Este artículo surgió a partir de la
reflexión que hice en post anterior. Hace algunos años cuando me ponía una meta
o deseaba algo, me convertía en una cabezota que aunque se estrellara varias
veces contra una pared, seguía y seguía intentándolo hasta el cansancio
llenándome de frustración, algunas veces el golpe era tan fuerte que quedaba
literalmente destruida.
No digo que no tengamos objetivos o
metas, no me gustaría ser malinterpretada, lo que sí tengo clarísimo es que en
ocasiones lo que creemos que es mejor para nosotros no lo es y la vida nos lo
hace saber evitando que eso que tanto deseamos suceda, el problema está en que
somos tan ciegos, sordos y tan tercos que nos negamos a verlo o a escucharla.
Quizás en este momento te estés
haciendo varias preguntas: ¿Cómo puedo escuchar a la vida? ¿En qué lenguaje
habla? ¿Cómo saber si voy por el camino equivocado? Esta claro que no habla
español, inglés o francés de forma literal, pero nos muestra que vamos por el
camino errado a través de nuestros resultados. Hagámoslo más gráfico con la
ayuda de un ejemplo:
Susana vive en Perú y tiene un
excelente trabajo, ella no se siente a gusto en su país tiene el sueño de vivir
en Londres. Hace mucho tiempo visitó la ciudad y se enamoró de su encanto,
ahora bien, solo conoce la ciudad de vacaciones pero como la tiene idealizada
en su mente, comienza a soñar con llegar allí algún día.
Comienza a buscar trabajo y solo
encuentra negativas, le salen mal las entrevistas, el salario es muy bajo…
Decide pedir un tiempo no remunerado en su trabajo e ir a pasar unos meses en
Londres, estando allí todo comienza a salirle al revés, incluso tiene problemas
con el visado pero ella sigue insistiendo. Al terminar el periodo regresa a
Perú y aunque nada surgió, sigue con su objetivo claro en mente, al pasar el
tiempo las cosas no cambian y entonces comienza a frustrarse.
Una de sus compañeras de trabajo que
sabe cual es el sueño de Susana, le comenta que la compañía en la que trabajan
tiene una vacante en el mismo cargo que ella desempeña pero no en Londres sino
en México y que puede ser una buena opción para salir de Perú. Susana responde
con negativas y sigue insistiendo con su idea de ir a vivir a Londres aunque
claramente la vida le está diciendo: “POR AHÍ NO”.
La jefa de Susana, Gema, valora mucho
el trabajo de ella y sin saber que Susana desea cambiar de país, le comenta a
sus colegas de México que tiene a la persona idónea para el cargo. Le ofrecen
el trabajo y ella dice que prefiere pensarlo, sus amigos y familia la alientan
para hacer el cambio y por fin decide aceptar la propuesta.
Después de estar trabajando en México
por un año ya se ha enamorado por completo de la ciudad, tiene posibilidades de
ascenso y un posible traslado a Francia.
Este ejemplo es un poco superficial,
pero la idea real es mostrar que por más que deseemos algo sí no es para
nosotros, no sucederá porque quizás el camino que debemos recorrer es otro.
Esto se aplica a cualquier aspecto de nuestra vida, trabajo, pareja, economía,
familia, etc.
Cuando aprendemos a escuchar a la
vida y a fluir con ella, podemos encontrar sorpresas maravillosa. Pero entonces
¿Qué hacer? ¿Hasta cuando es sano intentar algo? ¿Cómo saber cuando parar y
cambiar de camino? La respuesta está en la ley del 3 y el 7 que explicaré a
continuación.
La ley del 3 y el 7
Hace varios años, mi profesor Gerardo
Shmedling me enseñó esta ley, al principio me costó ponerla en práctica pero
ahora es mi mejor amiga. Esta ley consiste en que podemos intentar alcanzar un
objetivo máximo hasta siete veces para no ser tercos y mínimo 3 veces para no
ser inconstantes.
No es tan difícil ¿Verdad? Pero
entonces ¿En dónde está el truco? La clave está en que si miramos al pasado y
analizamos todas las veces que hemos intentado alcanzar una meta, las primeras
tres veces que lo hemos intentamos seguramente nos hemos sentido tranquilos y
no hemos llegado a frustrarnos, mientras que con la 4, la 5, la 6 y la 7…
podemos ocasionarnos mucho daño a nosotros mismos. Quiero aclarar que podemos
alcanzar algo que no es para nosotros pero ¿A qué precio? ¿Vale la pena el
sufrimiento? ¿Acaso esa meta nos dará lo que esperamos?
En mi caso me he impuesto una ley
personal en base a esta, yo intento las cosas tres veces y si no sale me olvido
y lo intento por otro camino o simplemente cambio la meta. Este hábito me ha ayudado a liberarme de la resistencia y
a aprender a fluir sanamente con la vida sin sufrir cuando las cosas no salen
como yo quiero. El resultado ha sido maravilloso, he de confesar que cuando lo
he intentado ya 3 veces y no ha salido, siento un poco de tristeza pero para
ser coherente con mi ley personal cambio el objetivo o tomo otro camino. Con el
tiempo me he dado cuenta que ese objetivo no se cumplió porque el camino era
otro y porque encontré resultados positivos por otro lado, esto me llena de
satisfacción, porque haciendo un balance no solo he obtenido un excelente resultado,
sino que también me he ahorrado mucho sufriente al aceptar las cosas como son y
al escuchar cuando la vida me dice: “POR AHÍ NO”
Qué opinas ¿Vas a intentarlo?
Catalina Lobo
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