Ciertamente
no somos un contenedor limitado, en nuestro ser podemos almacenar infinidad de
sentimientos, en nuestra mente infinidad de pensamientos, sin embargo, mientras
nos dediquemos a albergar lo que nos daña, esto prevalecerá y no nos dejará
apreciar aquello que nos hace feliz.
La
felicidad depende en gran medida de la conexión que tengamos con nosotros
mismos, con ese ser superior que habita en cada uno, que no tiene tanto que ver
con nuestro nombre, nuestros logros, nuestros roles, sino con esa parte
esencial a la que algunas veces sentimos no tener acceso.
Cuando
nos centramos en dolores, rencores, penas, resentimientos, estamos
prácticamente cediéndole poder a nuestra mente y estamos quedando más aislados
de nuestra esencia… Una vez que decidimos tomar el control desde la
consciencia, se nos hace más sencillo dejar ir todo aquello que nos afecta de
manera negativa.
Cuando
nos limitamos a instalarnos en aquello que nos atormenta, estamos dejando de
recibir las bendiciones que nos ofrece cada día la vida, estamos dejando de
apreciar las cosas positivas que nos acontecen, dejando de agradecer lo más
importante que tenemos, que no es más que nuestro momento presente.
El
momento presente no es otro sino nuestra realidad, nada ocurre fuera de él, y
por lo general nunca estamos atentos a él. Se nos escapa gracias a nuestra
mente danzante y dispersa, que se enfrasca en un pasado de acuerdo a su marco
de referencia o hace un vuelo hacia el futuro a través de la imaginación.
Soltar no
es sencillo, pero parte de la idea de liberar ese espacio no físico de aquello
que nos hiere o simplemente no nos hace bien. Las culpas, los rencores, la
falta de perdón, el resentimiento, los apegos, son los que nos mantienen
atados, éstas son las principales cosas que debemos aprender a dejar ir, a
través del perdón y de la aceptación.
Recordemos
lo peor que nos haya ocurrido y el momento histórico de nuestra vida al cual
pertenece, ahora pensemos cuánta energía hemos invertido en aquel evento de
nuestro pasado, cuántas veces nos hemos permitido sufrir una y otra vez, por lo
mismo… Creamos ciclos de pensamientos, de emociones, que nos resulta difícil
romper, pero una vez que nos hacemos conscientes de ellos, podemos
transformarlos.
No nos
hace mejores personas el hecho de sufrir más, nos hace mejores personas crecer
y hacernos fuertes, reconocer nuestro valor ante un evento que nos generó
sufrimiento, pero si nos anclamos a él y lo revivimos frecuentemente, nos
hacemos más débiles e incapaces de abrir nuestro ser a las cosas maravillosas
que nos pueden ocurrir. Liberemos espacios, calmemos nuestra mente,
agradezcamos hasta lo más pequeño y estaremos preparados para construir un
futuro maravilloso sin perdernos de nuestro presente.
Fuente:
El Rincon del Tibet
Muy bueno! Maravilloso
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