del sociólogo Zygmunt Bauman. Disminuyen las certezas y
crece la incertidumbre en múltiples ámbitos, incluso en las teorías científicas
que en vez de volverse cada vez más simples y generales se vuelven más
parciales y complicadas.
Vivimos una
crisis sistémica, que habíamos conseguido ignorar porque el crecimiento de la
economía nos hechizaba con sus cifras sonrientes y porque los goces o promesas
del consumo sobornaban nuestra conciencia. Pero el espejismo del crecimiento
económico ilimitado se desvanece y de repente nos damos cuenta de que no
podemos seguir ignorando la crisis ecológica, la crisis de valores, la crisis
cultural. Tenemos cantidades ingentes de información, centenares de teorías y
muchas respuestas, pero la mayoría sirven de muy poco ante las nuevas
preguntas. Lo que ha entrado en crisis es toda la visión moderna del mundo, que
de repente se nos aparece obsoleta y pide urgentemente ser reemplazada por una
visión transmoderna, más fluida, holística y participativa.
Hay una
burbuja mucho más antigua y mucho mayor que la burbuja bursátil y la burbuja
inmobiliaria. Es la burbuja epistemológica: la burbuja en la que flota la
visión economicista del mundo, la creencia en la economía como un sistema
puramente cuantificable, abstracto y autosuficiente, independiente tanto de la
biosfera que la alberga como de las inquietudes humanas que la nutren. En este
sentido, la crisis del sistema económico tiene su origen en una crisis de
percepción. La economía ecológica de Joan Martinez Alier y la psiconomía de
Àlex Rovira son lentes correctoras de ambos tipos de miopía. La solución a la
crisis económica no puede ser solo económica.
Destrozamos
la belleza de los campos porque los esplendores no explotados de la naturaleza
no tienen valor ‘económico’. Seríamos capaces de apagar el sol y las estrellas
porque no nos dan dividendos. En sus últimos años Keynes señaló a un joven
economista alemán como el más indicado para continuar su legado. Se trataba de
E.F. Schumacher, que en los años setenta publicaría un libro de referencia de
la economía ecológica, Lo pequeño es hermoso, en el que criticaba la obsesión
moderna por el gigantismo y la aceleración y proponía algo insólito: una
economía como si la gente tuviera importancia. Schumacher sabía que las teorías
económicas se basan en una determinada visión del mundo y de la naturaleza
humana. Y todavía hoy, en el siglo XXI, pese a la física cuántica y la
psicología transpersonal, la economía imperante se basa en una ontología
decimonónica: ve el mundo como una suma aleatoria de objetos inertes y
cuantificables, es reduccionista y fragmentadora y tiende a oponer a los seres
humanos entre sí y contra la naturaleza. Schumacher ya diagnosticó en 1973 que
la economía moderna se mueve por una locura de ambición insaciable y se recrea
en una orgía de envidia, y ello da lugar precisamente a su éxito expansionista,
y añadió que hoy la humanidad es demasiado inteligente para ser capaz de
sobrevivir sin sabiduría.
Una visión
del mundo no es una simple manera de ver las cosas. Determina nuestros valores,
dicta los criterios para nuestras acciones, impregna nuestra experiencia de lo
que somos y hacemos. En el fondo podríamos decir que lo que finalmente ha
entrado en crisis es el ego moderno, toda una forma de estar en el mundo basada
en un complejo de creencias que inconscientemente compartíamos.
La mayoría
de las personas cree que lo único que realmente existe es la materia tangible,
inerte y cuantificable, lo normal es llevar una existencia carente de sentido,
cuyo principal indicador es la dolorosa experiencia de sentir un profundo vacío
interior. La sociedad recurre a la acumulación de dinero y posesiones, que
terminan por convertirse en drogas que requieren cada vez dosis mayores.
Vivimos una
crisis sistémica, que habíamos conseguido ignorar porque el crecimiento de la
economía nos hechizaba con sus cifras sonrientes y porque los goces o promesas
del consumo sobornaban nuestra conciencia.
Las crisis
interrelacionadas del mundo de hoy nos sitúan, a escala planetaria y a escala
personal, ante un rito de paso sin precedentes. Nuestra sociedad tiene mucho de
rebelión e hiperactividad adolescentes: rebelión contra la biosfera que nos
sustenta y contra un cosmos en el que nos sentimos como extraños,
hiperactividad en el consumismo y en la aceleración que nos lleva a posponer la
plenitud a un futuro que nunca llega. La crisis como rito de paso nos desafía a
alcanzar una madurez sostenible y serena que redescubra el regalo de la
existencia en el aquí y ahora.
Crisis de
oportunidad
La crisis
no solo es una oportunidad para avanzar hacia economías y sociedades que sean
más justas, sostenibles y plenamente humanas. También es una alarma que ha
saltado porque ya es hora de despertar. Porque la economía era como un gigante
sonámbulo, que avanzaba a grandes zancadas sin saber a dónde iba, sin saber lo
que estrujaba bajo sus pies, inmerso en las ensoñaciones de una visión del
mundo caduca. Por ello la crisis es como una vigorizante ducha fría. Una
oportunidad para despertar.
En este
rito de paso del final de la modernidad una mala crisis nos conduciría a extender
la sed de control, la colonización de la naturaleza y de los demás y nuestro
propio desarraigo. Una buena crisis, en cambio, nos conducirá a una cultura
transmoderna, en la que una economía reintegrada en los ciclos naturales esté
al servicio de las personas y de la sociedad, en la que la existencia gire en
torno al crear y celebrar en vez del competir y consumir, y en la que la
conciencia humana no se vea como un epifenómeno de un mundo inerte, sino como
un atributo esencial de una realidad viva e inteligente en la que participamos
a fondo. Si en nuestro rito de paso conseguimos avanzar hacia una sociedad más
sana, sabia y ecológica y hacia un mundo más lleno de sentido, habremos vivido
una buena crisis.
Buena
crisis y buena suerte.
Autor: Jorge Pigen
Jordi Pigem
es doctor en filosofía y escritor. Fue hasta 2003 profesor del Master in
Holistic Science del Schumacher College (Universidad de Plymouth) en
Dartington, Inglaterra. Es autor de varios libros, entre ellos La odisea de
occidente, Buena crisis: Hacia un mundo postmaterialista, ¿Dijo usted
austeridad? Psicopatología de la (ir)racionalidad económica.
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