Eckhart Tolle dice que
la mente es el mayor obstáculo a la iluminación espiritual, ella te utiliza
inconscientemente, te identificas con ella, eres su esclavo.
¿QUÉ ES LA ILUMINACIÓN?
Vivir en ese estado de
“consciencia sentida” es la iluminación
Un mendigo había estado
sentado a la orilla de un camino durante más de 30 años. Un día pasó por allí
un extraño. ¿Tienes algunas monedas?, murmuró el mendigo, estirando
mecánicamente el brazo con su vieja gorra. No tengo nada que darte, respondió
el extraño. Y luego preguntó, ¿Qué es eso sobre lo que estás sentado?. Nada,
replicó el mendigo, sólo una caja vieja. He estado sentado sobre ella desde que
tengo memoria. ¿Alguna vez has mirado en su interior?, preguntó el extraño. No,
respondió el mendigo, ¿Para qué? No hay nada adentro. Echa una ojeada, insistió
el extraño. El mendigo logró entreabrir la tapa. Para su asombro, incredulidad
y euforia, descubrió que la caja estaba llena de oro.
Yo soy ese extraño que
no tiene nada para darte y que te dice que mires en tu interior. No dentro de
alguna caja -como en la parábola- sino en un lugar aún más cercano: dentro de
ti mismo.
Pero no soy un mendigo,
algunos pueden estar diciéndolo.
Aquellos que no han
descubierto su verdadera riqueza -la brillante joya del Ser y la profunda e
inalterable paz que se encuentra en ese lugar-, son mendigos, aún cuando tengan
gran riqueza material. Buscan externamente desechos de placer o plenitud -para
la validación, la seguridad o el amor-, mientras en su interior tienen un
tesoro que no sólo incluye todas esas cosas, sino que es infinitamente más
grande que cualquier cosa que el mundo pueda ofrecer.
La palabra
“iluminación” evoca la idea de algún logro sobrehumano, y al ego le gusta verlo
así; sin embargo, se trata simplemente de tu estado natural sentido de unión
con el Ser. Es un estado de conexión con algo inconmensurable e indestructible,
algo que, casi paradójicamente, eres tú en esencia y que, sin embargo, es mucho
más grande que tú. Es el encuentro de tu verdadera naturaleza, más allá de
nombres y formas. La incapacidad de encontrar esta conexión da origen a la
ilusión de separación de ti mismo y del mundo que te rodea. Te percibes
entonces a ti mismo, consciente o inconscientemente, como un fragmento aislado.
Surge el temor, y el conflicto -interno y externo- se vuelve habitual.
Me gusta la sencilla
manera en que el Buda define el estado de iluminación: “el fin del
sufrimiento”. ¿Hay acaso algo sobrehumano en esto? Por supuesto, como
definición es incompleta. Sólo te dice lo que la iluminación no es: no es
sufrimiento. Pero, ¿qué es lo que queda cuando ya no hay sufrimiento? El Buda
guarda silencio al respecto, y su silencio implica que tendrás que descubrir
eso por ti mismo. Utiliza una definición negativa, de modo que la mente no
pueda transformarlo en algo en qué creer o en algún logro sobrehumano, en una
meta que te sea imposible alcanzar. A pesar de esta precaución, la mayoría de
los budistas sigue creyendo que la iluminación es para el Buda -no para ellos-
al menos por esta vida.
OBSTÁCULOS DE LA
ILUMINACIÓN
LA PALABRA SER
Comprenderla con la
mente es un obstáculo
El Ser es la Vida Única
eterna y omnipresente que se encuentra más allá de las innumerables formas de
vida que se hallan sujetas al nacimiento y a la muerte. Sin embargo, el Ser no
sólo se halla más allá sino en la profundidad de cada forma, como su esencia
más interna, invisible e indestructible. Esto significa que eso está a tu
alcance ahora, como tu naturaleza más verdadera, tu yo más profundo. Pero no
intentes comprenderla con la mente. No trates de comprenderla porque seria un
obstáculo. Sólo puedes conocerla cuando la mente está quieta. Cuando estás
presente, cuando tu atención se halla en forma total e intensa en el Ahora,
podrás sentir al Ser, pero nunca podrá ser comprendido con la mente. Tomar
nuevamente conciencia del Ser y vivir en ese estado de “consciencia sentida” es
la iluminación.
LA PALABRA DIOS
La palabra “Dios” ¿Es
una ayuda o un obstáculo?
La palabra “Dios” ha
perdido completamente su significado, a través de miles de años de mal uso. La
utilizo a veces, muy escasamente. Por “mal uso”, me refiero a que personas que
nunca han tenido siquiera un atisbo del ámbito de lo sagrado, de la infinita
inmensidad existente detrás de esa palabra, la utilizan con gran convicción,
como si supieran de lo que hablan. O bien, argumentan en su contra, como si
supieran qué es lo que están negando. Este mal uso origina creencias,
afirmaciones e ilusiones egóticas absurdas, como “Mi Dios o nuestro Dios es el
único dios verdadero, y el tuyo es falso”, o la famosa frase de Nietzsche:
“Dios ha muerto”.
La palabra Dios se ha
transformado en un concepto cerrado. Apenas la palabra es pronunciada, se forma
una imagen mental -quizás ya no de un anciano de barba blanca-, pero sigue
siendo una representación mental de alguien o algo fuera de ti; y, sí, casi
inevitablemente un algo o alguien masculino.
Ni “Dios” ni el “Ser”
ni ninguna otra palabra pueden definir o explicar la inefable realidad que se
halla detrás de la palabra, de modo que la única pregunta importante es si la palabra
“Dios” es una ayuda o un obstáculo en cuanto a permitirte experimentar Aquello
a lo cual apunta. ¿Apunta acaso más allá de sí misma, hacia esa realidad
trascendente, o se presta muy fácilmente a transformarse en nada más que una
idea, una creencia en tu cabeza, un ídolo mental?
