Estamos
acercándonos al final de un ciclo evolutivo humano. Hasta hace muy poco tiempo
la mayoría de las personas nacíamos repetidamente en la Tierra con el único fin
de acumular experiencias. Todos los acontecimientos carecían de sentido y se
atribuían a fuerzas sobrenaturales, fuerzas que nos superaban y ante las que
nuestra voluntad quedaba anulada. Pensemos en la humanidad de hace cien, mil o
cinco mil años.
Hoy todo
es diferente. Comenzamos a entrever que nosotros somos esas fuerzas que
condicionan nuestras vidas. Ahora sabemos que existen multitud de creencias y
modos de pensar diferentes; que nuestros actos y pensamientos acarrean efectos
en consonancia con ellos; que en el presente sembramos las semillas de lo que
viviremos en el futuro… Este conocimiento nos concede un grado de libertad muy
superior al que antes tuvimos.
¿Cuál
será etapa siguiente a esta? Alcanzar la unidad con la Vida y poder sentir que
somos ciudadanos de pleno derecho de la Creación, viviendo en libertad,
sabiduría y amor. Para alcanzar esta meta, la Vida, sin consultarnos, colabora
planteándonos pruebas para nuestro crecimiento. Al aceptarlas, nuestra escala
de valores actual se va desmoronando, y ello nos permite acceder a un nivel de
conciencia superior, un nivel de mayor unidad con los demás y, en definitiva,
con la propia Vida.
¿A qué
nos referimos cuando hablamos de Vida, con mayúscula? La Vida es todo lo que
sucede, todo lo que existe, todo lo que es. Es el modo a través del cual la
Conciencia Suprema, la Sabiduría del Universo, Dios, se expresa aquí en la
Tierra.
Este
proceso de aceptación de la Vida mediante la ruptura con lo antiguo requiere
voluntad y paciencia, y se da mediante tres etapas que se suceden de modo
natural. Veamos unos apuntes de cada una de ellas.
= En la
primera etapa aceptamos la realidad que la Vida nos presenta, más allá de que
podamos o no comprender su finalidad. Es la etapa más larga y la única de las
tres que supone un esfuerzo, pues ¿de dónde puede surgir la aceptación de una
vivencia que no entendemos? Solo en nuestro Ser Interno (la Presencia Divina en
cada uno de nosotros) es posible hallar la fuerza requerida para aceptar
aquello que no comprendemos, que no deseamos o que nos hace sufrir.
= Cuando
la aceptación se convierte en un hábito sincero da comienzo la segunda etapa.
En ella desaparecen el esfuerzo y el sufrimiento que tan a menudo nos han
acompañado durante la primera etapa. Seguimos sin comprender el propósito de
aquello que vivimos, pero ahora esto carece de importancia, pues cada vez que
aceptamos una situación que la Vida nos propone surge en nuestro interior un
sentimiento de amor.
Esto es
así porque en toda experiencia y momento se expresa la Voluntad Divina, que es
amor. Al aceptar un aprendizaje le estamos diciendo sí a la Voluntad Divina, y
eso es lo que sentimos: el amor que contiene la experiencia.
= Esta
segunda etapa es muy corta y rápidamente da paso a la tercera y última. En
ella, al tiempo que se ama el hecho que se está viviendo, se comprende la razón
por la cual se vive. La persona se hace una con la Vida, y desde ese instante
ama y comprende todo lo que le sucede. Esta tercera etapa tiene una duración
fugaz, imperceptible, y desde ese instante vivimos en un elevado nivel de
conciencia, en comunión con la Vida, sintiendo y expresando en todo momento
felicidad, sabiduría y amor.
Juan Jose
Fuente:
Portal de Conciencia
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