.La Medicina sanadora es la
Consciencia: Si logramos comprender y poner en práctica lo que el Dr. Carvajal
comparte en este escrito, avanzaríamos a la otra orilla del río de la energía,
de la orilla del dolor y el sufrimiento, a la orilla de la sanación como
realización de nuestro proyecto de aprendizaje. Vale leerlo una y otra vez y
convertirnos en el psicólogo de nosotros mismos, en un sabio médico, y dejar de
ser el paciente que espera el milagro de que otro haga lo que solo nosotros
podemos. El paradigma racional está fraccionado, entonces puede emerger la
esencia que se ocultaba tras el caparazón de la razón. Buena lectura y mejor
provecho.
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El Ser Humano es milagroso en cuanto
puede transformar su pasado.
Algunos dicen “no se ocupen del
pasado que el pasado ya no existe”, pero el pasado está vivo, presente,
doloroso, en cada una de nuestras células, frecuentemente, produciendo
enfermedades. El problema del pasado es simplemente que haya pasado, que lo
dejemos atrás como una estatua congelada. Pero al pasado hay que hacerlo
presente vivo para transformar su historia, para leerlo en otro código, para
interpretarlo en el código del amor, y, cuando interpretamos el pasado en el
código del amor, nuestras heridas de la infancia se sanan. Y ahí nosotros somos
los psicólogos, los psiquiatras, podemos sanar nuestra vida; todos estamos
llenos de dolores, y a veces de dolores absurdos, que cargamos en la vida sin
ni siquiera reconocer que existen.
La técnica respiratoria es muy
importante, sobre todo la fase de pausa respiratoria, ¿por qué razón? Porque
cuando tú respiras lentamente y haces una pausa en la inspiración, la energía
del inconsciente y el subconsciente sale a flote, es decir se pregunta ¿que
pasa aquí que no están respirando? En ese momento el inconsciente hace aflorar
a la consciencia una parte a la que no habíamos tenido acceso, de la que éramos
víctimas pero que no habíamos reconocido nunca en la vida, y en ese momento
podemos dialogar con el subconsciente y podemos sacar nuestras heridas más
profundas. Cuando hacemos eso podemos ir más lejos, así es como actuamos para
la autosanación.
Yo puedo decirme, por ejemplo, ¿de
dónde viene esta alergia?, si tengo una alergia y quiero librarme de ella. La
alergia es algo que rechazo, un virus, una bacteria, un hongo, el frío, el
calor, pero eso no es del todo cierto, eso es quedarnos muy cortos. No hay
personas que sean alérgicas sólo al frío, las personas alérgicas al frío
también tienen miedo a la soledad, tienen miedo al frío del alma, al frío en
los sentimientos, a la frialdad del papá o de la mamá, al desafecto, es decir,
el frío es simplemente un símbolo. Cuando yo soy alérgico a algo, hay algo que
rechazo o que temo.
Entonces si quiero cambiar mi
alergia, reconozco mi alergia. Si sé que no reconozco mi alergia porque me hace
sentir vergüenza, entonces trabajo con la vergüenza: ¿que cosas en la vida me
evocan vergüenza? Luego experimento el sentimiento de la vergüenza y veo como
experimento la vergüenza, a veces me pongo pálido y frío, otras veces me pongo
rojo como un tomate, otra lo experimento como un vacío o como un hueco a nivel
del plexo solar, la puedo experimentar de muchas maneras. Dónde y cómo
experimento la alergia, me da una idea de la parte de mi energía que está
comprometida. Vamos a ver otro sentimiento, el miedo, yo diría que la mitad de
nuestros lumbagos son por miedo.
El miedo provoca más lumbago que
todas las hernias discales, todos los problemas articulares, todos los
problemas de columna, porque el temor hace que metamos, literalmente, el rabo
entre las patas, cerramos el esfínter anal interno, a ese nivel, hay un centro
de energía muy importante y, nos cerramos a la vida, contraemos toda la
musculatura lumbosacra, esa parte queda mal irrigada y nos dan unos lumbagos
terribles, y ese lumbago es el nombre clínico del miedo.
Si logro reconocer el núcleo del
miedo, si logro observar mi cuerpo y veo que tengo los glúteos y toda esta
parte contraída, si logro respirar hacia esa zona y liberar el sentimiento del
miedo, y llamar al miedo y decirle “tú eres la mejor parte de mi mismo, cuando
asciendes y te revelas, eres mi prudencia, ya no eres miedo, sino que eres
prudencia, eres parte de mi amor también”. Cuando yo, a través de la
respiración, logro ascender esa energía del miedo, y logro trasmutarla al altar
del corazón, que es donde realmente nace el hombre que puede sanarse y puede
sanar la vida, entonces desaparece el lumbago.
Mi resentimiento, mi odio,
frecuentemente, está anclado en mis articulaciones. Yo estoy así totalmente
rígido. A veces, con el puño apretado en la noche, inconscientemente, dispuesto
a pegar y a agredir. Pues bien, ese dolor articular, es resentimiento congelado
en esa parte del cuerpo.
Si logro experimentar ese dolor y
asociarlo a mi sentimiento de ira y a mi resentimiento, y logro comprender que
mi resentimiento es algo que se construye en el plexo solar, que bloquea la
energía aquí y no permite a la energía acceder a mi corazón, ni a mi sistema
inmune, puedo hacer mucho más que el reumatólogo, o puedo ayudarle mucho, para
curar y sanar mi artritis, y yo soy responsable, no tengo que esperar que el
reumatólogo me resuelva el problema.