La palabra “Ser” no
explica nada, pero tampoco la palabra “Dios”. “Ser”, sin embargo, tiene la
ventaja de ser un concepto abierto: no reduce el infinito invisible a una
entidad finita. Es imposible formarse una imagen mental de él. Nadie puede
adjudicarse la posesión exclusiva del Ser. Es tu esencia misma, y te es
accesible de inmediato como la sensación de tu propia presencia, la sensación
de “Yo soy” previa a “Yo soy esto o lo otro”. Así que sólo hay un pequeño paso
entre la palabra “Ser” y experimentar el Ser.
LA REALIDAD
El obstáculo para
experimentar la realidad
La identificación con
tu mente, lo que hace que el pensamiento se vuelva compulsivo. No poder dejar
de pensar es una espantosa calamidad, pero no nos damos cuenta de esto porque
casi todo el mundo la sufre, así que es considerada “normal”. Este ruido mental
incesante te impide hallar ese dominio de quietud interna que es inseparable
del Ser. Esto también crea un falso “yo” -fabricado por la mente-, que extiende
una sombra de temor y sufrimiento. Examinaremos todo eso en más detalle más
adelante.
El filósofo Descartes
creyó haber encontrado la verdad más fundamental cuando formuló su famosa
frase: “Pienso, luego existo”. De hecho, expresó con eso el error más fundamental:
igualar el pensar con el Ser y la identidad con el pensar. El pensador
compulsivo -y casi todo el mundo lo es- vive en un estado de aparente
separación, en un insanamente complejo mundo de problemas y conflictos
continuos, un mundo que refleja la creciente fragmentación de la mente. La
iluminación es un estado de “completud”, de “ser uno”, y por tanto se está en
paz. Se es uno con la vida en su aspecto manifiesto -el mundo- así como con tu
yo más profundo y la vida no manifiesta -uno con el Ser-. La iluminación no es
sólo el fin del sufrimiento y del continuo conflicto interno y externo, sino
también el fin de la horrible esclavitud del pensar incesante. ¡Qué increíble
liberación es!
Identificarte con tu
mente genera una cortina opaca de conceptos, etiquetas, imágenes, palabras,
juicios y definiciones que impiden toda relación verdadera. La cortina se
interpone entre tú y tú mismo, entre tú y los demás hombres y mujeres, entre tú
y la naturaleza, entre tú y Dios. Es esta cortina de pensamiento la que crea la
ilusión de la separación, la ilusión de que hay un tú y un “otro” enteramente
separado. Olvidas entonces la realidad esencial de que, debajo del nivel de las
apariencias físicas y las formas separadas, eres uno con todo lo que existe.
Con “olvidas”, me refiero a que ya no logras sentir esta unión como una
realidad evidente por sí misma. Puedes creer que es así, pero ya no sabes si lo
es o no. Una creencia puede ser tranquilizadora. Sólo es liberadora, sin
embargo, a través de tu propia experiencia.
Pensar se ha vuelto una
enfermedad. La enfermedad se presenta cuando las cosas se desequilibran. Por
ejemplo, no hay nada malo con que las células se dividan y multipliquen en el
cuerpo, pero cuando este proceso prosigue en forma independiente del organismo
completo, las células proliferan y tendremos una enfermedad.
LA MENTE
La mente es el
obstáculo busca problemas
La mente es un
instrumento soberbio si la usamos correctamente. Si se le usa en forma
incorrecta, sin embargo, se vuelve muy destructiva. Para ser más preciso, no se
trata tanto de que uses tu mente del modo incorrecto -en general no la usas
para nada-. Ella te usa. Ésa es la enfermedad. Crees que eres tu mente. Ese es
el delirio. El instrumento se ha apropiado de ti.
Sólo porque puedes
resolver un acertijo de palabras o construir una bomba atómica, no significa
que puedes utilizar tu mente. Tal como a los perros les encanta morder huesos,
a la mente le encanta hincarle sus dientes a los problemas. Es por eso que
resuelve acertijos y construye bombas atómicas. A ti no te interesan esas
cosas. Permíteme preguntarte esto: ¿puedes liberarte de tu mente cada vez que
quieres? ¿Has hallado el botón que detiene todo el mecanismo?
DEJAR DE PENSAR
Es un obstáculo si no
dejas de pensar
¿No puedes dejar de
pensar? Entonces la mente te utiliza a ti. Inconscientemente, te has
identificado con ella, de modo que ni siquiera te das cuenta de que eres su
esclavo. Es casi como si fueses poseído sin darte cuenta: crees que la entidad
que se posesionó de ti eres tú mismo. La libertad se inicia dándote cuenta de
que no eres esa entidad que se posesionó de ti -el pensador- Saber esto te
permite liberarte de los obstáculos y observar a la entidad. Apenas comienzas a
observar al pensador, comienza a activarse un nivel más alto de consciencia.
Comienzas entonces a darte cuenta de que hay un enorme ámbito de inteligencia
más allá del pensamiento, y que ese pensamiento es sólo un diminuto aspecto de
esa inteligencia. También te das cuenta de que todas las cosas que realmente
importan -la belleza, el amor, la creatividad, la alegría, la paz interior-
tienen su origen más allá de la mente. Comienzas a despertar.
«El único paso vital en
tu camino hacia la iluminación es este: aprende a dejar de identificarte con tu
mente. Cada vez que creas una brecha en el fluir de la mente, la luz de la
conciencia se vuelve más fuerte».
Eckhart Tolle
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