Solo escucho un murmullo: aburrido, continuo, estridente,
cuasi musical… del que me he desconectado hace “millones de años” incluso
alcanzo a esbozar media sonrisa y asentir con la cabeza cuando percibo que
parte de ese murmullo está dirigido hacia mi persona.
Creo que nadie se
percata que no estoy ¡bueno, mi cuerpo está! Hace no se cuanto que me desvanecí
cual etérea llama; desconecte en medio de aquella multitud y la soledad me
rodeaba; soledad disfrazada de risas, música, copas y personas más o menos
sonrientes.
¡Tanta gente y tan sola! Me pregunto qué hago allí, qué es lo
que me trajo a semejante lugar y no encuentro la respuesta; pienso en ello copa
en mano, mientras asiento, no se a que, pues alguien me habla mientras ríe de
forma estrepitosa; esto solo acrecienta mi sentimiento de soledad.
¡Sola, rodeada de multitud!
En casa, recostada en el sofá, escuchando música mientras leo;
esa soledad me llena, me resulta atractiva y para nada me molesta.
Sin embargo esta soledad multitudinaria me ahoga, me asfixia e
incluso llega a acongojarme tanto que tengo que esforzarme en no llorar.
Nada más llegar lo he notado, así pues he sacado mi mascara de
felicidad, mi copa como complemento y mi sonrisa como vestido y me he dispuesto
a ser parte del elenco de actores, dejando el protagonismo a quien
verdaderamente lo desea.
Ya ahogada, comienzo a retirarme suavemente, sin que se note,
sin brusquedad, sonrisa puesta y cabeza embotada.
Pienso en los demás; esa gente que tanto y estrepitosamente
ríe, critica, parlotea… pienso si su cometido es el mismo que el mío; ser parte
de una función, disfrazarse con una identidad que no les pertenece… hacer un
papel cruel donde todos aparentan felicidad, donde todos critican a todos,
donde nadie deja títere con cabeza y donde las flores mejor echárselas uno
mismo que esperar a que te corten la cabeza.
Imagino cómo sería si ahora mismo en el umbral de la puerta,
decidiera volver y en el centro de la sala tirar mi máscara al suelo, presentar
mi verdadero yo, eliminando perjuicios, falsas esperanzas… presentando a la vez
mis virtudes, mis defectos, mis potenciales, mis carencias… con las manos
vacías, vestida solo de mi misma, sin expectativas.
Me imagino así, desnuda ante todos y el miedo gana la batalla
¡tal vez la próxima vez! Y me retiro acongojada y vuelvo a pensar en ello a la
vez que en el coche no puedo apagar mi llanto.
AUTORA: Rosa Francés Cardona (Izha)
Solo el amor puede iluminar el vacio de la soledad multitudinaria. Amor a si misma, a esa debilidad de no poder msnifestarse. Hacer el trabajo de desmantelar cada careta, en el momento oportuno. Como fluya. Salir del circulo de la multitud y expresar aquella soledad, la que no molesta, la del sofa. Con alegria de ser quien eres. Abrazos Rosita!!!
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