La enfermedad es mi problema, no es
el problema del médico, es mi responsabilidad, yo también tengo que ver con
eso. La medicina no puede ser el arte de pasarle la pelota al médico, porque le
pagamos.
La nueva medicina de la consciencia,
es el arte de responsabilizarnos de nuestra vida, y de descubrir que realmente
podemos hacer mucho por nuestra vida.
Frecuentemente, vemos que una persona
con un cáncer ha tenido un shock, o una pérdida afectiva muy grande. Si una
pérdida afectiva le produce un vacío existencial de tal dimensión que se vuelve
un vacío de energía, y permite que las células degeneradas puedan invadirle, es
porque estaba apegado, ese es el problema del apego que yo debo reconocer.
Si alguien se va y yo lo vivo desde
el amor, desde el desapego, sé que su consciencia está conmigo, lo dejo partir
no lo amarro. Muchas veces, vemos a alguien al que se le muere el papá o la
mamá pero no lo deja partir, eso es literalmente cierto, se queda con parte de
su energía anclada al plexo solar. Esa anclada energética puede crear crisis de
pánico, de hipertensión, cosas violentas en la clínica. Si nosotros logramos
que la persona se sane, es su alma la que lo sana.
El sanador no lo hace por el
paciente, yo como sanador soy un imán que le doy la carga que su alma necesita,
realmente, la sanación es rescatar la autonomía, la autogestión, y la libertad
del otro, para sanarse.
La verdadera sanación es darte las
herramientas para que tú, desde tu consciencia, te sanes, no desde tu
consciencia racional, sino desde tu sentimiento, desde tu amor, desde tu
afecto.
Frecuentemente cuando uno está
haciendo una sanación, ve que la persona, aunque no le haya dicho ni una
palabra, empieza a llorar y a sacar su resentimiento, y luego siente una
sensación de paz, que no es mi paz, es su paz, es la paz de Cristo que también
habita en la persona que está siendo sanada. La paz está ahí, ha estado siempre
ahí, es parte de nuestra esencia, se trata simplemente de quitar todos aquellos
apegos, aversiones, sentimientos, separatismos, toda aquella capa de
ignorancia, para que la paz se revele tal cual es, y cuando la paz se revela,
germina el amor, y cuando germina el amor la sanación es posible, aunque lo que
tenga sea un cáncer, o un lupus.
Pero no te culpes si no lo logras,
porque tú participas también en los problemas genéticos de la herencia, de la
humanidad como grupo. Esto no es para creerse superman, uno puede ser muy
orgulloso y decirse “estoy triste porque no me curé el cáncer”, eso no es un
fracaso, el cáncer es un maestro, a veces aprendemos la lección en una ocasión,
otras veces necesitamos diez oportunidades, y otras necesitamos cien vidas tal
vez, pero lo importante es aprender la lección.
Uno no aprende medicina de un día
para otro, hay lecciones supremamente complicadas y difíciles.
También nos diplomamos o nos
especializamos en el alma, cuanto más grande sea el desafío, más grande es la
oportunidad de crecimiento. Yo solo les he puesto un ejemplo de cómo podemos
retomar nuestras emociones, identificar nuestras emociones, aceptarlas, no
seguir huyendo de ellas, y así poder transmutarlas.
Pero una vez que sentimos la emoción,
hay una pregunta fundamental ¿cuál es la lección que hay debajo de esta emoción
negativa? ¿Cuál era el mensaje, qué me quería decir esta actitud y esta
enfermedad? Cuando yo no digo NO, en la vida, termino resentido y con ira, pero
la ira no es el problema, la ira me está diciendo que hay que aprender a
reafirmarme diciendo NO.
La ira es la mejor estrategia de
autoafirmación. Cuando yo manifiesto la ira y la transmuto, esa ira se vuelve
sanadora, es lo mejor de mi fuerza, mi ira barre y limpia la casa y hace las cosas
más rápidamente, ustedes han visto a un ama de casa que en su ira revolotea y
el almuerzo está hecho a las diez de la mañana.
Yo sabia cuando mi mamá estaba
iracunda, porque a las diez de la mañana mi casa estaba como un espejo. Es así,
la ira es una forma de energía que se puede transmutar físicamente, el hecho de
que la transmutemos físicamente, no resuelve la fuente de la ira, la fuente de
la ira es la necesidad de autoafirmarse, y la necesidad de autoafirmarse es la
necesidad de renunciar a la falsa complacencia.
Crecer espiritualmente no es decirle
que sí a todo el mundo. El crecimiento espiritual no tiene nada que ver con la
bobada, perdónenme la expresión, pero ser espiritual no es ser bobo, y ser
tolerante no es ser bobo, la tolerancia no excluye la autoafirmación.
La autoafirmación es condición del
crecimiento espiritual. Así que yo tengo que descubrir la lección, debajo del
evento negativo, porque el evento negativo no es sino la apariencia, la sombra.
Pero esa sombra cuando la quito abre una puerta luz, una lección que yo puedo
aprender en mi vida.
Dr. Jorge Carvajal Posada
Fuente.
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